Circe. Eduard All. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eduard All
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418996870
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del edificio. Descendieron por las escaleras hasta llegar a la calle.

      Por los alrededores no se veía ninguna casa, solo matorrales y unas pocas aves de corral.

      —Profesora Nélida, disculpe mi curiosidad…

      —¡Anda, dime! —Se detuvo.

      —¿Dónde está Gudy? ¿Por qué se fue?

      —Fue a una encomienda mía al centro de la ciudad. Seguro que estará con nosotras pronto.

      Nélida, sin más, retomó el andar. Sus pasos eran rápidos y certeros, evadía los desniveles y se abría trecho en lo precario del camino. Su rumbo sugería como destino una choza de viejas tejas asfaltadas, hecha de costaneras de pino y con la fachada agujereada. Así de común en las casuchas centenarias y abandonadas.

      No se veían convivientes, incluso la perrera, los corrales y las jaulas del traspatio se encontraban vacíos.

      —¿Qué buscamos aquí, profesora? —Quiso saber.

      Nélida no le respondió y continuó su curso hasta la puerta.

      —Escarabajo negro —murmuró en tono claro y pausado.

      Al instante las bisagras traquearon como si hubieran estado esperando aquella contraseña. Nélida empujó la puerta y entró.

      El recinto estaba en penumbras, sin más que un par de taburetes y un estante al fondo. Ella corrió unas cortinas polvorientas y halló un postigo de hierro. Los dedos de la profesora hundieron un par de teclas, y luego tres más, y por último otras dos. La puerta chirrió.

      —Ven, apresúrate. —Nélida tiró de su brazo y cuando Circe vino a reaccionar ya estaba del otro lado, en un suntuoso vestíbulo de paredes azules.

      Dos espejos de marcos de oro colgaban, uno frente a otro, y el techo sugería un arcoíris radiante de brillos dorados.

      —Espérame un instante. Enseguida regreso —le pidió Nélida antes de alejarse por aquel piso de losas negras y blancas.

      La chica volvió la mirada a lo alto. Se preguntaba qué tipo de lámpara podría despedir tanta luz.

      En los arquitrabes, decenas y decenas de soles destellaban una luminosidad blanca perlada. Era increíble. En un rincón reposaba un búho cenizo con pintas oscuras. Cambió la vista en torno a un espejo para observarse. Se avergonzó al ver que aún llevaba el pijama rosa y las pantuflas de lentejuelas. No estaba para nada vestida como debería estarlo a media mañana en un lugar donde no conocía a nadie.

      —¡Yo he caminado así por toda la ciudad! ¡No lo puedo creer! ¡Qué vergüenza! —se dijo a sí misma.

      —Acércate, por favor —Nélida la llamó desde el otro extremo del vestíbulo—. Ya inició el discurso de bienvenida. ¿Crees estar preparada para conocer tu nuevo colegio?

      —¡Claro! Aunque creo que esta no es la ropa adecuada.

      —Sí, ya me percaté de eso. Toma este atuendo y estos zapatos. Si mis cálculos son correctos te quedarán perfectos.

      Circe cogió el vestuario que Nélida le ofrecía. Parecía ser el uniforme de la institución. Se trataba de un conjunto grisáceo: saya, blusa y una cinta para el cabello. El calzado era negro, de corte cerrado y las medias largas.

      —¿Dónde puedo cambiarme, profesora?

      —Ven, aquí mismo. —La condujo a una habitación diminuta con los utensilios de limpieza—. Vístete rápido, estamos retrasadas.

      La chica se cambió la ropa a la velocidad de un rayo. Estaba ansiosa por conocer su nueva escuela y desde ahora su casa. Nélida le estiró el cabello y acto seguido la tomó del brazo. Ambas atravesaron la puerta a la sala de ceremonias.

