Ángela Sierra González, en su capítulo “Guerras necropolíticas y conflictos de género (La violencia como continuum)”, analiza la violencia contra las mujeres —violencias multidimensionales— inserta dentro de los cambios que se han producido en las guerras actuales: desciudadanización, desinstitucionalización, desterritorialización y uso de la necropolítica como estrategia. En ese contexto, Sierra debate con autoras como Rita Laura Segato o Susan Faludi, mediante la introducción de la categoría de “necropolítica”, acuñada por Achille Mbembe, como una violencia sin límites sobre los cuerpos de las mujeres. La necropolítica no solo repite las formas de violencia del pasado empleadas durante el colonialismo contra las mujeres, edita otras nuevas, que son analizadas en ese capítulo. Finalmente, Sierra plantea si el continuum actual de la violencia relacional sistémica debe redefinirse como una estrategia necropolítica, que atraviesa de manera generalizada la condición genérica de las mujeres, o si se debe repensar como parte de una estructura de remodelación de la violencia misma.
Adicionalmente, el capítulo de Virginia Maquieira D’Angelo, “La violencia contra las mujeres como violencia política: perspectivas antropológicas”, nos proporciona una mirada a este tipo de violencia como un fenómeno global. En el capítulo, se analizan, en primer lugar, los logros del movimiento transnacional feminista, que posibilitó el reconocimiento de la violencia que sufren las mujeres como una cuestión de vulneración de derechos humanos (DD.HH.). En segundo lugar, igual que lo hacen los otros trabajos contenidos en este apartado, examina la propuesta de Rita Laura Segato, interlocutora crucial en estos temas. Por último, la autora, revisa desde la antropología el concepto de “feminicidio” y los debates a los que ha dado lugar.
Por último, Dora Elvira García-González, “Desnormalizar la violencia de género. Un puente clave para superar las violencias estructurales para construir una cultura de paz”, parte —siguiendo a John Galtung— de proponer un análisis de las violencias estructurales y culturales como violencias soterradas que sustentan las inequidades y violencias físicas. Exclusión social, pobreza y violencia cultural se ejemplifican en el fenómeno de la trata en México como exponentes de esa normalización de la violencia contra las mujeres. En último lugar, el capítulo, de acuerdo con los estudios de paz, plantea la posibilidad de construir paces, aunque sean imperfectas, para la transformación social y la desarticulación de las violencias.
El segundo apartado del libro lo dedicamos a los Escenarios de las violencias. En él, revisamos las violencias políticas en América Latina que sufren las mujeres y las niñas, atendiendo a diferentes contextos y escenarios, tanto geográficos (Colombia, Guatemala) como temporales (las dictaduras chilena y argentina). Igualmente, introdujimos en este apartado un aspecto relevante: las estrategias de resistencia —individuales y colectivas— que habilitan las mujeres que son víctimas de las violencias y que en ocasiones se convierten, como lo ponen de manifiesto los trabajos de María Jesús Vitón de Antonio o Paula Hunziker, en sujetos activos de transformación social y política. Los diferentes escenarios analizados nos muestran experiencias cotidianas donde se entrecruzan la guerra y la paz.
El primer capítulo de esta parte, “Violencia contra las niñas en América Latina: una violación de los derechos humanos”, de María de los Ángeles Espinosa Bayal, nos ofrece el panorama general de la situación de violencia que sufren las niñas en la región. Muestra como el fenómeno no constituye una situación derivada únicamente de los conflictos armados en los países donde estos se producen, sino que, en situaciones de paz, existen otros escenarios, que van más allá del contexto familiar y se configuran como espacios intersticiales donde se vulneran de manera masiva los derechos fundamentales de las niñas. La experiencia de ser niña en América Latina se analiza a través de los datos proporcionados por Organismos Internacionales como la CEPAL, UNICEF o UNFPA entre otros, y se muestran situaciones como la pobreza infantil, el matrimonio precoz, los embarazos adolescentes o la vulneración del derecho a la salud.
Por otra parte, María Jesús Vitón de Antonio nos sitúa en el escenario de las mujeres mayas guatemaltecas, concretamente en las prácticas educativas comunitarias colectivas como construcción de paz en “Relatos de vida y recreación de narrativas colectivas frente a la violencia. Un análisis de la experiencia educativa en Guatemala”. De esta manera, las mujeres se constituyen como agentes políticos mediante la expresión colectiva de sus narrativas. El trabajo analiza experiencias educativas locales, situadas en entornos de violencias múltiples, en donde el compromiso político de las mujeres se orienta al fortalecimiento de los espacios comunitarios y la revalorización de sus historias y vidas. El proceso desarrollado en el colectivo favorece aprendizajes transformadores y potencia resistencias contra los esquemas patriarcales y violentos hegemónicos.
En el escenario colombiano, el capítulo de Camila de Gamboa Tapias, “¿Ideología de género en el Acuerdo de la Habana?”, plantea dos cuestiones iniciales: ¿Cómo logró ser la “ideología de género” uno de los temas más discutidos para votar en contra del plebiscito contra el Acuerdo de Paz en Colombia? y, en segundo término, se pregunta si acaso estas visiones afectan la posibilidad de alcanzar una paz estable y duradera en el país. Para dar respuesta a estas cuestiones, Gamboa examina, en la primera parte, el antecedente reciente en el que el término “ideología de género” se usó en un contexto político diferente al Acuerdo, pero durante el tiempo en el que este se estaba discutiendo. A continuación, la autora analiza las estrategias en el uso del término, apoyándose para ello en el concepto de “pánico moral” de Gilbert Herdt y en la idea de “imperialismo cultural” de la mano de Iris Marion Young. Por último, expone la visión de ciudadanía excluyente que existe detrás de estas posturas y los efectos negativos que esta visión de ciudadanía implica para la consecución de la paz en Colombia.
Continuando en el escenario colombiano, Gloria María Gallego García y Marda Zuluaga Aristizábal nos plantean una de las cuestiones más discutidas dentro de la teoría feminista y los estudios sobre violencia a la hora de caracterizar la violencia sexual en los conflictos armados: la presencia de violencia sexual oportunista que no comporta un carácter estratégico como arma de guerra. En su trabajo, “Violaciones oportunistas contra las mujeres durante la guerra. Análisis basado en el testimonio de víctimas”, las autoras analizan esta cuestión a través del testimonio de víctimas de violaciones oportunistas en la región de Antioquia. Estas violaciones, de elevada ocurrencia en las guerras, nos muestran decisiones individuales de los combatientes, originadas en la cultura machista y que se llevan a cabo aprovechando la oportunidad que se presenta en los intersticios de la guerra y la superioridad que otorgan las armas. El acecho a las mujeres, a la espera de la oportunidad para violentarlas evidencia la extensión y diseminación de la violencia sexual contra las mujeres, esto es, lo que en otros de los trabajos de este libro, se ha denominado el “continuum de la violencia”.
Los últimos dos capítulos de este apartado nos hablan, no de escenarios actuales de las violencias, sino de escenarios pasados, pero con repercusiones para el presente y la manera de elaborar la memoria de las violencias contra las mujeres. Desde esta perspectiva, María José López Merino y Nadine Faure Quiroga tratan un tema poco habitual: “Memorias marginales: las mujeres en la recuperación de la democracia en Chile”. En su trabajo, revisan las memorias de lucha y resistencia de las mujeres, memorias marginales, subterráneas, no hegemónicas y no incorporadas a la memoria oficial de la represión en