Orville y Wilbur Wright llevaban años obsesionados con volar. Regentaban una tienda de bicicletas en Dayton, Ohio, y no tenían ninguna formación formal en física. Pero eran metódicos y organizados. Se leían todos los artículos técnicos que encontraban y estudiaban con todo detalle el vuelo de los pájaros. Consiguieron comprender el modelo básico de la aerodinámica en corrientes de aire ascendentes y lo aplicaron a la construcción de planeadores que consiguieron hacer volar. Tomaron notas exhaustivas sobre cómo los distintos diseños afectaban sus vuelos. Cuando encontraron errores en los cálculos del pionero alemán de la aviación Otto Lilienthal, construyeron su propio túnel de viento para realizar de nuevo las pruebas de rendimiento. El hecho de ajustarse rigurosamente al marco de la aerodinámica les proporcionó dos ideas esenciales en las fases iniciales de su proceso.
La primera fue que lo primordial no era la estabilidad, sino el control. Al fin y al cabo, eran expertos en bicicletas. Ir en bicicleta es intrínsecamente inestable, pero el ciclista es capaz de equilibrar y controlar la bicicleta cuando está en movimiento, por lo que era crucial que el piloto pudiera controlar y equilibrar un vehículo volador en el aire. La segunda idea partió de esta primera. Por aquel entonces, los pilotos en ciernes se lanzaban por rampas o se tiraban por acantilados para crear la corriente de aire ascendente necesaria para volar. El rival de los hermanos, Samuel Langley, creó un Aerodrome que para despegar tenía que ser catapultado desde una casa flotante. Era muy difícil conseguir la velocidad necesaria. Así que los hermanos dieron la vuelta al problema y buscaron un sitio en el que hiciera el viento suficiente como para hacer despegar su aeronave. En el año 1900 acudieron al Servicio Meteorológico Nacional de Estados Unidos para recabar información sobre la velocidad del viento por localización y, finalmente, se decantaron por Kitty Hawk, un pueblo con rachas de viento estables de entre veinticinco y treinta kilómetros por hora.
Su marco aerodinámico los ayudó a concebir cada paso, desde la curvatura de las alas para generar aire ascendente hasta su diseño para girar basado en sus observaciones de los pájaros al que bautizaron como “alas deformables” (que luego se dejó de utilizar en favor de técnicas mejores). Pero el punto clave de su éxito fue una tercera idea: la hélice.
Hasta entonces todos los diseños de hélices para aeroplanos se habían basado en las hélices de los barcos. Pero el agua es un millón de veces más densa que el aire. Las hélices de los barcos giran bajo el agua para producir impulso. En cambio, el aire es comprimible, por lo que los hermanos Wright se dieron cuenta de que tenían que replantearse el funcionamiento de las hélices de los aeroplanos. El marco aerodinámico les proporcionó la respuesta. Tal y como explicó Orville posteriormente: “Vimos claramente que la hélice era simplemente un [ala] de aeroplano en movimiento espiral”.26 Las hojas tenían que ser curvas para poder crear una corriente ascendente, igual que las alas.
Los estudios modernos estiman que la eficiencia de las hélices de los hermanos Wright era del ochenta por ciento, un porcentaje muy por encima del de sus competidores. Los hermanos comprendieron que para conseguir volar con motor debían averiguar cómo convertir la potencia del motor en un movimiento hacia adelante. Eso garantizaría que hubiera suficiente velocidad aerodinámica en las alas, que se traduciría en una corriente de aire ascendente y por ende les permitiría volar. Se trataba de una cadena de causa y efecto. Otros aviadores se centraron en diseñar motores más potentes o eficientes, pero los hermanos Wright comprendieron que la cadena causal era mucho más larga y que el motor era solamente uno de los eslabones.
También se dieron cuenta de que se podían crear una gran variedad de hélices de distintas longitudes, grosores, inclinaciones y formas. Las hélices de los aeroplanos no tenían por qué ser iguales que las de los barcos. Es muy importante saber liberar la mente de las nociones preconcebidas que nos limitan demasiado. Al utilizar la imaginación, incrementamos exponencialmente las opciones que podemos considerar y eso, a su vez, puede incrementar las posibilidades de encontrar una solución que sea realmente buena.
