Está claro que muchos de los chicos y las chicas que escriben estas cartas viven inmersos en una fantasía absoluta. A veces, un chico escribe, por ejemplo, y da su estatura, su peso, sus medidas de perímetro torácico y de bíceps, y pregunta qué miembro de la Shell o de cuarto curso es el que más se le parece. La petición de una lista de los cursos de estudio de la Shell, con relación exacta de quién integra cada uno, es muy corriente. Los responsables del semanario, como es natural, hacen todo lo posible por mantener la ilusión. En Gem, Jack Blake presuntamente escribe a sus corresponsales; en Magnet se dedican siempre dos páginas a la revista del colegio (el Greyfriars Herald, que edita Harry Wharton), y hay otra página en la que escribe uno u otro de los personajes. Los relatos son cíclicos, con dos o tres de los personajes en primer plano durante varias semanas seguidas. Primero se suceden algunas aventuras disparatadas, con los cinco de la Fama y Billy Bunter; luego, una serie de relatos sobre el tema de la identidad equívoca, con Wibley (el mago) en el papel estelar; viene después una serie de corte más serio, en la que Vernon-Smith parece al borde de la expulsión. Y aquí encontramos el verdadero secreto de Gem y de Magnet, y la probable razón por la cual continúan leyéndose a pesar de estar tan obviamente desfasados.
Se trata de que los personajes están cuidadosamente graduados, de modo que dan a todo tipo de lectores la posibilidad de identificarse con uno u otro. Esto es algo que hacen casi todos los semanarios juveniles, y de ahí el muchacho ayudante (el Tinker de Sexton Blake, el Nipper de Nelson Lee, etc.) que por lo común acompaña al explorador, al detective, o lo que sea, en sus aventuras. Pero en estos casos sólo hay un chico, por lo común del mismo tipo. En Gem y en Magnet hay un modelo prácticamente para todo el mundo. Está el muchacho normal, atlético y animoso (Tom Merry, Jack Blake, Frank Nugent), una versión algo más encanallada de este tipo (Bob Cherry), una versión más aristócrata (Talbot, Manners), otra más apacible y más seria (Harry Wharton) y una versión estulta, tipo bulldog (Johnny Bull). Luego está el muchacho intrépido, sin miedo a nada (Vernon-Smith), el inteligente y estudioso (Mark Linley, Dick Penfold), el excéntrico al que no se le dan bien los deportes, aunque tiene un talento especial (Skinner, Wibley). Y está el becado (Tom Redwing), figura importante en este tipo de relatos, porque hace que sea posible para los chicos de familia más pobre proyectarse en el ambiente del colegio privado. Además hay que contar a los chicos de Australia, Irlanda, Gales, la isla de Man, Yorkshire y Lancashire, con los que se aprovecha el patriotismo local. Pero la sutileza de la caracterización va mucho más allá. Se estudian las secciones de cartas, se ve a las claras que seguramente no hay un solo personaje en Gem o en Magnet con el cual no se identifique tal o cual lector, con la excepción de los más cómicos y chabacanos, como Coker, Billy Bunter, Fisher T. Fish (el norteamericano que roba dinero), y los profesores, claro está. Bunter, aunque su origen probablemente esté en deuda con el muchacho gordo de Pickwick, es una creación auténtica. Los pantalones ceñidos, contra los cuales golpean cada dos por tres las botas de los otros, o las fustas, su astucia en la búsqueda de alimentos, su paquete postal que nunca llega le han hecho famoso allí donde ondea una bandera británica. Pero no es propenso a causar ensoñaciones en los lectores. Por otra parte, otra figura graciosa como es Gussy (el Honorable Arthur A. D’Arcy, “el orgullo de St Jim”) goza de evidente admiración. Al igual que todo lo demás en Gem y en Magnet, Gussy está al menos treinta años desfasado. Es el dandi de comienzos del siglo xx, e incluso de finales del xix (aunque hable con un marcado acento rural), el idiota del monóculo que sirvió con hombría en las batallas de Mons y Le Cateau. Y su manifiesta popularidad viene a demostrar qué hondo es el atractivo esnob de este tipo. Los ingleses tienen un cariño inagotable por el asno que tiene título nobiliario (por ejemplo, lord Peter Wimsey, que siempre juega una baza ganadora en los momentos de apuro). He aquí una carta de una admiradora de Gussy:
Creo que sois demasiado duros con Gussy. Por el modo en que lo tratáis, me sorprende que siga existiendo. Es mi héroe. ¿Sabíais que escribo poemas, letras de canciones? ¿Qué os parece ésta? Va con la melodía de “Goody Goody.
