LA CASA DEL MAESTRE
Tal como la Casa Real, también el maestre Soler tuvo casa propia, desde el principio de su mandato, y por tanto una serie de personas dedicadas a su servicio, de las cuales tan solo conocemos a algunos de sus miembros, porque aparecen citados como testigos en documentos autorizados por el notario de la Orden, donde se indica su oficio y que son personas «de domo domini magistri».
El maestre solía ir siempre acompañado en sus desplazamientos por uno o más comendadores y freires de la Orden, que se identifican en la documentación al mencionarlos en cada ocasión como «socii nostri». También tenía varios escuderos, que le asistían y atendían en todo cuanto necesitase, incluso actuando como sus procuradores, o como oficiales de la Orden, como se desprende de la documentación conocida. Se han documentado hasta cuatro escuderos a la vez al servicio del maestre, de un total de siete25 identificados, de los cuales dos de ellos aparecen a su lado a lo largo de la mayor parte de su mandato: Galcerà de Cortes (1320-1326) y Arnau Tarragona (1320-1325). Este último es el que aparece con más frecuencia en la documentación y debió de ser persona de total confianza de frey Arnau de Soler, quien en enero de 1321 lo nombró con carácter vitalicio baile de Sueca;26 en 1322 fue procurador suyo ante la Santa Sede para pedir al papa la concesión de privilegios e indulgencias para la Orden;27 y en marzo de 1325 lo nombró apoderado para seguir los pleitos que la Orden tenía con el obispado de Segorbe por percepción de diezmos en Castielfabib y Ademuz.28
Igualmente formaba parte del entorno inmediato del maestre Soler el notario Pere Llobet de Balanyà, quizá asistido por algún escribano, lo cual sería lógico, pero no está documentado. Con anterioridad este profesional ejercía su oficio de notario en la Cancillería Real y debió de ser designado por el rey Jaime II para dirigir la escribanía29 de la Orden de Montesa, convirtiéndose en titular de esta durante un periodo que abarcó los mandatos de los maestres Erill y Soler, y también durante algún tiempo después. El notario Llobet estuvo presente en la práctica totalidad de actos solemnes de la Orden, como queda reflejado en la documentación, en donde aparece acompañando casi siempre al maestre, aunque también desempeñaba otras funciones, acompañando a comendadores u otros freires, y ejerciendo su oficio dentro y fuera del Reino de Valencia pues tenía el título de «notarius publicus per totam terram et dominacionem illustrissimi domini regis Aragonum», por lo que podía autorizar documentos de la Orden allá donde iba, y por eso tenemos ejemplos de su actuación por buena parte del Reino de Valencia, así como en Aragón (Alcañiz, Valderrobres) y Catalunya (Barcelona, Lleida).
Al frente de la casa del maestre figuraba un mayordomo que, a veces, era un freire de la Orden pero no siempre. De él dependían el resto de sirvientes. El mayordomo ejercía funciones de organización, control de gasto y abastecimiento de todo lo necesario para atender al maestre en lo que necesitase y contaría con varios asistentes. Durante los primeros años de la Orden podía ejercer ese oficio cualquier miembro de esta, pero a partir de la promulgación de las Definiciones de 1326, ese puesto lo ocuparía únicamente un freire caballero. Los mayordomos documentados al servicio de frey Arnau de Soler fueron frey Pere de Tous (12/1321-8/1323),30 que sería el siguiente maestre de la Orden, el escudero Arnau Tarragona (11/23),31 frey Bernat de Llagostera (1/1326-2/1327)32 y frey Arnau Pedrissa (9/1327-10/1327).33
A su cargo estaban los sirvientes, que se ocuparían de tareas de servicio doméstico, entre las que no eran menores las derivadas del transporte de los enseres necesarios para un maestre en constante itinerancia, entre los que se contarían ropas y objetos litúrgicos, puesto que el maestre tenía licencia para poder disponer de altar portátil. Conocemos un total de siete sirvientes distintos entre los años 1320 y 1323. La existencia de unos contratos de servidumbre fechados a finales de 132334 nos ayuda a entender mejor sus relaciones con la casa del maestre, pues, según se desprende de la lectura de uno de dichos contratos, Bernardo Agramunt de Pallars, Aznar Gonçalves del Reino de Navarra y Alfonso Rocafull, del Reino de León, se comprometían a estar por un año al servicio del maestre allí donde fuera, «faciendo omnia mandata et precepta sua licita et honesta die noctique». A cambio recibirían ropa, calzado y comida, incluso si por enfermedad no pudieran trabajar.
También contaba con médico propio, nombrado en tiempos de frey Guillem d’Erill y confirmado por el maestre Soler. Se trataba de Lanfranco de Cremona, cuyos servicios se contrataron el 23 de agosto de 1319, ya por causa de la enfermedad del primer maestre.35 Este médico residía en Xàtiva y, según estipularon, continuaría viviendo allí y recibiendo un salario de 400 sueldos anuales, así como dietas por desplazamiento cuando debiera acudir a atender no solo al maestre, sino también a freires, escuderos y familiares. Era una situación un tanto anómala, razón por la cual en 1323 y a petición del maestre se trasladó a Sant Mateu, en donde además de seguir ejerciendo su oficio al servicio de la Orden, los jurados de la bailía de Cervera le contrataron como médico de todos los pueblos de esta por diez años, a cambio de un salario de 600 sueldos anuales, de los cuales pagaría la mitad Sant Mateu y el resto los demás pueblos de la bailía. Cobraría aparte desplazamientos para atender a particulares.36
ASUNTOS RELEVANTES DEL MANDATO DEL MAESTRE SOLER
De la documentación conservada se ha podido establecer el itinerario del maestre Soler a lo largo de su mandato,37 así como conocer muchos de los asuntos llevados a cabo por él mismo en el ejercicio de su oficio. También conocemos los privilegios y concesiones otorgados a la Orden de Montesa por el rey Jaime II y el papa Juan XXII durante este tiempo. Nos ocupamos ahora solo de algunos de estos asuntos y, como no puede ser de otro modo, de manera muy breve.
a) El capítulo del Císter declara filial a la Orden de Montesa
Dentro de su política de consolidación de la Orden de Montesa, el 6 de agosto de 1321 el rey Jaime II solicitó al abad y capítulo general de la Orden del Císter que reconociese a la nueva Orden de Montesa como su hija, puesto que eran de una misma regla, al depender Montesa de la Orden de Calatrava, y esta a su vez del Císter. La respuesta no se hizo esperar y se contiene en un escueto documento fechado el 20 de septiembre de 1321, que únicamente conocemos a través de la publicación que hizo de él en el siglo XVIII José Villarroya, en el que unía el monasterio de Montesa a la Orden del Císter, al tiempo que autorizaba al abad de Santes Creus para instituir confesores.38
b) Jaime II confirma y concede privilegios
El 1 de abril de 1322, en documentos distintos, el rey Jaime II confirmó a la Orden de Montesa los privilegios concedidos por sus antecesores y por él mismo a la Orden del Temple, transcribiendo íntegramente el contenido de alguno de ellos; e hizo lo mismo con los obtenidos por la Orden del Hospital.39