Jesús nos precedió en las dificultades y nos conoce.
El amor del Padre nos busca en nuestras dificultades.
La justicia del Padre, que callará a todos los criminales y restaurará a Su pueblo, está garantizada.
Ahora, Jesús está con nosotros por Su Espíritu, y también nos está preparando un lugar en la tierra prometida. Luego de vencer a Satanás, perdonar nuestros pecados y atravesar con éxito el desierto en nuestro lugar, nos guía por el desierto hacia nuestro hogar con Él. Mientras perseveramos con confianza en Él, nos fortalece en nuestra flaqueza. Así honramos Su nombre.
Clama al Señor
La primera forma ―y la más importante― de expresar esta confianza o poder en la debilidad es simplemente hablar con Él:
De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo.
Señor, oye mi voz;
Estén atentos tus oídos
A la voz de mi súplica (Salmo 130:1–2).
Esta es una de las cosas más fáciles y difíciles de hacer. Un niño puede hacerlo, pero también requiere una mezcla sofisticada de necesidad humana y confianza personal en Jesús. En un comienzo, puede sentirse muy poco natural. Puede sentirse como el balbuceo de un bebé. Sin embargo, es mucho más que eso, pues el Espíritu de Dios es Quien nos da palabras para hablar. Esas palabras son honestas, francas, llenas de interrogantes y se aferran, a veces a duras penas, a Jesucristo y lo que Él ha hecho.
La Escritura, el mensaje personal de Dios para nosotros, nos habla en nuestra miseria. Aunque es posible que no identifique la naturaleza exacta de nuestro desierto, una vez que identificamos nuestras luchas específicas como sufrimiento, la Palabra de Dios dice mucho respecto a ellas.
Discusión y reacción
1. ¿Hay pasajes bíblicos específicos sobre el sufrimiento que se hayan vuelto particularmente significativos para ti?
2. ¿Puedes vincular la historia del desierto con dilemas modernos como la depresión, otros problemas que podrían tratarse con fármacos o conflictos que son difíciles de encontrar en la Escritura? La historia del desierto comprende toda clase de dificultades, incluso las que se deben a irregularidades cerebrales o corporales. Una de las ventajas de esta narración consiste en que no es necesario que sepamos la causa precisa del problema descrito para que nos beneficiemos de él, ya que aplica para toda clase de problemas.
3. ¿Cómo podrías orar por alguien utilizando la historia del desierto? Estas son algunas de las realidades espirituales que emergen de la historia magistral del éxodo y podrían guiarte:8
• La vida es difícil. El Hijo sufrió, y los que siguen al Hijo sufrirán (1 Pedro 4:12).
• Habla con el Señor de forma honesta y frecuente. Esto es crucial. Solo habla, gime, pídele a alguien que te lea un salmo y pronuncia un débil «Amén».
• Aspira a conocer mejor a Dios mientras estás en este desierto (Filipenses 3:10–11).
• Puestos los ojos en Jesús. Mantén los ojos en la Escritura, pensando en el Siervo Sufriente. Él entró a tu sufrimiento, y tú puedes entrar al Suyo (Isaías 39–53; Juan 10–21).
• Vive por fe; ve lo invisible (Hebreos 11:1). La visión natural no basta. Tus ojos te dirán que Dios está lejos y mudo. Pero la verdad es que Él está cerca (invisible, pero cerca). Él tiene un cariño único por los que sufren como Él. Por lo tanto, solicita ayuda para forjar una visión espiritual. Escudriña la Escritura. Recluta a otras personas que te ayuden, oren y recuerden la verdad. Pídele al Dios de la consolación que te consuele.
• Dios es Dios (Job 38–42); nosotros somos Sus hijos y no entendemos los detalles de Sus caminos (Salmo 131; Isaías 55:8). La humildad ante el Rey puede acallar algunas de tus interrogantes.
• Pide ayuda. Habla con los que han sufrido, lee sus libros, escúchalos. No estás solo.
• Confiesa tu pecado. Esto no significa que el pecado sea necesariamente la causa de tu sufrimiento. Solo significa que el sufrimiento pone a prueba nuestras lealtades, y es posible que quede al descubierto que nuestras lealtades estaban más divididas de lo que sabíamos (Santiago 1:2– 4). Además, la confesión es una característica habitual de la vida cotidiana. Te ayuda a ver la cruz de Jesús con más claridad y es la manera más rápida de ver el amor persistente y generoso de Dios (Hebreos 12:1–12).
• Mira hacia delante. Necesitamos tener una visión espiritual respecto a lo que está ocurriendo ahora y a la dirección en la que se dirige el universo. Estamos en una peregrinación que termina en el templo de Dios (Salmo 23:6; 84:1–4).
Estas realidades espirituales no tienen el propósito de darnos respuestas para las preguntas de todos. Tanto nuestro propio sufrimiento como el sufrimiento de los demás nos compele a ser humildes, siempre y cuando aspiremos más a ser como niños que a ser maestros. Sin embargo, sí nos recuerdan que Dios habla acerca del sufrimiento y se dirige a los que sufren
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