• Podemos confiar en el poder y la justicia de Dios, y mantenernos agradecidos.
• Podemos amargarnos y tomar el asunto en nuestras propias manos.
• Podemos mantenernos confiados en el amor de Dios porque tenemos los ojos puestos en Jesús.
• Podemos creer que Dios está distante y es indiferente a nuestro dolor.
Aquí los ayudantes deben moverse con cuidado. Estas respuestas revelan cuestiones importantes, pero, al cuidar de los demás, lo primero que hacemos rara vez es indagar en las respuestas del corazón. Más bien, nos detenemos en las relaciones que han sido dolorosas. No empezaríamos una conversación con Job diciéndole: «¿Cómo has respondido ante del Señor por las muertes de tus hijos y tus propios achaques y dolores?». Esas preguntas omiten la compasión y suelen ser innecesarias.
Eso no significa que pospongamos las conversaciones sobre el Señor, sino solo que seremos cuidadosos al acercarnos al corazón de otra persona. La mejor asistencia trae a Cristo de forma temprana y frecuente. Cuando escuchamos de circunstancias y relaciones abrumadoras, debemos ayudarnos mutuamente a hablar de esos problemas con el Señor, pedirle Su compasión y poder, y asegurarnos de Su amor fiel.
Cuando escuchamos de las buenas relaciones de alguien, somos bendecidos junto a esa persona. Si escuchamos de relaciones difíciles, tomamos nota, esperamos oír más en algún momento y preguntamos cómo podemos orar.
Nuestros cuerpos son fuertes, nuestros cuerpos son débiles
El impacto de las otras personas compite con el impacto de nuestro cuerpo. Nuestros cuerpos somos nosotros, pero también actúan como una especie de influencia sobre nuestros corazones, que es similar a la ejercida por la gente. Por lo tanto, en el esquema, el cuerpo se presenta como un círculo, lo que sugiere que, aunque es nosotros, también nos afecta. Por ejemplo, vemos la mala salud como algo que nos ocurre, y es una de las cosas más importantes que nos ocurren.
El saludo más común del mundo es «¿Cómo está tu salud?».
Nuestra petición de oración más frecuente es «¿Podrías orar por sanidad?».
Somos seres físicos y siempre lo seremos. Se acerca el momento en el que nuestros cuerpos serán renovados, pero por ahora pueden ser quisquillosos. En su mejor estado, nuestro cuerpo (y cerebro) es fuerte y saludable. Todo parece funcionar bien y no hay molestias ni dolores que requieran atención. Por lo demás, nuestros cuerpos son débiles y se van desgastando, en cuyo caso pueden transformarse en inquietudes e intromisiones para las tareas cotidianas de la vida. El apóstol Pablo resume así esta idea:
Aunque este nuestro hombre exterior [nuestro cuerpo] se va desgastando, el interior [nuestro corazón o alma] no obstante se renueva de día en día (2 Corintios 4:16).
Nuestro objetivo es estar cada vez más conscientes de esas fortalezas y debilidades físicas.
Todos entendemos un poco sobre las debilidades del cuerpo. Sabemos de los problemas de visión, el dolor crónico, los accidentes vasculares y las fracturas. Sin embargo, al igual que en todos los aspectos de nuestro conocimiento mutuo, queremos saber más. Por ejemplo, considera cómo estructuramos la vida. Hay personas que pueden establecer pasos claros para conseguir un fin específico; otras son más desordenadas. Este proceso se debe a fortalezas o debilidades físicas ―es decir, relacionadas con el cerebro―. Algunas personas se enfocan mucho en los detalles; otras ven el panorama general y se olvidan de los elementos específicos. Eso también puede deberse a diferencias cerebrales.
Los estudios recientes sobre el vínculo entre el cerebro y el comportamiento nos han dado más información sobre problemas difíciles como la demencia en adultos y las diferencias de aprendizaje de los niños. Los últimos avances de la psiquiatría moderna nos han alertado de la interdependencia de nuestros pensamientos y emociones, y el funcionamiento del cerebro. No tenemos que ser expertos en estas áreas de estudio, pero sí queremos aprender lo que podamos, recibir la ayuda de los que tienen más experiencia y ser humildes ante la complejidad humana.
Cuando oímos de buena salud, disfrutamos las bendiciones de esa persona; cuando oímos de discapacidad y enfermedades, esperamos entender más, mostramos compasión y oramos.
• Agradecemos por la buena salud.
• Oramos por sanidad en la enfermedad.
• Oramos para que la fe se renueve en la enfermedad.
Esta es una regla general: mientras mejor entiendas las debilidades físicas de una persona, más paciente serás con ella.
El poder de las circunstancias
Las circunstancias de la vida no tienen el poder de alejarnos de Jesús o hacernos amarlo más; esa es la jurisdicción del corazón. Sin embargo, sí pueden facilitar la vida o hacerla más miserable, y pueden transformarse en pruebas difíciles que revelan cosas sorprendentes sobre lo que alguna vez estuvo latente en nuestro corazón. Cuando nos topamos con un desvío en el peor momento, nos damos cuenta de que nuestros corazones son más iracundos y demandantes que lo que pensábamos.
Por lo tanto, escuchamos en la intersección de la vida y el corazón. Allí, descubrimos que la gente que parece seria y distante ha sido herida, y que su amabilidad emerge cuando solo cavamos un poquito. O tal vez descubramos que los temerosos son los gigantes espirituales en medio nuestro y que los violentados que hablan abiertamente son de los más valientes de nuestras filas. En todas las personas hay profundidades y rincones infinitos. Tenemos el privilegio de compartir y conocer algunos de esos lugares. Aunque nunca podamos conocernos los unos a los otros de forma exhaustiva, sí podemos conocernos con precisión y en verdad.
Discusión y reacción
1. Hay un sinnúmero de influencias que moldean nuestras vidas: las personas, el cuerpo y el cerebro, la educación, el clima, la cultura local, los líderes políticos, la raza y las guerras. ¿Cuál ha sido la influencia predominante de tu vida? ¿Cómo ha afectado tu corazón?
2. Nuestra época ha sido más cuidadosa para describir las diferencias relacionadas con el cerebro. ¿Cuáles te han resultado útiles para entenderte a ti mismo y a los demás? ¿Cómo es que conocer los detalles de las debilidades físicas de otras personas te ha ayudado a amarlas y ser paciente con ellas?
3. El Salmo 130 es un ejemplo de cómo podemos pasar con naturalidad de las circunstancias al corazón:
De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo.
Señor, oye mi voz;
Estén atentos tus oídos
A la voz de mi súplica.
JAH, si mirares a los pecados,
¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse?
Pero en ti hay perdón,
Para que seas reverenciado (v. 1–4).
Cualquiera que hayan sido las circunstancias del salmista, eran extremas. El salmista describe una experiencia en que no podría haber estado más cerca de la muerte y seguir con vida. Sin embargo, dirige sus súplicas al Señor. Recuerda esto: si el Señor, en Su bondad, perdona a Sus enemigos, podemos estar seguros de que estará con nosotros en nuestros períodos de necesidad.
No negamos las dificultades de la vida. Más bien, queremos hablar de ellas con el Dios que nos escucha, recordar Sus promesas y amor fiel, y confiar más en Él.
Dense el tiempo de orar para que podamos expresar salmos similares.
Aunque