Por su parte, Paula Hunziker presenta la memoria de las Abuelas de Plaza de Mayo argentinas, en su capítulo “Política(s) de la acción impura: la voz, la resistencia y lo público en las Abuelas de Plaza de Mayo”. A lo largo de sus páginas, examina sus actuaciones como acciones políticas “impuras”, entre lo público y lo privado, entre lo ciudadano y la familia. Sin embargo, esa “impureza” destaca por su importancia política. Hunziker plantea los ecos de Antígona, el personaje trágico clásico, en la actuación de lo que serían “las Abuelas de Antígona” en la conquista de una voz propia. De la mano de autoras como Judith Butler, Hannah Arendt o Nancy Fraser examina la construcción de un sujeto político que pone en la escena pública el lema feminista “lo personal es político”.
Con estos trabajos, las autoras de este libro —profesoras universitarias de España, México, Guatemala, Colombia, Chile y Argentina— pretenden contribuir a un debate que está lejos de quedar cerrado. Los escenarios cambiantes, los nuevos conflictos armados, pero también las nuevas resistencias de las mujeres a lo largo de todo el planeta nos hacen plantear la necesidad urgente de pensar y actuar contra las violencias de género. Esperamos que este libro, con sus reflexiones, contribuya a esa tarea.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer (Convención de Belem do Pará). (9 de junio de 1994). https://www.oas.org/juridico/spanish/tratados/a-61.html.
1 Proyecto FEM2016-76101-R.
2 Véase: De Gamboa Tapias, C. y Sánchez Muñoz, C. (Eds.). (2019). Cartografías del mal. Los contextos violentos de nuestro tiempo. Siglo del Hombre Editores, Universidad Eafit y Universidad del Rosario.
REFLEXIONES SOBRE LAS VIOLENCIAS
LO PERSONAL ES VIOLENTO (Y POLÍTICO). APROXIMACIONES TEÓRICAS A LAS VIOLENCIAS CONTRA LAS MUJERES
Cristina Sánchez Muñoz
“Sí, las chicas se están convirtiendo poco a poco en mercancía escasa. Todo el mundo conoce ya las horas y los momentos en que los hombres salen a la caza de mujeres. Se encierra a las chicas, se las hace subir a los altillos, se las protege reuniéndolas en los pisos que tienen cerraduras de seguridad”.
“Aquí se trata de una vivencia colectiva, que se sabía de antemano, que se temía de antemano… de algo que, de algún modo formaba parte de la función. Esta forma masiva y colectiva de violación también habrá que superarla colectivamente”.
—Anónima, [1945] 2005, pp. 75 y 110.
Una de las cuestiones que más trabajo le ha costado al activismo y a la teoría feminista contemporáneas, en el largo recorrido hacia la visibilización de las múltiples violencias contra las mujeres, es haber sustraído este tipo de violencias del ámbito de lo privado para pasar a darles una connotación pública y política. Mi marido me pega lo normal, título de un libro muy conocido en España a principios del 2000, denunciaba esta situación en donde la violencia de género se entendía como parte de lo que ocurría en la esfera privada y, por lo tanto, apartada del ámbito de lo reprochable jurídicamente y del escrutinio público. Tomemos otro ejemplo, en el 2001, el Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia (TPIY) falló una sentencia condenatoria contra tres varones serbobosnios, acusados de violaciones masivas a mujeres y niñas musulmanas1. Cuando en el juicio los acusados se declararon no culpables
¿Pensaban que el fiscal no podía probar su culpabilidad, o estaban convencidos de que no tenían por qué sentirse culpables? Al fin y al cabo, aun cuando fueran algo rudos con las chicas, no las mataron, no ordenaron a otros que las mataran […] Con esas chicas, los tres hombres solo querían un poco de diversión. (Drakulic, 2004, p. 59).
¿Qué es lo que nos revelan estos dos ejemplos? ¿Qué podrían tener en común? Creo que podemos señalar lo siguiente al respecto. En primer lugar, nos relatan acciones que se entienden como privadas, esto es, situadas en una esfera relacionada con los sentimientos, no con la racionalidad, y que, por lo tanto, pertenecen al libre arbitrio de los individuos, a cómo establecen las relaciones dentro de la esfera privada. En segundo lugar, conectado con lo anterior, son acciones violentas, pero al situarse dentro de la esfera de lo privado (tanto en el matrimonio en el primer caso, como supuestamente, según los perpetradores, en el terreno del juego sexual en el segundo), no serían consideradas acciones violentas como tales y, por consiguiente, reprochables. Por último, destaca el sentido de impunidad de los agresores. No consideran delictivas las acciones, al estar dentro del terreno privado y, en consecuencia, pueden actuar sabiéndose impunes.
Mi propósito en este capítulo consiste en analizar estas violencias desde el centro del fenómeno político, no desde sus márgenes. Cuestiono y replanteo la tradicional distinción público-privado y señalo la necesidad de analizar el papel que desempeñan las violencias contra las mujeres en contextos, tanto de democracia y paz como de conflictos armados. Para ello, examino algunos de los debates relevantes en el seno de la teoría feminista contemporánea, los cuales nos permitirán poner de relieve aspectos importantes a la hora de hablar de las violencias contra las mujeres como violencias políticas.
A. PRIVADO, PRIVACIDAD Y VIOLENCIA
Lo personal es violento, como bien sabían los clásicos. Aristóteles, en este sentido, señaló cómo el ámbito del hogar, del oikos, a diferencia de lo que ocurría en la polis, estaba regido por la necesidad y, por lo tanto, por la violencia, el poder y la autoridad del paterfamilias (Aristóteles, 1988, 1253b, pp. 7-11). La distinción entre la esfera pública y la esfera privada establecía no solo demarcaciones entre espacios que reflejaban distintas actividades, sino también entre relaciones que “por naturaleza” eran violentas, situadas en el ámbito privado y relaciones regidas por la igualdad y el reconocimiento mutuo entre pares, propias del espacio público. Hannah Arendt nos recuerda en este sentido que:
Lo que dieron por sentado todos los filósofos griegos […] es que la libertad se localiza exclusivamente en la esfera política, y que la necesidad es de manera fundamental, un fenómeno prepolítico, característico de la organización doméstica privada, y que la fuerza y la violencia se justifican en esta esfera porque son los únicos medios para dominar la necesidad y llegar a ser libre. (Arendt, 1974, p. 50).
La esfera privada se definía pues como el escenario de la violencia, de la necesidad, de lo que permanece oculto al escrutinio de los demás. El peso de la tradición filosófica ha marcado con insistencia la separación público-privado, definiendo el ámbito privado como necesariamente alejado y opuesto a lo político, a la ciudadanía y a la justicia. Desde el liberalismo político, la esfera privada es el escenario de la autonomía del individuo y, en consecuencia, de la no interferencia estatal. La neutralidad del Estado en las cuestiones que atañen a la vida privada y a la vida buena aparece como uno de los fundamentos básicos del liberalismo clásico —y también del contemporáneo— siguiendo con ello a John Locke, John Stuart Mill o John Rawls.
De acuerdo con el contractualismo clásico a la Hobbes, la creación del Estado supone un traspaso de la violencia privada del estado de naturaleza a las manos del Leviatán, como institución que ostentará el monopolio del uso legítimo de la fuerza. Sin embargo, ¿quiere eso decir que,