4. Una descripción detallada en Gerald Holton: Introducción a los conceptos y teorías de las ciencias físicas, Barcelona, Reverté, 1984, cap. XXV.
5. Calculada en el vacío como 299.792,458299.792,458 km/seg.
6. Vid. Isaac Newton: Óptica, op. cit., Libro III, Parte I, Que. 19-24.
7. La aberración estelar consistía en el movimiento aparente de las estrellas en trayectorias elípticas ínfimas (40” de arco) alineadas respecto al eje de rotación de la Tierra. James Bradley en 1728 justificó el fenómeno por el avance relativo de la Tierra respecto de la estrella mientras le alcanza la luz proveniente de aquella. Young (1804) argumentó que si la Tierra arrastrase el éter, las ondas de luz que alcanzan la Tierra provenientes de la estrella adquirirían la velocidad de la Tierra no apareciendo la aberración. El éter debía estar en reposo absoluto para que el fenómeno se produjese. Vid. Banesh Hoffmann, La relatividad y sus orígenes, Barcelona, Labor, 1985, p. 56 y ss. Igualmente José Manuel Sánchez Ron, El origen y desarrollo de la relatividad, 2.ª ed. ampliada, Madrid, Alianza Universidad, 1985, cap. II.
8. Una descripción del complicado «modus operandi», en Albert Michelson y Edward W. Morley: «Sobre el movimiento relativo de la Tierra y el éter luminífero», en Albert Einstein et alii: La teoría de la relatividad, Madrid, Alianza, 1973. Una descripción de todos los intentos posteriores, más sofisticados e igualmente nulos, en Robert Resnick: Introducción a la teoría especial de la relatividad, México, Limusa, 1979, pp. 17 y ss.
9. Albert Einstein: La relatividad, México, Grijalbo, 1971, p. 28. Trad. cast. de la original alemana de 1917.
10. Albert Einstein: «Autobiographical Notes», en Paul Arthur Schilpp (ed.), Albert Einstein Philosopher-Scientist, La Salle (Illinois), Open Court, 1949, The Library of Living Philosophers, n.º 11, vol. I, p. 53.
La sobrevaloración del experimento de Michelson-Morley se produce dentro de la interpretación empirista de Einstein, que veía en la teoría de la relatividad una teorización de las consecuencias del resultado nulo del experimento.
11. Albert Einstein: La relatividad, op. cit., cap. V. Una descripción pormenorizada en «Qué es la teoría de la Relatividad», en Albert Einstein: Mis ideas y opiniones, Barcelona, Antoni Bosch, 1980, p. 204. Traducción castellana de Ideas and Opinions (1955). Se citará como Mis ideas y opiniones.
12. A. Einstein: «On the Eolectrodinamics of Moving Bodies», en A. Einstein et alii: The Principle of Relativity, Nueva York, Dover Public., 1953, pp. 38-39. Trad. de «Zur Electrodynamick bewegter Körper», Annalen der Physik, 17, 1905.
13. Albert Einstein: La relatividad, cap. XV. Igualmente en El significado de la relatividad, Madrid, Espasa-Calpe, 1948, pp. 54 y ss. Traducción de The Meaning of Relativity, Nueva York, University of Princenton, 1921.
14. Vid. Rudolf von B. Rucker: Geometry, Relativity and the Fourth Dimension, Nueva York, Dover Public., 1977, cap. II.
15. Vid. la explicación de Einstein del principio de equivalencia como extensión del principio de relatividad en «The Foundation of the General Theory of Relativity», en The Principle of Relativity, op. cit., pp. 122 y ss. Trad. de «Die Grundlage der allgemeinen Relativitatstheorie», Annalen der Physik, 49, 1916.
Einstein utiliza como ejemplo una cámara totalmente aislada de la que una entidad puede tirar mediante un gancho. En su interior se encuentra un observador provisto de todo tipo de aparatos científicos. No habría ninguna diferencia para una persona situada en la cámara moviéndose uniformemente en el campo gravitatorio de la Tierra y en la misma cámara en caída libre en el espacio sin campo gravitatorio alguno y con una aceleración equivalente al campo gravitatorio terrestre. Vid. La relatividad, op. cit., cap. XX.
16. Definida por vez primera en «Uber den Einfluss der Schwerkraft auf die Ausbreitung des Lichtes», Annalen der Physik, 35, 1911. Traducida como «On the Influence of Gravitation on the Propagation of Light», en The Principle of Relativity, op. cit., pp. 97-108.
Capítulo 2
LA DEFENSA FENOMENALISTA
DE LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD
FRENTE A LAS INTERPRETACIONES IDEALISTAS
El éxito de la teoría de la relatividad la convirtió en objeto inmediato de debate científico y filosófico. En ciencia, una parte sustancial de la comunidad científica trató de demostrar infructuosamente que la teoría se basaba en algún error matemático; tiempo después de su corraboración, físicos desbordados por aquel cambio de paradigma esperaban ver resurgir a Newton como consecuencia de algún error teórico de bulto que había sido pasado por alto en la teoría.
En filosofía, los intentos fueron inmediatamente destinados a apropiarse del prestigio de la teoría mostrando su coincidencia con las posiciones propias. Sorprentemente, no fue la filosofía empirista sino la idealista la que trató de poner de su lado a la nueva teoría que parecía darle la razón al resaltar con su adjetivo relativista la importancia del sujeto. La teoría de la relatividad fue recibida con júbilo como una confirmación científica del subjetivismo extremo. El idealismo inmediatamente equiparó a los observadores de los distintos sistemas físicos de referencia de los que hablaba la relatividad con mentes que construyen el mundo exterior. Así, la existencia de la realidad exterior está relegada a su percepción por la mente del observador. La relatividad no habría hecho más que trasladar al terreno de la ciencia la importancia decisiva del sujeto en el conocimiento señalada por la filosofía idealista. Vendría a ser una confirmación de parte de la física del derecho de cada sujeto a mantener la validez de su visión del mundo y de su punto de vista.
Además, la eliminación que hacía la teoría de la relatividad del espacio y tiempo absolutos newtonianos como sistema de referencia privilegiado equivalía para los idealistas a dar vía libre a la legitimidad científica del idealismo.1 La interpretación idealista de la relatividad deducía, de la posibilidad de existencia de diversos sistemas de referencia, la inexcusable aceptación de un subjetivismo extremo. La relatividad vendría a ser un refuerzo científico a la posición filosófica de Berkeley en la que no sólo las percepciones dependían del punto de vista del observador sino también el espacio y el tiempo. La percepción evidencia que el trascurrir del tiempo varía psicológicamente según los sujetos y de igual manera podríamos hablar del espacio. Cada sujeto tiene su propia medida del tiempo y del espacio. El punto de vista desde el que construye la realidad el sujeto es único.
El idealismo parecía robar a la filosofía empirista la baza que suponía el éxito de una