La mentalidad que se inculca en estos semanarios es la de un integrante excepcionalmente estúpido de la Navy League en 1910. Sí, todo eso se puede decir, pero ¿qué más da? En cualquier caso, ¿qué te esperabas?
Claro está que nadie en su sano juicio aspirará a que los tostones de a penique se conviertan en una novela realista ni en un tratado socialista. Un relato de aventuras por su propia naturaleza ha de estar más o menos alejado, y mucho, de la vida real. Pero tal como he intentado dejar claro, la irrealidad de Wizard y de Gem no es tan inocente como parece. Estas publicaciones existen porque hay una demanda especializada de ellas, porque los chicos de ciertas edades creen que tienen la necesidad de leer algo acerca de los marcianos, los rayos mortíferos, los osos pardos y los gángsteres. Encuentran en ellas lo que estaban buscando, aunque se lo encuentren envuelto en las ilusiones que sus futuros jefes consideran más adecuadas para ellos. La medida en la que las personas toman sus ideas de la ficción es cuando menos discutible. Yo personalmente creo que la mayoría de las personas recibe una influencia mayor de la que reconoce en las novelas, los seriales, las películas, etcétera, y que desde este punto de vista los peores libros son a menudo los más importantes, porque son por lo común aquellos que se leen a una edad más temprana. Es probable que muchas personas que se consideran sumamente sofisticadas y “avanzadas” en realidad porten a lo largo de la vida un trasfondo imaginario que han adquirido a lo largo de la niñez, a partir, por ejemplo, de Sapper y de lan Hay. De ser así, los semanarios baratos para chicos tienen una importancia tremenda. Contienen las cosas que se leen entre los doce y los dieciocho años por parte de una proporción elevada de la población, seguramente la mayoría de los muchachos de Inglaterra, incluidos muchos que jamás leerán otra cosa que los periódicos; y con todo ello absorben un conjunto cerrado de creencias que se tendrían por algo totalmente desfasado incluso en la Sede Central del Partido Conservador. Tanto mejor, ya que se lleva a cabo de una forma indirecta, y se les insufla a esos muchachos la convicción de que los principales problemas de nuestro tiempo no existen, de que no pasa nada con el capitalismo laissez-faire, de que los extranjeros son cómicos sin la menor importancia, de que el Imperio Británico es una suerte de obra de caridad que seguirá existiendo siempre. Considérese quiénes son los dueños de estos periódicos, y entonces resulta muy difícil que todo esto no responda a una intención bien definida. De los doce semanarios que he comentado (doce, en efecto, si incluyo Thriller y Detective Weekly), siete son propiedad de Amalgamated Press, que es uno de los mayores consorcios de prensa del mundo entero y controla más de un centenar de publicaciones distintas. Gem y Magnet, por lo tanto, se hallan estrechamente ligados al Daily Telegraph y al Financial Times. Esto bastaría para despertar fundadas suspicacias, aun cuando no fuera evidente que los relatos de los semanarios están vetados políticamente. Parece darse el caso de que si uno siente la necesidad de tener una vida de fantasía en la cual viaje a Marte y luche con leones a brazo partido (¿y qué muchacho no la tiene?), sólo podrá satisfacerla entregándose por entero, mentalmente, a personas como lord Camrose. Y es que no hay competencia. En todas estas publicaciones las diferencias son despreciables, y en ese nivel no existe ninguna otra. Lo cual nos plantea una pregunta: ¿por qué no existe algo así como los semanarios juveniles de izquierdas?
A primera vista, semejante idea a uno le produce algo así como náuseas. Es espantosamente fácil imaginar cómo sería un semanario juvenil de izquierdas en caso de que existiera. Recuerdo que en 1920 o 1921 algún optimista distribuía pasquines comunistas entre un grupo de alumnos de un colegio privado. El pasquín era del tipo pregunta/respuesta:
P: ¿Puede un muchacho comunista ser un Boy Scout, camarada?
R: No, camarada.
P: ¿Y por qué, camarada?
R: Porque verás, camarada: un Boy Scout debe rendir saludo a la bandera británica, que es el símbolo de la tiranía y la opresión. Etc., etcétera.