Sin embargo, tener una imaginación vívida también tiene sus desventajas. Había tantos diseños de hélices posibles que los hermanos Wright hubieran tenido que invertir mucho tiempo en probarlos todos. Además de ampliar el espacio de búsqueda, tenemos que saber concentrarnos eficientemente en las opciones que puedan resultar viables. Y eso es precisamente lo que hicieron los hermanos; cuando dejaron volar la imaginación por primera vez, se centraron en los diseños de hélice más prometedores. Y esos fueron los que examinaron y probaron cuidadosamente.
Al aplicar su marco se les ocurrieron muchas opciones que podían causar el efecto deseado, pero supieron seleccionar acertadamente las más relevantes. Fue un proceso muy eficiente y finalmente les hizo ganar la carrera del primer vuelo a motor del mundo. Pero no triunfaron porque se les ocurriera algo completamente nuevo, sino porque aplicaron magistralmente el marco que habían llegado a la conclusión que encajaba mejor. Los hermanos Wright no eran genios, sino enmarcadores ejemplares. Lograron tener éxito por pensar en clave de causa y efecto, imaginar alternativas y aplicar los límites derivados de las leyes de la física. Estos tres elementos, la causalidad, la contrafactualidad y las limitaciones, son la base esencial para aplicar marcos.
La historia de los hermanos Wright también evidencia que el marco en sí no es una solución, sino que simplemente es un medio para encontrarla. Utilizar un marco no es un acto únicamente instintivo; también es un acto meditado. Y no es algo instantáneo ni automático, como encender un interruptor. Requiere tiempo y determinación. Enmarcar es un proceso, un método que guía la mente humana para comprender, imaginar y evaluar sus opciones.
valores y maneras de ver el mundo
Los marcos también nos ayudan a poner en práctica nuestros valores. Al obligarnos a sopesar entre varias opciones, nos fuerzan a trazar una línea entre las que consideramos buenas y malas. El momento en que tenemos que limitar nuestra imaginación de acuerdo con los objetivos es cuando nuestros valores entran en juego. Evidentemente los marcos no sustituyen los valores, simplemente encajan o no con nuestras necesidades. Son el mecanismo mediante el cual sopesamos distintas opiniones. Sin los marcos, no tendríamos manera de juntar nuestros objetivos con nuestros valores para trazar una posible línea de acción.
Los marcos no solamente nos guían hacia nuestros objetivos, sino que también moldean nuestra visión del mundo. El hecho de verlo desde una perspectiva cognitiva en particular puede provocar que esta se convierta gradualmente en una dimensión más general del razonamiento de un individuo. En un experimento de 2010 en Etiopía, los investigadores cambiaron la perspectiva de un grupo de personas para que vieran que podían controlar su futuro. En consecuencia, empezaron a ahorrar más y a invertir en la educación de sus hijos e hijas, indicando así que alterar la manera de enmarcar algo puede reportar beneficios tangibles. Ese estudio también hizo hincapié en el impacto que los modelos mentales pueden tener en el desarrollo económico.27 En cambio, si un individuo se adhiere al marco de que la Tierra es plana, chocará constantemente con varios marcos científicos. Con el tiempo, puede que ese choque constante acabe convenciéndole de abandonar el marco del terraplanismo o, por el contrario, puede que acabe convirtiéndose en un escéptico de la ciencia en general.
Podríamos incluso atrevernos a decir que, puesto que los marcos moldean nuestra manera de ver el mundo, en cierto modo también moldean el mundo. Un buen ejemplo de ello sería la fijación de los precios de los mercados financieros. El modelo de Black-Scholes28 (un marco matemático muy utilizado para fijar precios) provocó que los precios se fijaran muy cerca del precio que el marco había predicho, lo que a su vez hizo que las instituciones financieras promovieran la aplicación de ese marco y en consecuencia los precios acabaron acercándose todavía más a las predicciones del este. Los marcos tienen un componente de autocumplimiento: cuanto más se utilizan, más se valida su uso (hasta cierto punto).
Y no solo ocurre en los mercados financieros. Cuanta más gente se adhiere a cualquier marco, más se legitima ese marco en cuestión, ya sea el modelo mental de los derechos humanos, la filantropía,