      Había dos escaleras de acceso a los pisos superiores, un ventanal abierto y muchas plantas de decoración. Al final se veía una muchedumbre de jóvenes uniformados escuchando las palabras de inauguración. La exponente hablaba sobre una plataforma. Era una señora de poca estatura; no lucía obesa pero tampoco delgada.

      —... Como he dicho antes, este es un gran día para todos nosotros. Es el comienzo de una etapa de aprendizaje sin precedentes, cuyo objetivo es formarlos como auténticos guerreros y defensores de la soberanía de nuestra ciudad, y por ende… —La profesora parlante vio incorporarse a Circe al grupo de estudiantes y entonces hizo una pausa en su mensaje. La miró fijamente, como si hubiera aguardado largo tiempo para verla y, ahora enfrente, no lo podía creer.

      El tumulto enfocó la vista hacia Circe, tanto así que ella se sobrecogió de la pena. La profesora Nélida se abrió paso entre el alumnado para alcanzar el micrófono de las manos de la señora de túnica verde.

      —Atiendan, por favor, no se distraigan.

      Una a una las miradas retomaron su enfoque hacia delante.

      —Como decía mi colega la profesora Hallton, en la Gran Institución aprenderán las técnicas para ejecutar nuevos sistemas de protección, para maniobrar máquinas de defensa, para encubrir conocimientos y crear ilusiones ópticas; todo en pos de salvaguardar nuestras familias, nuestro patrimonio, nuestras costumbres. Es una ola de discordia y sufrimiento la que se avecina, pero no podemos rendirnos, sino que debemos perseverar hasta las últimas consecuencias… Cada uno de ustedes fue elegido para esta importantísima misión con el consentimiento de sus padres, pero aprobados por méritos propios. Desde hoy mismo engrosan las filas del ejército de la ciudad, respaldados por el Gobierno y apoyados…

      —¿Siempre son así los discursos de bienvenida? —preguntó la chica a su lado—. Se extienden y se extienden, y no tienen para cuándo acabar.

      —Es lo habitual.

      Su compañera tenía ojos color miel y una hermosa cabellera dorada.

      —Me llamo Margarita.

      —Y yo me llamo Circe.

      —Lo sé —susurró a su oído—. Todos aquí sabemos quién eres. Es un privilegio conocerte.

      —¡Qué dices! ¡No exageres!

      —Hablo en serio. Las noticias no han hablado de otra cosa si no de tu búsqueda…

      —Silencio allá atrás, por favor. Hallton leerá el reglamento.

      Las dos chicas callaron.

      —Primero: Está terminantemente prohibido salir del colegio sin la autorización de un profesor.

      »Segundo: El vestuario para asistir a clases es irremplazable.

      »Tercero: Hembras y varones dormirán en habitaciones diferentes, por lo cual obtendrá un severo castigo quien no se halle en el dormitorio que le corresponde.

      »Cuarto: Prohibido el uso de las técnicas, métodos y herramientas disponibles contra sus compañeros.

      »Quinto: Es inaceptable el consumo de bebidas alcohólicas, estupefacientes y cigarrillos dentro de la institución. —Respiró—. Estas son solo las reglas más importantes, el resto podrán encontrarlas en los murales de la biblioteca. También quería informarles que los dormitorios están en el tercer piso y las aulas en el segundo. Los demás compartimientos los irán encontrando en su recorrido por el edificio… Bueno, nada más me queda algo que decirles. La profesora que imparte la materia de Ilusionismo está bajo cuidados médicos. Su clase aguarda un suplente o su reincorporación. Entretanto quedará esta asignatura pendiente. —Tomó aliento—. Sin más, pasen al frente según sean nombrados para entregarles el horario docente y luego sonará un timbre para ir a clases.

      La profesora Hallton le cedió el puesto a su homóloga la profesora Nélida.

      —¡Katherine Grousand!

      Del grupo de alumnos salió una chica de tez india, cabellera suelta a media espalda y mirada pícara. Tenía ojos verdes y un evidente aire de soberbia.

      Circe notó de inmediato cómo