Supongamos que en este momento alguien pusiera en marcha un semanario de izquierdas destinado esencialmente a muchachos de doce a catorce años. No quiero dar a entender que todo el contenido fuera como lo que acabo de citar, aunque ¿alguien pone en duda que sería más o menos de ese estilo? Inevitablemente, tal semanario sería algo tan tedioso como una tabla de gimnasia o bien, en caso de estar bajo influencia del comunismo, sería un cántico en loor de la Rusia soviética. En un caso y en otro, ningún muchacho normal se tomaría jamás la molestia de echarle un vistazo. Al margen de la literatura culta, toda la prensa izquierdista que existe, en la medida en que es vigorosamente izquierdista, no pasa de ser más que un panfleto. El único periódico socialista que podría sobrevivir una semana por sus propios méritos, en calidad de periódico, es el Daily Herald. ¿Y qué dosis de socialismo se cuela en las páginas del Daily Herald? En estos momentos, un periódico de sesgo izquierdista pero capaz de tener al mismo tiempo un cierto atractivo para los adolescentes corrientes es algo prácticamente imposible de concebir.
Pero de ahí no se deduce que sea inviable. No hay una sola razón más o menos clara por la cual todo relato de aventuras haya de tener tintes esnobs y una vena de patriotería impresentable. A fin de cuentas, los relatos de Hotspur y de Modern Boy no son tachados de conservadurismo; son tan sólo relatos de aventuras con un marcado sesgo conservador. Es sumamente fácil imaginar cómo podría subvertirse el proceso. Es posible, por ejemplo, imaginar un semanario como algo apasionante, vivo, como es Hotspur, aunque con una temática y una “ideología” algo más puesta al día. Es incluso posible (aunque esto plantee otras dificultades) imaginar una revista femenina con el mismo nivel literario que tiene Oracle, que tratase más o menos de los mismos relatos, aunque tomando mucho más en cuenta las realidades de la vida de la clase obrera. Este tipo de empresas se han llevado a cabo antes, aunque no en Inglaterra. En los últimos años de la monarquía española hubo una gran producción de novelitas de izquierdas, algunas de origen obviamente anarquista. Por desgracia, en el momento de su aparición no acerté a ver el significado social que revestían, y perdí la colección que tenía, aunque no cabe duda de que aún tiene que haber ejemplares que se puedan encontrar. En cuanto al planteamiento y al estilo narrativo, eran muy similares a las novelitas inglesas de cuatro peniques, con la sola peculiaridad de que su inspiración era izquierdista. Si, por ejemplo, hay un relato en el que se describe a la policía que persigue a los anarquistas por las montañas, está referido desde el punto de vista de los anarquistas, no de la policía. Un ejemplo más cercano es una película soviética titulada Chapaiev, que en Londres se ha proyectado bastantes veces. Técnicamente, según el criterio del momento en que se rodó, Chapaiev es una película de primerísima fila, aunque mentalmente, a pesar de lo desconocido del trasfondo ruso que la inspira, no se halle tan lejos de Hollywood. Lo que la saca de lo corriente es el extraordinario trabajo del actor que encarna a un oficial de los Blancos, una interpretación que parece una inspiradísima muestra de gags sucesivos. Por lo demás, el ambiente es conocido. Nos encontramos con toda la parafernalia al uso, la lucha del héroe contra todo pronóstico, las fugas en el último momento, los planos de caballos al galope, los intereses del amor, el alivio de lo cómico. La película es de hecho muy normal, con la peculiaridad de que la tendencia dominante es “izquierdista”. En una película de Hollywood sobre la guerra civil rusa, los Blancos seguramente serían los ángeles y los Rojos los demonios. Es también una mentira, pero a la larga es menos perniciosa que la otra.
Aquí se nos presentan varios problemas de difícil solución. La naturaleza general de todos ellos es evidente, y no entraré a comentarlos. Meramente me limito a señalar el hecho de que, en Inglaterra, la literatura popular es un campo en el que la izquierda jamás ha querido entrar. Toda la ficción contenida en las novelas de las enmohecidas bibliotecas está censurada según los intereses de la clase dirigente. Y sobre todo ése es el caso de la ficción juvenil, los relatos de sangre y de truenos que prácticamente todo muchacho devora en un momento u otro, que está empapada de las peores ilusiones de 1910. Éste es un hecho que sólo carece de importancia si uno cree que lo que se lee en la infancia no deja una impresión duradera. Lord Camrose y sus colegas obviamente opinan todo lo contrario. Y, a fin de cuentas, si alguien sabe de todo esto es lord Camrose.
Escrito