Por otro lado, Juan Bautista Andraca, uno de los grandes propietarios urbanos a fines de la época colonial, a quien se le intentó secuestrar 15 casas en 1821, fue también otro de los grandes beneficiados por la consolidación de 1850 al recibir 61 000 pesos en vales. Muchos de estos comerciantes y propietarios de origen colonial aparecerán entre los primeros nativos que otorgaron empréstitos, no siempre forzados, al Estado republicano49.
Las deudas que el Estado tenía con acreedores que prestaban mayoritariamente, aunque no siempre, en efectivo, percibían un interés mensual elevado y el Estado se veía obligado a contraer y pagar puntualmente sus intereses y amortizaciones. Si no lo hacía, corría el riesgo de perder una fuente de financiamiento importante, una de las más necesitadas previas a la aparición del guano. Se trata de los créditos colocados en el ramo de arbitrios, Casa de Moneda y abonos de aduana, utilizando como garantías, respectivamente, el producto de los impuestos sobre mercadería internada (arbitrios), los derechos de acuñación y los derechos de aduana. El ramo de arbitrios lo administraba el Tribunal del Consulado, amortizando mensualmente los créditos al mejor postor con la modalidad de propuestas cerradas. Luego el ramo de arbitrios se trasladó al de la Caja de Consolidación, junto con los créditos sobre la Casa de la Moneda, con preferencia en su amortización y pago de intereses.
En el Archivo General de la Nación se puede verificar, en la sección de libros manuscritos republicanos, una colección de cuentas corrientes de los empréstitos sobre el ramo de arbitrios entre 1838 y 1855. Así, es factible obtener información de cómo fue evolucionando la inversión interna en deudas estatales y el nombre de los principales prestamistas que van configurando un importante sector del poderío económico de la época. Las tablas 2 y 3 muestran a los principales acreedores componentes de este sector.
Según estas tablas, los grandes prestamistas en el ramo de arbitrios serán en su mayoría prácticamente los mismos que se pueden encontrar entre los encumbrados poseedores y negociantes de vales de consolidación entre 1852 y 1858. El caso de José Vicente Oyague, que de ser un acreedor de solo 573 pesos en el periodo 1841-1843, y de 177 650 pesos al 1% de interés mensual en 1855, es el ejemplo más saltante del progreso de algunos comerciantes en su capacidad de realizar préstamos al Estado y obtener beneficios de ello. Otros personajes que incrementan sus créditos contra el Estado entre esos años son Isidro Aramburú, José Canevaro, Ancelmo Centeno, Andrés Gamarra, Micaela Lozano de Blanco, y Meléndez y Castañeda50. Un análisis más profundo sobre estos acreedores sería muy útil para evidenciar cambios entre los principales poseedores de capital comercial antes y después de la aparición del guano; sin embargo, para los efectos del presente estudio, es suficiente la constatación de la existencia de privilegiados prestamistas entre los principales beneficiados por la consolidación.
En conclusión, antes de la consolidación de 1850 se evidencia una predilección o favoritismo por concentrar la cancelación de la deuda interna entre acreedores que colocaron préstamos con sólidas garantías de rentas estratégicas del fisco. Estos prestamistas por lo general son personas ligadas a la actividad comercial, uno de los pocos rubros de la economía de la época con márgenes aceptables de ganancia y acumulación. Aquellos sectores ligados a la deprimida producción agraria, provincial o minera, obtuvieron una participación mínima en la por demás reducida satisfacción de la deuda interna antes de 1850. Eran sectores que demandaban patéticamente capitales para su reconstitución. El Estado no solamente se veía imposibilitado de satisfacer a estos sectores deficitarios en sus reclamos, sino que los relegaba aún más con su indiferencia y hasta los gravaba con impuestos excesivos. En consecuencia, los productores del sector agrario y minero recurren al endeudamiento con el sector comercial, cediendo muchos de sus derechos sobre la deuda interna y perdiendo en numerosos casos sus propiedades.
Este fenómeno encuentra entre sus causas el carácter de empréstito forzoso que originó los reclamos de la deuda interna por parte de hacendados, mineros y propietarios provincianos. Este tipo de deuda era muy aleatoria y de difícil cancelación en circunstancias de pugnas entre caudillos y destrucción de propiedades. Los empréstitos en los ramos de arbitrios, Casa de Moneda y aduana eran por el contrario préstamos con la expectativa de obtener altísimos intereses. El aparato estatal sufría endémicamente de un desbalance presupuestal, y necesitaba urgentemente de financiamiento interno debido a su pésimo crédito externo. Los caudillos que se disputaban el control del Estado estaban dispuestos a acceder a las exigencias de prestamistas comerciales ante la carencia de capitales.
