Puede que lo escuchemos nos sorprenda. Mal que mal, para la mayoría de las personas no es común que les pregunten de ellas, así que puede que nos den mucha más información que la básica. Puede que oigamos de eventos dignos de celebrar; puede que escuchemos sobre dificultades personales.
Los eventos buenos y agradables podrían ser un proyecto que se completó con éxito o una nueva relación. Pero aquí también hay bienes más profundos, como cuando vemos algo del carácter de Dios en la otra persona: cómo ama a su familia y sus amigos, cómo sirve, cuida o persevera en las dificultades.
Y habrá dificultades continuas, como problemas de salud personales o de familiares y amigos, injusticias en el trabajo y relaciones rotas.
Como respuesta, escuchamos. Eso significa que estamos concentrados, nos involucramos y somos afectados por lo que dicen. Compartimos, de un cierto modo, los deleites de las cosas buenas y las cargas de las cosas difíciles. La pauta para extraer estos asuntos importantes puede ser confusa, y en adelante hablaremos más de ella, pero sabemos esto: siempre hay más por conocer.
Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre; Mas el hombre entendido lo alcanzará
(Proverbios 20:5).
Esperamos ser esa persona entendida, lo que solo puede ocurrir si buscamos a los demás como Jesús nos buscó a nosotros.
Discusión y reacción
1. ¿Alguna vez te ha buscado alguien que de verdad se interesó en tu vida? ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo te animó?
2. Esperamos encontrar motivación en la manera en que Jesús nos ha tratado a nosotros. ¿Cómo dirías que Jesús te buscó?
3. ¿Por qué podrías resistirte a acercarte a los demás?
4. ¿Cómo esperas dar el primer paso hoy y esta semana?
Conoce el corazón, conoce a la persona. Nuestro interés en ayudarnos unos a otros nos hace ir más allá de las conversaciones rutinarias y entrar a la esfera del corazón. Contar con una guía clara para este terreno puede enriquecer todas nuestras relaciones.
Alguien te pregunta: «¿Cómo estás?».
Tú respondes: «Bien, gracias. ¿Cómo estás tú?».
Es un saludo placentero.
Pero cuando alguien te pregunta «¿Cómo estás?», para todo lo que está haciendo y se sienta a escucharte, tiendes a decir más.
Eventos y circunstancias de la vida
En un comienzo, puede que ese más sea un simple recuento de los eventos del día.
Un padre le pregunta a su hija de doce años: «¿Cómo estuvo el día en la escuela?».
―«Bien».
―«Cuéntame un poco más».
―«Tuve matemáticas, después historia y después almorcé».
Es un comienzo, pero no queremos que nuestras conversaciones solo cubran eventos. Tenemos la sensación de que hay algo más profundo. Queremos saber qué es importante para la otra persona, y eso nos lleva a lo que la Escritura llama corazón.4
Cuestiones del corazón
Es posible que el corazón esté velado y sea difícil de conocer. Preferimos ocultar sus pensamientos menos atrayentes y algunas de sus heridas. Sin embargo, cuando estamos dispuestos a ser un poco más vulnerables y los demás tratan nuestro corazón con cuidado, descubrimos que conocer y ser conocidos es parte de nuestro diseño. Esas conversaciones son un deleite, y resultan esenciales si queremos cuidarnos, ayudarnos y animarnos bien los unos a los otros.
Imagínate al corazón como algo con capas y profundo. Es comparado con las raíces de un árbol (Jeremías 17:5–8), con aguas profundas (Proverbios 20:5) y con un tesoro que debemos buscar (Mateo 6:20). Como está lleno de muchas cosas, siempre habrá más por descubrir, aunque a veces alcanzarlo requiere tiempo y confianza.
Deseos naturales
Sabes que entraste al corazón cuando descubres carencias, afectos o deseos. Allí guardamos lo más importante para nosotros.
Queremos descanso y salud para nuestros cuerpos,
lo mejor para nuestros amigos y familiares,
protección de nuestros enemigos,
un trabajo significativo,
una vida que aporte,
paz,
amor.
Estos deseos del corazón son importantes para el Señor, y Él nos invita a derramar nuestros corazones delante de Él (Salmo 62:8). Así es cómo funciona Su amor. Él comparte los placeres y dolores de Sus amados. El Señor nos escucha en el sentido más pleno. Oye y se conmueve. Nos invita a hablar y responde con compasión, recordatorios de Su fidelidad pasada y la certidumbre de Sus promesas.
Entonces, en respuesta a Él, hacemos eso mismo los unos con los otros. Invitamos a hablar a los demás. Entramos al mundo de las otras personas. Buscamos escuchar los asuntos más importantes para el otro. Escuchamos y rastreamos las emociones de la persona, pues allí es donde encontramos carencias y deseos.
«¿Cuáles han sido los mejores momentos de tu día?».
«¿Qué ha sido especialmente difícil?».
Las preguntas como estas nos sitúan en la dirección correcta. Nos llevan a los deseos naturales satisfechos o frustrados, y suelen ser el primer paso para llegar al corazón.
Deseos morales
Justo abajo de nuestros deseos alborotados se encuentra la dirección moral de nuestra vida:
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca (Lucas 6:45).
Una vez, un amigo me preguntó: «¿Cómo está tu corazón?».
Nota que estaba cavando más hondo. Estaba especialmente interesado en la forma en que mis deseos establecen el curso moral o espiritual de mi vida.
Aquí descubrimos que nuestro corazón puede ser recto, constante, limpio, penitente y puro o hipócrita, corrupto, duro y repleto de necedades.
En otras palabras, lo que ese hombre me estaba preguntado básicamente era: «¿Cómo te ha ido en las batallas espirituales? ¿Cómo estás lidiando con las tentaciones de la vida?». Por lo general, solo otorgamos acceso a estas áreas en las relaciones más curtidas que se caracterizan por el amor.
Deseos con respecto a Dios
Desde luego, nuestra dirección moral se basa en una persona. La dirección de nuestro corazón nunca es un mero asunto de guardar o quebrar la ley. En nuestro corazón, conocemos a nuestro Dios Creador (Romanos 1:19–21; 2:14–15), y todo lo que hay en nuestra vida se relaciona con Él:
Cuando violamos Su ley, deshonramos Su nombre y nos hemos alejado.
Cuando amamos a los demás, lo honramos y amamos a Él.
Cuando tenemos miedo, necesitamos conocer con mayor profundidad Quién es Él y Su cercanía.
Cuando nos enojamos, nos alejamos de Él y vivimos principalmente para nuestros propios deseos.
Cuando tenemos vergüenza, nos alejamos de Él porque creemos la mentira de que se alejó de nosotros.
Todos vivimos ante el rostro de Dios, estemos o no conscientes de esa