Detrás de la máscara. Vol I. XPM. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: XPM
Издательство: Bookwire
Серия: Detrás de la máscara
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418911897
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el museo, profesores con cientos de niños, pero lo peor sería algún colega que intentaría con sucias técnicas de manipulación emocional, entrometerse en su «no aburrida» vida, el ascenso a los infiernos…

      Llamó al ascensor, la puerta se abrió, no se lo pensó, estaba decidida, echaba de menos a su familia, sus amigos, una cerveza bien fría y tenía que saber algo de él por mucho que le doliera…

      —Joder, ¿qué coño hago?, ¡no puedo, no puedo! —Shamsha habla consigo misma en voz alta.

      El mero pensamiento de estar en un espacio abierto ante cientos, tal vez, miles de personas hacía que le temblaran las piernas. Apoyada contra la pared, se agachó hasta sentarse en el suelo abrazando sus rodillas protegiendo su cabeza entre ellas, en posición fetal se encontraba protegida, pero sabía con certeza que no podía permanecer así de por vida.

      Hecha un ovillo en un rincón de aquella caja de metal y grueso cristal, sudada y temblorosa, con la respiración forzada para intentar inhalar el máximo aire posible, había pasado el reconocimiento de aliento, retina e introducido los códigos, solo le quedaba apretar el dichoso botón para subir, pero sus extremidades no le hacían caso.

      Le faltaba el aire, inspiraba profundamente y espiraba con lentitud, esa técnica siempre le había funcionado para mantener la calma, tenía que mantenerse firme y con fuerza antes de que llegara a la superficie y la tomaran por una trastornada, que, en cierto modo, no iba a autoengañarse, era verdad...

      Alargó el brazo y pulsó el botón, lo recogió rápidamente para volver a abrazar sus piernas con fuerza, sintió cómo la máquina se ponía en marcha observando los muros de piedra a través de las paredes transparentes que formaban la estructura.

      Segundos que se le hicieron escasos, sintió cómo frenaba, el estómago le dio un vuelco, quería ponerse de pie, pero sus piernas no respondían, las puertas se abrirían de un momento a otro a menos que no volviera a pulsar el botón de bajada; fue una idea fugaz que traspasó su mente a la velocidad del rayo, luchó contra ella, dejando que sucediera lo que no podía evitar más.

      Apenas unos segundos la separaban de que las puertas cedieran, el ascensor vetado al público, las cerraría con avidez tras de sí y bajaría a su guarida a salvo de toda aquella gente, abandonándola a su suerte.

      Lo primero que vería aparecer sería el majestuoso hall con altos techos abovedados, decorados con frescos de colores vivaces, cambiaría el maravilloso olor a moho de su querido sótano por un aire fresco y contaminado que no había echado nada de menos.

      Casi podía oír el latido de su corazón, parecía que iba a abrírsele camino a través del torso para largarse a correr una maratón con un corte de mangas a modo de despedida, recriminándole el trabajo forzado al que lo estaba sometiendo, las piernas le temblaban de tal forma que podía oír el choque de sus rodillas, cada poro de su blanca piel sudaba de forma copiosa, tenía la camisa llena de cercos, el oscuro pelo que siempre llevaba recogido por primera vez en mucho tiempo jugaba despreocupado en libertad, apretaba tan fuerte el móvil que se encontraba en su mano, que no tenía claro el no partirlo en dos antes de salir de aquella caja.

      —No subas en los ascensores comunes, no, no, no, solo los estúpidos actúan como si fuera natural que alguien invada tu espacio vital por no esperar un minuto más o negarse a caminar, renunciar a la soledad…, Desviar la mirada o… ¡no!, sentir el aliento, el calor que desprende el aleatorio acompañante que me toque… No, no, no, ¡las escaleras! —En un estado de nervios, Shamsha se recrimina en voz alta.

      Respiraba, espiraba, tan profundo y rápido que se mareó un poco, las puertas empezaron a abrirse, abrumada por la angustia, cerró los ojos tan fuerte que le dolían…

      Era la primera vez que odiaba el invento de su amigo Charles, aquel generador autónomo e independiente nunca dejaría que aquel ascensor dejase de funcionar…

      —Joder, podía haberse limitado a ser guapo… En cuanto se abran las malditas puertas de la caja de las relaciones incómodas lo llamaré… ¡Sí, será lo primero que haga!

