Ajith Fernando, director de docencia, Youth for Christ, Sri Lanka; autor de Un llamado, gozo y sufrimiento.
«Este libro es corto, pero su efecto es poderoso. Ed Welch nos ha dado una guía fácil de usar para que nuestras iglesias crezcan juntas buscando cuidarnos mejor los unos a los otros. Me encanta que las lecciones estén diseñadas para leerse en voz alta y discutirse entre los miembros de la iglesia. Ya vislumbro varios grupos de personas con que podría leer este libro en nuestra congregación. Compra este libro. Mejor aún: compra varias copias de este libro para obsequiarlas en tu iglesia. Incluso mejor que eso: haz que la gente de tu iglesia lea este libro junta. El impacto de este libro en nuestras iglesias puede ser de gran alcance si buscamos amarnos los unos a los otros de un modo que centre la atención en Cristo».
Dave Furman, pastor principal, Redeemer Church de Dubái; autor de Kiss the Wave [Besa la ola] y Being There [Estar allí].
« Cuidándonos unos a otros es una guía concisa para ayudar a los demás. Contiene perlas de sabiduría bíblica y principios sanos que animan a los lectores a acercarse a los demás con toda humildad, a ser personales y orar, y a ser sensibles para hablar del sufrimiento y el pecado. Recomiendo encarecidamente este libro tan útil a todos los cristianos».
Siang–Yang Tan, profesor de psicología, Fuller Theological Seminary; pastor principal, First Evangelical Church Glendale, California; autor de Counseling and Psychotherapy: A Christian Perspective [Consejería y psicoterapia: Una perspectiva bíblica].
«Breve, bíblico, práctico, sabio: si necesitas ayuda para construir relaciones significativas, Ed Welch será el guía perfecto. Cuidándonos unos a otros será una lectura obligada para todos mis estudiantes».
Deepak Reju, pastor de consejería bíblica y ministerio familiar, Capitol Hill Baptist Church, Washington, DC; autor de El pastor y la consejería y She’s Got the Wrong Guy [Está con el chico incorrecto].
«Necesito este libro. Mi iglesia necesita este libro. Mi comunidad local necesita que mi iglesia lea este libro. Ed Welch visualiza una nueva clase de comunidad atenta que camina en dependencia de la gracia de Dios. Con amor y sabiduría cristocéntrica, nos muestra cómo se ve eso en la práctica y cómo podemos llegar allí. Tal comunidad es la que deseo para mi familia, mi iglesia y la gloria de Dios. Cuando se trate de cuidar a los demás, este será el primer libro que tomaré para despertar mi alma, moldear mis oraciones y capacitar a mi iglesia».
Ste Casey, tutor académico y orador, Biblical Counseling UK; pastor, Speke Baptist Church, Liverpool, Inglaterra.
PREFACIO
Nuestro llamado es cuidar mutuamente de nuestras almas. Queremos llevar nuestras luchas al Señor y a los demás para que la Iglesia se fortalezca y el mundo presencie la sabiduría y el amor.
Sin embargo, como tenemos una larga lista de problemas propios, es fácil que pensemos que sería mejor dejar el cuidado de los demás en manos de los que están mejor capacitados. Pero el Reino de Dios opera en formas que no esperaríamos. Aquí, los humildes y débiles son los que realizan el trabajo pesado del cuidado pastoral:
Y él mismo [Jesús] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:11–13).
Los pastores y maestros realizan la obra del ministerio. También nos capacitan para la obra del ministerio. Por lo visto, el Señor Se complace en usar personas comunes, mediante actos de amor aparentemente comunes, para que sean los principales contribuyentes a la maduración de Su pueblo. Si has confiado en Jesús en lugar de en ti mismo y te sientes débil e incapacitado, entonces estás capacitado. Entonces estás llamado.
El objetivo de estas ocho lecciones es seguir moldeando la cultura de tu iglesia, de modo que la consejería y el cuidado mutuo de las almas se transformen en características naturales de la vida cotidiana del cuerpo. Las lecciones son breves pero ricas en teología esencial, y están repletas de aplicaciones potenciales. Están diseñadas para leerse en voz alta junto a un grupo (los participantes no tienen que leer nada con anterioridad).
Nuestra utilidad ―nuestro cuidado de las almas― comienza con nuestra necesidad de que nos cuiden. Necesitamos a Dios, y necesitamos a las otras personas. Nuestro objetivo es alcanzar la madurez mediante la dependencia. Para poner a prueba esta humildad, pedimos que los demás oren por nosotros. Eso contribuye a formar una cultura eclesiástica menos auto defensiva y más unida.
Imagínate un grupo interconectado de personas que se cuentan su vida. Puedes hablar de tu dolor, y alguien responde con compasión y oración. Puedes hablar de tus alegrías, y alguien se regocija contigo. Incluso puedes pedir ayuda en tus luchas con el pecado, y alguien ora contigo, te infunde esperanza y ánimo usando la Escritura, y no te deja solo hasta que parece que el pecado ya no tiene el predominio. Hay apertura, libertad, amistad, compañerismo para sobrellevar las cargas y entrega y recepción de sabiduría. No hay respuestas trilladas. Y Jesús está en todo el proceso.
Queremos más de eso.
Cuando acudimos a Jesús, Él nos perdona y limpia, de modo que podemos hablar francamente y sin vergüenza; Él nos ama, de modo que podemos amarlo libremente a Él y a los demás, y Él nos da la sabiduría y el poder de Su Espíritu, de modo que podemos ayudarnos mutuamente de una manera que nos edifique e infunda esperanza. En Su honor y poder, queremos convertirnos en un cuerpo de Cristo maravillosamente amoroso, sabio e interdependiente, uno en el que podamos ayudarnos los unos a los otros en los momentos de dificultad.
El apóstol Pablo prioriza la humildad
De hecho, en Efesios 3 Pablo oró para que fuéramos esa clase de comunidad (v. 14–21). También nos enseñó cómo hacerlo:
Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Efesios 4:1–3).
Agustín escribió: «El primer camino [hacia la verdad] es la humildad, el segundo camino es la humildad y el tercer camino es la humildad».1 Si la humildad no precede a nuestra sabiduría y asistencia, nuestros esfuerzos serán vanos. Al parecer, Pablo estaría de acuerdo con esa afirmación. La vida en Cristo comienza con la humildad.
La humildad simplemente reconoce nuestros muchos pecados y limitaciones, y responde diciendo: «Necesito a Jesús y necesito a las otras personas». Es un conjunto atractivo que incluye la confianza en el control de Dios, la fe en el perdón y el amor del Señor, y una apertura que no brota de tener que ser alguien, sino del descanso en Jesús. Resulta ser que el simple reconocimiento de nuestras necesidades y flaquezas le abre la puerta a la gracia de Dios, donde hallamos confianza, paz, seguridad, sabiduría, fortaleza y libertad en Él.
La humildad nos lleva a la oración
Una manera