Hacia la mitad de la década de 1960, Mario Benedetti (1966) había indicado que el Ariel ya era obsoleto, porque ideológica y estéticamente era incomprensible para ese momento, y como para no olvidarlo, Óscar Terán (2010) recientemente volvió a recordar que hoy es difícil de comprender la obra del ensayista uruguayo cuando “su retórica, su estética e ideología han caído”. Para poder entenderlo, Terán sugiere que, a fin de superar el obstáculo y entender el Ariel, hay que comprenderlo en el cruce de dos líneas de lectura que lo atraviesan: el temor antiyanqui, que permeaba vastos sectores intelectuales latinoamericanos, y la sensibilidad modernista rubendariana, que se compaginaba con la “reacción antipositivista” de la época y que había tenido “una recepción atenuada y desfasada pero creciente en América Latina”. La pregunta que puede quedar es por qué un ensayo, cuya obsolescencia fue declarada hace medio siglo, y además ratificada hoy, sigue ocupando el interés de quienes se dedican a entender y explicar el pensamiento producido en América Latina. La respuesta que se quiere dejar para cerrar es que tal vez en el Ariel, bajo el ropaje de su lenguaje obsoleto, haya indicios de algo que no se ha podido plantear de manera clara: no partir de entender el ser humano que ha configurado las sociedades no europeas o no estadounidenses como deficitario frente a quienes impulsaron el desarrollo humano desde Europa y los Estados Unidos. El proyecto que apenas queda esbozado en el Ariel no es simplemente el de la reacción atenuada y desfasada latinoamericana, indicada por Terán, frente a una modernidad, que apenas si había indicios concretos en la región en su momento, sino el de las posibilidades de un ser humano que, una vez desplegada su capacidad de transformación de la naturaleza, debía enfrentar su propia transformación a través del incremento de la conciencia de su propia construcción. El proyecto del incremento de la conciencia de la propia constructividad se ha visto truncado una y otra vez a través de la entronización de absolutos, como el mercado, el esencialismo de las tradiciones culturales o de rasgos particularizantes, como la etnia o la condición de género. Estos absolutos se tienden a convertir en razones de ser trascendentales al estilo kantiano, que no permiten observar con claridad que todo lo que es el ser humano se debe a su propia construcción, y como tales habría que explicarlos, y tal vez cuando se entienda cómo se producen, se puedan controlar.
Referencias
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Notas
1 Entre los varios límites que se pueden elegir para poner la frontera entre la primera y segunda mitad de siglo XX en la producción intelectual latinoamericana, la aparición en 1942 de Cuadernos Americanos puede constituir una “divisoria de aguas” de los dos periodos. Liliana Weinberg ha indicado que, como proyecto editorial, esta revista recogió viejos y nuevos canales de circulación de publicaciones y circuitos intelectuales ligados al arielismo, el juvenilismo, el reformismo universitario, el unionismo, el aprismo, el anticolonialismo y el temprano antiimperialismo. Asimismo, indica que Cuadernos Americanos se vio abocado a repensar varios de los asuntos que habían ocupado el pensamiento social latinoamericano en las primeras décadas del siglo XX (Weinberg, 2010). De lo indicado por Weinberg en su trabajo sobre la revista,