      ¡CLIN!

      8

      El timbre avisó que las puertas se abrirían en segundos y tendría que enfrentarse a su realidad, no había marcha atrás, ¿estaba preparada?, tenía miedo, sí, pero ella siempre había superado sus temores sin problema.

      —¡Joder, qué susto!, tiene que sonar ese absurdo timbre, joder, venga, venga, vamos. —Suspira tres veces con fuerza.

      «No, no, no, no, me arrepiento, no quiero, baja maldita sea…».

      Apretó el botón con insistencia, para volver a bajar, posaba su huella con suavidad una y otra vez, «mantén la calma», parecía que el sistema no la reconocía, intentó no ser presa del pánico hasta que las puertas comenzaron a abrirse, ignorando su petición de volver a la seguridad del sótano.

      Cerró los ojos con fuerza, sabía que aquellas puertas de entrada al infierno, estaban completamente abiertas, le pareció que el elevador tenía vida propia y deseaba volver a tener contacto con la gente.

      Armándose de valor, empezó a separar lentamente los párpados, ese pequeño gesto le estaba costando más de lo que nunca habría imaginado, gateando, se aproximó con cautela hasta el comienzo de la abertura, no sabía qué hora era, aun así, aquella calma le resultó extraña, dedujo que debía ser muy pronto ya que no oía ningún ruido, eso le reconfortó, puede que no fuera tan traumático después de todo.

      Apoyó las manos en el suelo e inclinó la mitad del cuerpo hacia el hueco, con la cabeza asomada al completo, abrió los ojos totalmente, subió la mirada poco a poco, pero antes de tenerla totalmente horizontal, el corazón se le paró momentáneamente, creyó estar soñando, aquello era desolador, no lo creía posible, se convenció a sí misma de que la explicación a la pesadilla que estaba viendo no era otra de que se había quedado dormida en su laboratorio, una pesadilla muy real, su mente había creado todo lo que veía, podía olerlo, sentirlo, y como no podía ser de otro modo para Shamsha, la curiosidad embriagaba cada poro de su piel.

      Se tranquilizó, no podía pasarle nada, era un sueño, en los sueños nada sucede de verdad; al saber que soñaba se sintió más segura, convencida, decidió salir de una vez de aquella caja para explorar lo que se dibujaba ante sus ojos.

      «Tranquila Shamsha, estás soñando, esto no es real, una pesadilla de la que vas a despertar, solo tienes que desearlo con más fuerza como las otras veces».

      Aún concienciada de que era seguro, estaba intranquila, era un sueño horrible y demasiado real, cargado de un hedor nauseabundo capaz de tocar su estómago y darle la vuelta, pensó que algo que había comido le estaba pasando factura y por eso estaba viviendo aquello, pisar el ennegrecido suelo era complicado, resbalaba y desprendía un fuerte olor metálico parecido a la sangre.

      Algo captó su atención, se acercó, era asqueroso, lo tocó para sentir su tacto, «¡joder!», era una extremidad arrancada; asustada, miró alrededor, pero no vio el cuerpo al que debía estar unida, una y otra vez se repetía que era un sueño, semejante a una casa del terror muy real.

      Por más esfuerzos que hacía no despertaba.

      —Relájate, Sham, es un sueño, no puede pasar nada, inspira, espira, ufff.

      Decidió explorar sin miedo, sin prisa, con tranquilidad, no conocía ningún caso de que alguien hubiera muerto en una pesadilla.

      Recorría el hall horrorizada mientras rememoraba la intensa vida que siempre había caracterizado a aquel edificio, cuadros donados de todas las épocas adornaban las paredes que ahora estaban desnudas, sucias y con manchas de color rojo negruzco.

      De todo, lo que más le extrañaba de aquel mal sueño, era la intensa y constante reproducción de un olor que nunca había conocido, no entendía qué pasaba, por qué su mente le estaba jugando esta mala pasada, quiso volver a su laboratorio, pero una vez más, la curiosidad pudo más que el miedo.

      —Si esto