Voy a pillar mi máscara de gas,
me sumo a las baterías antiaéreas,
porque sé cómo parar las bombas que me tiráis.
Me voy a cavar una trinchera
dentro del jardín.
Voy a sellar las ventanas
para que no pueda entrar el gas.
Voy a plantar mi cañón en la acera
con una nota para Adolf Hitler: “¡No molestar!”.
Y si jamás caigo en manos de los nazis
a mí ya me es suficiente.
Voy a pillar mi máscara de gas,
me sumo a las baterías antiaéreas,
PS. – ¿Te llevas bien con las chicas?
Lo cito por extenso porque (con fecha de abril de 1939) es interesante, por ser probablemente la primera aparición de Hitler en Gem. En este semanario también hay un chico gordo con trazas de héroe, Fatty Wynn, contrapartida de Bunter. Vernon-Smith, un personaje de hechura byroniana, siempre al borde de la expulsión, es otro de los grandes preferidos. E incluso algunos de los bellacos tendrán a sus seguidores. Loder, por ejemplo, “la podredumbre de sexto”, es un bellaco, pero también es intelectual, y propenso a hablar con sarcasmo del fútbol y el espíritu de equipo. Los cinco de la Fama lo consideran tanto más bellaco por eso, pero habrá seguramente un determinado tipo de muchacho que se identifique con él. Los propios Racke, Crooke y compañía gozan de probable admiración por los más pequeños, los que piensan que fumar es algo de una perversidad diabólica. (Frecuente pregunta en la sección de cartas: “¿Qué marca de tabaco fuma Racke?”.)
Como es natural, el sesgo político de Gem y de Magnet es conservador, aunque totalmente al estilo anterior a 1914, sin tintes fascistas. En realidad, las suposiciones políticas de fondo son dos: nunca cambia nada; los extranjeros son graciosos. En los números de Gem de 1939, los franceses siguen siendo “sapos” y los italianos “dagos”. Mossoo, el profesor de francés en Greyfriars, es el gabacho típico de tira cómica, con barba puntiaguda, pantalones don dobladillo, etc. Inky, el chico de la India, aun cuando sea un rajá, y por tanto posea atractivo esnob, es asimismo el babú cómico de la tradición de Punch. (“Las ganas de pendencia no son el remate adecuado, mi estimado Bob –dijo Inky–. Que se deleiten los perros con sus ladridos y sus mordiscos. La respuesta blanda es la jarra rajada que más lejos llega al ave en el matorral, como quiere el proverbio inglés.”) Fisher T. Fish es el viejo yanqui arquetípico (con marcado acento y modismos estadounidenses) que data de un periodo de intensos celos mutuos entre Inglaterra y los Estados Unidos. Wun Lung, el chino (últimamente apenas aparece, sin duda porque algunos de los lectores de Magnet son de las colonias de China), es el chino clásico de pantomima decimonónica, con sombrero de plato, coleta y un inglés inefable. En todo momento, la suposición es no sólo que los extranjeros son cómicos y que aparecen donde aparecen para que nos riamos de ellos, sino que además se les puede clasificar igual que a los insectos. Por ese motivo, en todos los semanarios juveniles, y no sólo en Gem y Magnet, un chino es retratado invariablemente con coleta. Es el rasgo por el cual se le reconoce, como la barba del francés o el organillo del italiano. En publicaciones de este tipo ocasionalmente sucede que, cuando un relato se ambienta en el extranjero, se hace algún intento por describir a los nativos como seres humanos, pero por norma general se da por supuesto que los extranjeros, sean de la raza que sean, son todos iguales y se conforman con más o menos exactitud a los siguientes patrones:
Francés: irascible. Gasta barba, gesticula mucho.
Español, mexicano, etc.: siniestro, traicionero.
Árabe, afgano,