P.: Su experiencia de la guerra fue mitad literaria y mitad militar.
R.: Así fue. Escribí un poco. Sobre todo cuentos. Publiqué algunos en el periódico La Voix de Madrid que se editaba en París. Tengo un relato en el libro Cuentos del camino.
P.: ¿Coincidió con Siqueiros en España?
R.: Mire, David y yo hemos sido amigos de toda la vida. Vivimos un tiempo juntos en México. Me unió una amistad con Siqueiros. En España lo vi en diversos lugares. Primero en el Caballón y luego con Juan Bautista Gómez. Allí estuvimos Octavio, Elena, Revueltas y yo mismo. Luego fue a verlo el resto de la delegación. A Siqueiros lo vi en Valencia y en Barcelona. Él estaba destinado en la Granja de Torrehermosa. Siqueiros quería que me fuera con él a Extremadura. Pero yo andaba por otro rumbo. Estábamos en el mismo Cuerpo del Ejército pero en destinos distintos. Convivir con Siqueiros no era fácil. Con él estuvo también el pintor Antonio Pujol.
P.: ¿Luego coincidieron en París?
R.: Así fue. Pero el llegó en febrero de 1939. Y yo salí de Francia en Abril de 1939.
P.: ¿Qué hizo en Francia?
R.: Colaboré con la Junta de Cultura Española8 y escribía cuentos. También hice alguna labor en la Embajada de México en Francia. Fernando Gamboa trabajó de firme con los refugiados españoles como funcionario del Consulado de México en Marseille y sobre todo sacando gentes de los Campos de Concentración.
P.: Entonces usted viajó con la delegación de la Junta de Cultura Española.
R.: Fue una misión que me encargó el Embajador de México. Entonces Narciso Bassols me propuso que regresara. Pensó que era más útil en mi país.
P.: Usted militaba en el Partido Comunista Mexicano.
R.: Militaba y sigo militando. Yo hacía mis trabajos con los compañeros pero eso no planteaba entonces ningún problema. Trabajábamos de cerca con el Socorro Rojo Internacional. Hacía los trabajos que me encargaban. Un trabajo de base. Fui el único mexicano que acompañó a la delegación española.
P.: ¿Había un movimiento de solidaridad desde Francia con España?
R.: Sí, sin lugar a dudas. Las personas que convivían conmigo se dedicaban a esa actividad.
P.: El viaje fue desde Saint Nazaire a Nueva York.
R.: Así fue. Viajamos en el vapor holandés Vendamm. Yo estuve unos días en Nueva York que conocía desde un Congreso de Escritores que hicimos en 1935.
P.: ¿Quiénes iban en ese viaje organizado por la Junta de Cultura Española?
R.: En el vapor holandés Vendamm venía una delegación española. Yo vine con José Renau desde París hasta México. Éramos unas cerca de 50 personas. Venía José Bergamín con su mujer, Eduardo Ugarte, Roberto Fernández Balbuena –que luego se casó con Elvira Gascón–, Miguel Prieto, Antonio Rodríguez Luna y entre los escritores Emilio Prados, José Herrera Petere, Ricardo Vinós, Josep Carner, el economista Antonio Sacristán, Francisco Giner de los Ríos, Rodolfo Halfter, etc.
P.: ¿Cómo fueron de Nueva York a México?
R.: En un camión. En la línea Greyhound. Un viaje interminable. Más de 2.000 km. Un viaje de unos 5 días. Recuerdo que pasamos un día entero en Saint Louis, en el estado sureño de Missouri. Nos divertimos mucho. Oímos jazz. Entramos en México por El Paso. Fue un viaje muy animado.
P.: ¿Hizo amistad con algunos españoles durante el viaje?
R.: Bueno con los que había más afinidades. Francisco Giner de los Ríos, José Herrera Petere, Emilio Prados. Otros venían con su familia.
P.: ¿Al regresar a México qué hizo?
R.: Publiqué uno de mis libros Paseo de mentira (1939), a instancias de José Bergamín.
P.: Usted había publicado algún texto en la revista Hora de España.
R.: Así es.
P.: José Bergamín tuvo importantes iniciativas literarias en México.
R.: Así fue. Promovió la revista España Peregrina (1940), actividades en la Casa de la Cultura Española, la Editorial Séneca, etc.
P.: Hubo buenas relaciones entre los mexicanos y los españoles.
R.: Sin lugar a dudas. Por cierto se me olvidó citar al poeta Pedro Garfias, del que nunca se habla.9 Era muy divertido. Hubo siempre una gran fraternidad. Bueno, problemas existía, ya sabe como son los españoles. Entre ellos habían muchas diferencias políticas: anarquistas, comunistas, republicanos, socialistas, etc. Pero para nosotros no había diferencias. Eran refugiados españoles. Y éramos amigos de todos. Unos eran más solidarios que otros. Claro había diferencias ideológicas entre ellos y grandes disputas.
P.: La solidaridad mexicana era amplia.
R.: Claro. Nosotros estábamos para servir a todos.
P.: Usted colaboró con Juan Rejano en la revista Romance.
R.: Sin lugar a dudas. En la revista Romance coincidí con Manuel Altolaguirre, José Herrera Petere y Emilio Prados.
P.: ¿Colaboró usted con el escritor Juan Larrea?
R.: Sí. Larrea fue el director de la revista Cuadernos Americanos. Allí publiqué algún cuento. Con José Bergamín estaban Gallegos Rocafull y el filósofo García Bacca.
P.: ¿Trabajó también en el cine mexicano?
R.: Colaboré en el filme La ilusión viaja en tranvía (1953), de Luis Buñuel. Estaba basada en un cuento mío. Hice la adaptación cinematográfica. Altolaguirre se ocupó de la producción. Y Buñuel la dirigió.
P.: Usted fue amigo del escritor Manuel Altolaguirre
R.: Manuel era un personaje. Su vida da para un libro. Editor, poeta, productor de cine. Estuvo unos años en Cuba donde creó la editorial La Verónica. Y publicó la revista Islas. Es curioso, todos sus amigos vinieron a México pero él se fue a Cuba. Luego regresó a México. Y finalmente se fue a España. Y en ese viaje tuvo un accidente y se mató.10
P.: Altolaguirre estaba casado con la escritora Concha Méndez.
R.: Así es. Aquí vive con su hija Paloma, en la calle Tres Cruces de Coyoacán. Hace tiempo que no les veo. Tampoco a Palomita que es una buena grabadora. No hemos citado a Pla y Beltrán. Lo conocí en Valencia. Silvestre Revueltas vivió con Pla y Beltrán en Valencia durante la guerra civil española. Había otro muchacho, Bernardo Clariana que se exilió en Nueva York. Era un joven poeta muy amigo de Octavio Paz.
P.: A José Renau lo trató en México.
R.: A Renau lo quise mucho. Era un buen compañero. Tuve con él una relación muy cordial.
P.: Octavio Paz apoyó mucho a los escritores españoles.
R.: Sobre todo a Gil-Albert y a Ramón Gaya.
P.: Hubo una crítica de Ramón Gaya en la revista Taller sobre José Guadalupe Posada que creó un cierto malestar.
R.: No es que no haya gustado. En realidad Posada es un gran artista popular. No sé como decirle. En todas partes pasa lo mismo. Yo me pregunto ¿quién conoce a Ramón Gaya en España?
P.: Ahora es más conocido.
R.: En esa época el primero que hace un elogio de Posada es Diego Rivera. In illo tempore.