Voy con mi última palabra de agradecimiento, con mi primer reconocimiento. Tiene también, cuando todo llega a su fin, la figura del nombre propio –«¿acaso los nombres de las personas no se resisten a la disolución del sentido y nos ayudan a hablar?»–13 posee además la vez de las veces acabadas de mencionar: Quico, José.
1 He aquí los volúmenes respectivos: Manuel E. Vázquez y Romà de la Calle (eds.): Filosofía y Razón. Kant, 200 años, Valencia, PUV, 2005. Faustino Oncina y Manuel Ramos (eds.): Ilustración y Modernidad en Friedrich Schiller en el bicentenario de su muerte, Valencia, PUV, 2006. Y Manuel Jiménez Redondo y Andrés Alonso Martos (eds.): Figuraciones contemporáneas de lo Absoluto. 200 años de la Fenomenología del espíritu de Hegel, Valencia, PUV, 2008. El de Rousseau, en el 2009.
2 E. Lévinas: Autrement qu’être ou au-delà de l’essence, París, Le Livre de Poche, 1991, pp. 252-253.
3 E. Lévinas: De Dieu qui vient à l’idée, París, Vrin, 1986, p. 143. Puede leerse en el mismo sentido su obra Totalité et Infini
4 E. Lévinas: Le temps et l’autre, París, PUF, 1983, p. 88.
5 E. Lévinas: «Hegel et les juifs», en Difficile liberté, París, Albin Michel, 1976, p. 357.
6 J. Derrida: «Violence et metaphysique. Essai sur la pensée d’Emmanuel Lévinas», en L’écriture et la différence, París, Seuil, 1967.
7 E. Lévinas: «Énigme et phénomèn», En decouvrant l’existence avec Husserl et Heidegger, París, Vrin, 1967, p. 286.
8 Ibíd.
9 E. Lévinas: De l’existence à l’existant, París, Vrin, 1963, p. 150.
10 E. Lévinas: «Énigme et phénomèn», p. 290.
11 E. Lévinas: De Dieu qui vient à l’idée, pp. 224-225.
12 E. Lévinas: Autrement qu’être ou au-delà de l’essence, p. 249.
13 E. Lévinas: Noms propes, París, Fata Morgana, 1976, p. 9.
LA ASIMETRÍA DEL ROSTRO
ENTREVISTA A EMMANUEL LÉVINAS*
F. Guwy
El texto que sigue, transcripción de una entrevista para la televisión neerlandesa (1986), es destacable por varias razones.
De entrada, por su estilo. Lévinas, que es un autor difícil, o al menos así es considerado, se expresa en un lenguaje muy sencillo. Es un texto sin el menor efecto retórico y de una precisión extrema, donde cada frase, casi cada palabra, reúne y despliega un extenso conjunto de investigaciones filosóficas. Hay que prestar atención al modo en el que, cada vez, Lévinas profundiza, matizando o rechazando, la sugerencia que contiene la pregunta planteada.
En segundo lugar, Lévinas se muestra «en persona», vivo, vibrante, evocando sus sentimientos personales y los dramas históricos vividos, a los que no duda en poner en relación con el desarrollo de su pensamiento. Hay, al mismo tiempo, un rechazo del pesimismo, un rechazo a tomar distancia con respecto a la «civilización occidental», un mensaje de esperanza con «la afirmación de una bondad original de la naturaleza humana»; naturaleza humana que es, nos dice sin temer la paradoja, «la ruptura del orden de la naturaleza».
Pero el rasgo más sobresaliente de este texto es su contenido filosófico: encuentro con Lévinas y nada más que con Lévinas. Husserl, Hegel y Heidegger, esas emblemáticas figuras con las que no cesa de dialogar, han desaparecido de la escena. Ningún filósofo es pronunciado. ¿Acaso ninguno? ¡No, sólo uno, Spinoza! Como si al final de su trayectoria, Lévinas quisiera identificar al más irreductible de sus adversarios: con el rostro del otro, con la responsabilidad por el otro, se rompe el orden en el que el ser persevera en su ser –«acto supremo de Dios», según Spinoza–. Si no fuera incongruente juntar las palabras testamento y filosofía, diría que éste es el testamento filosófico de Lévinas. Incongruente, cierto, ¡pero qué testamento!**
JOËLLE HANSEL
(revue Cités)
EMMANUEL LÉVINAS. Soy responsable del otro, respondo del otro. El tema principal, mi definición fundamental, es que el otro hombre, que en principio forma parte de un conjunto que abarca todo y que me es dado como los otros objetos, como el conjunto del mundo, como el espectáculo del mundo, rompe de algún modo ese todo precisamente por su aparición como rostro. El rostro no es simplemente una forma plástica, sino de entrada un compromiso para mí, una llamada, la orden de ponerme a su servicio. No sólo del rostro, sino de la otra persona que en ese rostro se me aparece a la vez en su desnudez, sin medios, sin nada que la proteja, en su indigencia y, al mismo tiempo, como el lugar en el que recibo un mandato. Esa forma de mandato es lo que yo llamo la palabra de Dios en el rostro.
[Los escritores rusos] fueron fundamentales: Pushkin, Gogol, más tarde los grandes prosistas, Turguéniev, Tolstoi, Dostoyevski... En ellos se da constantemente la puesta en cuestión de lo humano, del sentido de lo humano. Te aproximan a problemas que, me parece, siguen siendo esenciales para la filosofía y que, bajo otras formas, encuentras en la literatura específicamente filosófica; y en todo caso los encuentras también en esa obra literaria, libro de todos los libros, que es la Biblia.
FRANCE GUWY. ¿Hay para usted contradicción entre la Biblia y la filosofía?
E. L. No lo creo, nunca lo he vivido como una contradicción. En los dos casos se trata del sentido, de la aparición del sentido: que sea en la forma que los griegos