Artista de ideas progresistas militó desde joven en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) y en el Partido Comunista Méxicano (PCM).
Como miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios asistió al Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura (Valencia, 1937). En dicha ciudad colaboró con Fernando Gamboa en la exposición Cien Años de Grabado Político Mexicano, ilustrando asimismo la Portada de la revista Nueva Cultura dedicada al mencionado congreso.2
De la guerra civil española, aparte de una serie de recuerdos, anécdotas y vivencias, conserva unos cuadernos de notas, dibujos y litografías, testimonio de los horrores de aquella contienda.
Amigo de algunos artistas y escritores refugiados españoles –Max Aub, Manuela Ballester, José Renau, etc.– apoyó siempre las actividades solidarias con el exilio español en México.
A lo largo de su trayectoria artística hizo murales para la Escuela Normal de Xalapa –que dirigía el escritor José Mancisidor–; el Centro Médico de México y el Museo de la Alhóndiga de Guanajuato.
Durante unos años fue director del Museo de la Alhóndiga de Guanajuato.
Pregunta: ¿Cómo se inició en el mundo del arte?
Respuesta: Provengo de una familia de clase media de la que heredé una buena biblioteca. Pero los avatares de la Revolución mexicana empobrecieron a mi familia y tuve que emigrar a los Estados Unidos cinco años y realizar trabajos del campo. Puede decirse que tuve la experiencia de ser un «bracero». Cuando regresé a México ya sabía dibujar. De pequeño copiaba libros. Me acuerdo que en la biblioteca de mi familia estaba La Ilustración Española y una serie de libros con ilustraciones. Yo copiaba. Durante la época que estuve en el campo en los Estados Unidos dibujaba a mis compañeros. Con ese bagaje cuando regresé a la ciudad donde nací, Silao, en el Estado de Guanajuato, tuve que buscar mi camino. Mi vocación era ser pintor. Yo llegué a México en 1931.3
P.: ¿Cuál fue su formación?
R.: Tuve una formación muy irregular. Fui alumno de la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Tuve una mediana preparación técnica en grabado más que en pintura. Pero teníamos la gran enseñanza reciente, fresca y palpitante del muralismo mexicano. Esa fue realmente mi formación. Al mismo tiempo y para ganarme la vida ingresé como maestro de Dibujo en las Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Por entonces incluso la generación anterior a la mía –Julio Castellanos, Rodríguez Lozano, Rufino Tamayo, etc.,– había tenido que servir al Magisterio Nacional, es decir a la enseñanza, por razones económicas, pues nosotros no teníamos mercado.
P.: ¿Qué aportó entonces el plan de José Vasconcelos?
R.: De esa época había quedado el lema de construir el país cada uno con su propia obra.
P.: Por entonces se casó usted.
R.: Así fue, en 1935, me casé con Olga Costa,4 una joven pintora de mi época.
P.: ¿Tenía alguna militancia política?
R.: De pronto, en 1936, estalla la guerra civil española. Nosotros que ya estábamos militando al lado de la política del General Lázaro Cárdenas en las luchas interiores en la defensa de los derechos de los trabajadores, los campesinos, etc., vimos los peligros del desarrollo del fascismo y su aparición, por ejemplo, en Abisinia. Esa era una de las preocupaciones que teníamos entonces. Sin una militancia política definida, simplemente como un joven sensible, me sentía al lado de la política cardenista. En 1936 comenzaron las luchas en España. En nuestra generación hubo un fenómeno interesante. En principio pensábamos que no estábamos tan ligados con España. Creíamos que éramos un país latinoamericano con viejas querellas con España. Algo que nos había quedado de una mala educación en la que el villano era España y el héroe era México. Pero ese perfil mexicano no estaba aún definido. Sin embargo cuando Alemania e Italia golpearon a España un recorte de nosotros brincó por razones de justicia y de afinidad cultural.
P.: ¿Qué influencias tuvo?
R.: Además del grupo los Contemporáneos,5 existía la Escuela Mexicana de Pintura. Fueron dos movimientos divergentes y antagónicos. ¿Qué era la pintura mural y la novelística mexicana? Era el descubrimiento de las raíces mexicanas con su contenido indígena y sus querencias españolas. Por entonces había hispanistas tremendos que escribían casi como si estuvieran en el Virreinato. Había como una nostalgia del pasado. Entonces se produjo todo lo contrario. Un indigenismo extremado. De todas maneras fue el descubrimiento de nuestras raíces. ¿En ese contexto que significación tiene el grupo de artistas y escritores de los Contemporáneos? Ellos suponen la búsqueda de una internacionalidad mayor de la cultura. Querían saber qué estaba pasando, por ejemplo, en Francia. Qué era la Escuela de Pintura de París. Y además Diego Rivera no sólo había vivido en París sino que venía de la Escuela de Pintura de París.
P.: La aportación de Diego Rivera al Cubismo fue muy interesante.
R.: Mucho, aunque nunca fue un pintor cubista ortodoxo.
P.: Como la pintora española Marie Blanchard.
R.: En cambio los Contemporáneos tuvieron un rechazo a esa posición. Ellos decían que había que traer lo que había fuera. Ante el Muralismo Mexicano surge como contrapartida al grupo de los Contemporáneos.
P.: Y su generación ¿qué posición toma?
R.: Mi generación por razones de identidad social y por conciencia política toma el camino del pueblo. Consideramos a los Contemporáneos como elitistas. En cierto modo lo fueron. Eso no era un demérito pues las elites también aportan ideas a la cultura. Yo no estaba con los Contemporáneos. Algunos pintores sí. La reacción de la segunda generación de los artistas mexicanos que estaba representada por Julio Castellanos, María Izquierdo, Rufino Tamayo y muchos más sí tuvieron una influencia de los Contemporáneos. En el tronco común de la cultura mexicana surgen injertos inevitables, necesarios. Eso fueron ellos. Nosotros no.
P.: La Ciudad de México, en el año treinta, también fue una capital de moda entre los fotógrafos europeos (Cartier Bresson) y norteamericanos (Edward Weston, Paul Strand, etc.). ¿Esa presencia se notó en la escena artística mexicana de la época?
R.: Yo no los conocí. Era un recién llegado. Conocí la película Raíces de Fred Zimerman con aportación fotográfica de Paul Strand y su portafolio que sí creo influyó en los fotógrafos mexicanos.
P.: Por ejemplo a Manuel Álvarez Bravo.
R.: Álvarez Bravo siempre ha declarado que Tina Modotti fue un conducto para que Edward Weston influyera en su obra. Eso es muy importante. Pero los pintores estábamos buscando unas raíces que Diego Rivera había descubierto. Diego un parísino en buena manera –originario, por cierto, del estado donde yo nací– donde la presencia indígena es casi imperceptible, es decir una población de un mestizaje muy españolizado. Diego Rivera, cuando regresa de Francia, descubre las raíces prehispánicas. Esa inquietud también me la trasmitió a mí. Yo tampoco conocía entonces el grito indígena prehispánico. La cultura de los pueblos conquistados en esta metrópoli. De modo que todo este ambiente que era excitante aunque no estaba presente en esos años en Rivera, Orozco y Siqueiros, porque en los años treinta estaban trabajando, casi todos ellos, en el extranjero. Rivera y Orozco estaban trabajando en los grandes murales de los Estados Unidos. Nosotros estábamos solos. Hubo un personaje sin embargo que debo citar porque se había formado con ellos. Era el grabador mexicano Leopoldo Méndez. Un personaje que merece un reconocimiento.6