Sin embargo, los préstamos con rentas fiscales poseían una cuota de riesgo debido a lo inestable de la situación política, aunque poco a poco los comerciantes nativos y extranjeros logran defender exitosamente sus inversiones al constituirse en el principal grupo de presión. Adicionalmente, el conjunto de hacendados y mineros no constituyó un grupo políticamente poderoso como para presionar el pago de lo que se les debía. Los caudillos militares, al manejar en su favor la violencia institucionalizada, prefirieron beneficiarse ellos mismos de los exiguos fondos de la deuda interna antes de 1850 con adjudicaciones escandalosas. A la vez, se aliaban coyunturalmente con los comerciantes-prestamistas para satisfacer sus necesidades monetarias inmediatas, sin dejar de abusar del sector productivo a sus anchas, continuando la política de empréstitos forzosos e impuestos asfixiantes. Finalmente, como se analizará en el próximo capítulo, este juego de intereses afectará decisivamente la evolución de la legislación de la deuda interna.
Tabla 2 Principales acreedores del ramo de arbitrios, 1841-1843 (en pesos)
Nombres de Acreedores | Años del Reconocimiento | Saldo 1841 | Saldo 1843 | Intereses:% mensual |
Aramburú, Isidro | 1834-38 | 1463 | 3464 | 1; 1,5 |
Alvarez Calderón, Francisco | 1834-39 | 10 220 | 9226 | 2; 1,5 |
Aranzaenz, Buenaventura | 1835-37 | 5400 | 5400 | 1,5 |
Allier, Aquiles | 1841 | 15 591 | * | 1 |
Blanco, Miguel | 1834-37 | 16 841 | ** | 2 |
Balega, Félix | 1835-36 | 4250 | 4250 | 2 |
Buenamuerte, Convento | 1839 | 13 146 | 11 364 | 1; 1,5 |
Bringas, Manuel | 1841 | 11 378 | 12 978 | 1 |
Campoó, José | 1834 | 5931 | 5931 | 2;1 |
Comparet, Sebastián | 1836-39 | 11 333 | 11 333 | 1,5 |
Canevaro, José | 1835-36 | 75 | 75 | 1; 2 |
Chumet Desfloses o B. Navejas | 1837 | 8000 | 8000 | 2 |
Candamo, Pedro Gonzales | 1841 | 12 533 | 12 533 | 1 |
Elías, Domingo | 1838 | 838 | 838 | 2 |
Feyfer, Federico | 1836 | 500 | 500 | 2 |
Fuente Hermosa, sus herederos | 1839 | 24 300 | 24 300 | 1; 1,5 |
García de la Plata, Manuel | 1835-41 | 7044 | 10 994 | 1,5 |
García y Compañía | 1841 | 7872 | 1451 | 1 |
Galdeano, José María | 1834-39 | 31 400 | 32 400 | 1 |
Gil, Juan (por Roncal) | 1834-36 | 11 000 | 11 000 | 2; 1 |
Gibbs Crawley y Compañía | 1835-38 | 35 993 | 35 993 | 1; 1,5 |
Huth Gruning y Compañía | 1834-36 | 21 838 | 11 838 | 1,5 |
Izcue, Juan Francisco | 1834-39 | 5142 | 5142 | 1,5; 2 |
Iturregui, Juan Manuel | 1834-39 | 12 380 | 12 380 | 1,5 |
Junín, Departamento de | 1834 | 12 902 | 8660 | 1,5 |
Lavalle, Juan Bautista | 1834-37 | 9490 | 9490 | 1,5 |
Larragoitia, Rafael | 1834-39 | 6823 | 923 | 2; 1,5 |
Lecuona, José Nic. | 1834-36 | 4500 | 2500 | 2; 1 |
Macall y Compañía | 1837 | 5906 | 5906 | 2 |
Navarrete, Ramón | 1835-36 | 10 163 | 10 843 | 1; 2 |
Quirós, Francisco | 1834,37,38 | 5618 | 5618 | 1; 1,5; 1 |
Revoredo, Felipe | 1834-38,41 | 26 167 | 26 167 | 1,5; 1 |
Romero y Compañía | 1834-36 | 13 548 | 15 558 | 1; 1,5; 2 |
Roncal, Fermín | 1835-37 | 1913 | 12
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