Al igual que las AFR en Valencia, la Unión Republicana Femenina, liderada por Clara Campoamor y constituida en junio de 1931, multiplicó sus afiliadas en el territorio nacional, defendió el ejercicio activo de derechos políticos, sociales y jurídicos para las mujeres y programó actividades que combinaban charlas culturales y de formación cívica y política con otras actividades benéficas y asistenciales.[118]También María Lejárraga –que en 1933 sería elegida diputada– puso en pie la Asociación Femenina de Educación Cívica, posicionada a favor del socialismo. La «Cívica» pretendía proporcionar a las jóvenes empleadas y «proletarias», carentes de estudios universitarios, un foro cultural y social que acrecentara su formación en el nuevo contexto democrático.[119]En Cataluña las mujeres de Esquerra Republicana de Catalunya organizaron también secciones específicas para encuadrar y coordinar la militancia femenina. María Dolors Bargalló fue una de las dirigentes feministas de las secciones femeninas y del partido.[120]
Pese a la tensión aún presente en estas formaciones que, en muchos casos, oscilaban entre la afirmación del protagonismo femenino en la política y la reproducción de ciertas jerarquías de género, esta nueva modalidad de educación ciudadana aludía a la capacitación de las mujeres para ejercer una ciudadanía progresivamente equivalente entre los sexos.
Las estrategias mantenidas durante décadas por el minoritario feminismo republicano valenciano, pero también por otros feminismos socialistas o progresistas que habían reivindicado la igualdad de derechos y particularmente el derecho al voto, manifestaban finalmente su eficacia. En el bienio republicano-socialista la formación cultural, cívica y política de la población femenina dependía, en mayor medida que en momentos anteriores, de la capacidad de las mujeres para articular discursos, auto-organizarse y actuar con cierta independencia. El sufragio femenino, como había sucedido también con la concesión en 1890 del sufragio universal masculino, se revelaba además como el elemento dinamizador de una sociabilidad democrática. Una sociabilidad que permitía a un creciente número de republicanas desarrollar en mayor medida una identidad laica, moderna, instruida y activa, que tendía a multiplicar su acción política y social.
[1] Los citados artículos publicados en El Pueblo fueron posteriormente publicados en el libro de Julio Just: Veteranos de la República. Estampas, Valencia, L’Estel, 1931.
[2] Ramir Reig: «Entre la realidad y la ilusión: el fenómeno blasquista en Valencia, 1898-1936», en Nigel Townson (ed.): El republicanismo en España (1830-1977), Madrid, Alianza, 1994, p. 396. Del mismo autor, véase también: Obrers i Ciudadans. Blasquisme i moviment obrer, Valencia, Institució Alfons El Magnànim, 1982; Blasquistas y clericales, Valencia, Alfons El Magnànim, 1986.
[3] Alfons Cucó: Sobre la ideología blasquista, Valencia, Eliseu Climent, Col·lecció 3i4, 1979.
[4] Julio Just: Veteranos..., pp. 11-22.
[5] Julio Just, miembro destacado del movimiento blasquista, fue elegido diputado por Valencia en las elecciones de 1931 en representación del Partido Republicano Radical. En 1933 renovó su escaño en representación de Unión Republicana Autonomista, y en 1936 lo hizo en representación de Izquierda Republica. Fue ministro de Obras Públicas entre el 15 de septiembre de 1936 y el 15 de mayo de 1937.
[6] Maurice Halbwachs: La memoria colectiva, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004, p. 50.
[7] Rafael del Águila: «Desmemoria y rememoración: la guerra y el franquismo hoy», Historia y Política, 16 (2006/2), p. 181. Véase también Paul Ricoeur: La memoria, la historia, el olvido, Madrid, Trotta, 2003.
[8] Luz Sanfeliu: Republicanas. Identidades de género en el blasquismo. (1895-1910), Valencia, PUV, 2005; «Familias republicanas e identidades femeninas en el blasquismo», Ayer, 60 (2005), pp. 75-103.
[9] Alessandro Pizzorno: «Identidad e interés», Zona Abierta, 69 (1994), pp. 135-152.
[10] Joan Scott: «La experiencia como prueba», en Nuria Carbonell y Merry Torras (eds.): Feminismos literarios, Madrid, Arco, 1999, p. 106.
[11] «El acto del domingo en la agrupación femenina republicana entre Naranjos, en honor de doña Amalia Carvia», El Pueblo, 13 de enero de 1932; y «En la Casa de la Democracia. Homenaje a doña Elena Just», El Pueblo, 21 de febrero de 1932.
[12] Julio Just: Veteranos..., p. 26.
[13] Ibíd., pp. 25-27.
[14] El Pueblo, 11 de febrero de 1897.
[15] Ramiro Reig: Obrers i Ciudadans..., p. 353.
[16] El Pueblo, 14 de diciembre 1896.
[17] El Pueblo, 25 de abril de 1902.
[18] Estas cualidades se atribuyen a la «valerosa mujer de Congre, cuadillo del ejercito bóer [que había] corrido todos los riesgos de la guerra junto a su esposo». El Pueblo, 12 de marzo de 1901.
[19] José Álvarez Junco constata también que las apelaciones a la «virilidad» de las mujeres es una metáfora sexual habitual entre los republicanos. José Álvarez Junco: El Emperador del Paralelo. Lerroux y la demagogia populista, Madrid, Alianza, 1990, p. 250.
[20] Nicolás Estévanez: «La agonía de la revolución», El Pueblo, 10 de marzo de 1898, «A la chita callando», El Pueblo, Francisco Roig Bataller «Congreso Socialista de Gotha», El Pueblo, 13 de octubre de 1896.
[21] Luz Sanfeliu: «Género y cultura política: Construcción de identidades femeninas y acción social de las mujeres en el republicanismo blasquista (1896-1910)», Arenal, 10 (julio-diciembre