Una cartografía extraña. Lucía Egaña Rojas. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Lucía Egaña Rojas
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789566048572
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una sobreviviente, trabajaba y estudiaba, lo cual dificultaba o ralentizaba mi proceso de “profesionalización”. Hasta que no tuve papeles no pude dar pasos severos. Cuando conseguí un trabajo estable, con buen salario, e incluso vacaciones pagadas, pude contratar un abogado y sacar mis papeles, sacarme ese problema de encima, y el año 93 ya teniendo la nacionalidad me fui a Nueva York por tres meses.

      Recuerdo haber grabado una manifestación del orgullo gay, el Gay Pride, en la Quinta Avenida donde se hizo un minuto de silencio por los enfermos del sida, fue algo brutal y enormemente emocionante. Recuerdo ver pasar unos buses turísticos por el desfile, donde en la parte de arriba iban todos los enfermos de sida que sabían que iban a morir. Fue algo espeluznante, y fue el primer orgullo que grabé (luego perdí la cinta, usé una cámara prestada además). Esta experiencia me produjo un click. Ahí se me produjo toda la conciencia en relación a la crisis del sida, la movida queer, en un escenario muy real, no en los libros y teorías que después vinieron. La gente habla hoy de lo queer como quien hablaba de marxismo. Pero yo aterricé en lo queer en ese momento en Nueva York, no sé bien cómo conocí a una chica puertorriqueña que me alojó en su casa del centro del Village por un mes y medio, y con ella fui a esa manifestación del orgullo. Me enseñó muchas cosas del activismo. Ella formaba parte del centro Lambda, que se dedicaba al estudio y la asistencia a personas lesbianas y gays (en esa época no eran visibles tantas identidades como ahora, habían menos personas trans fuera del armario, sobre todo trans masculinas). Ese viaje a Nueva York fue una especie de iniciación para mí. Tomé conciencia de lo queer a través de las voces latinas, había un grupo de lesbianas latinas llamado “Las Buenas Amigas”, y seguían a las autoras chicanas. Para ellas yo era muy española, repelente, y me ponían en cuestión mi forma de hablar, reivindicaban mi chilenidad, el que yo fuera latina. Eso a mí me puso patas pa’ arriba. Ellas se reían de la Judith Butler, para ellas era una profesora blanca y gringa, y se burlaban de mí por seguirla. Eran puertorriqueñas, mexicanas, chicanas, todas súper potentes. Conocían todo de Gloria Anzaldúa, Audre Lorde, bell hooks y a Angela Davis la seguían donde fuera. Era la época en la que en México estaba la “Cocina de mujeres” que eran un grupo de cineastas de los ochenta. Ahí me di cuenta de lo cateto (que es como en España le llaman a la gente inculta, momia y conservadora) que era Madrid y España, porque estas feministas del tercer mundo gringas, estaban súper adelantadas para mí. Entonces quise irme a vivir allí, así que cuando volví empecé a organizar todo para irme. Me inventé una película que quería rodar en Nueva York, cosa que finalmente hice años después, ya que me costó un tiempo, y así entré a este espacio político latino. Estuve primero en San Francisco y luego me fui a Nueva York. Ahí también me vinculé con el feminismo más “institucional y más blanco”, articulado en 1995 en torno al encuentro mundial de mujeres de Beijing.

      Antes de irme a radicar en Nueva York pasé por la escuela de cine para estudiar documental, en la Escuela de cine de San Antonio de los Baños en Cuba. Fui a hacer un seminario de verano por tres meses, porque si bien yo había venido a Madrid a estudiar cine, en realidad entré a una facultad de comunicación decadente, mezclada con periodismo. Elegí entonces ir a Cuba para tener una formación más específica en documental y allí realicé un trabajo sobre ese país que me sirvió mucho en Nueva York para conseguir trabajo.

      Estuve en Nueva York siete años, de 1993 al 2000, entrando y saliendo. Me fui a Beijing, luego a América Latina, seguía viniendo a España para cobrar el paro, que es el seguro de desempleo, y conseguí rodar la película en Nueva York, pero me vine a montarla a Madrid porque me era más fácil conseguir financiamiento. En Nueva York ya tenía que empezar a regularizar mi situación legal y coincidió con el momento en el que la ciudad se estaba gentrificando y todo se planteaba difícil y caro. La película que hice el 2000 fue con un presupuesto mínimo, es la historia de una psicoanalista que trabaja en la ciudad y pasa su consulta arriba de una auto caravana, una consulta móvil. Algo muy visionario para ese momento. En la película aparecían las Torres Gemelas porque uno de sus pacientes trabajaba por ahí y la psicoanalista lo va a visitar en la calle de su oficina. Él, que era adicto a la cnn y las noticias, termina suicidándose. El estreno en Nueva York estaba organizado para el día 13 de septiembre del 2001, por supuesto que no pudimos hacerlo. Cuando la estrené en Chile fue el momento en el que conocí a todos los cineastas chilenos de ese momento. Estrené Time’s up en San Sebastián y coincidimos con Silvio Caiozzi y con el director del El Chacotero sentimental, y luego también me crucé en Madrid con Andrés Wood, toda esa época de principios del siglo veintiuno, primeros años del nuevo milenio donde las mujeres cineastas chilenas aún no explosionaban como felizmente sucedió después.

      Antes de salir de Chile en 1977 hice unos talleres de cine en la Universidad de Chile, los impartían personas muy raras que nos mostraban cosas clandestinamente, eran clases muy informativas. De hecho, en mi equipaje con el que me vine desde Chile (esos equipajes de los que ya no te queda nada, quizá cuatro cartas y un casete que eran como los antiguos podcast), traje tres libros y una revista sobre cine de la que tenía tres números. Me acuerdo que un curador de video arte que pasó por Madrid me dijo que eso era una joya.

      Siempre tuve la sensación de que había conocido Chile estando fuera, todo lo hice fuera, excepto el capítulo de Tres instantes y un grito que rodé en 2011 sobre el movimiento estudiantil. Ahí hice una catarsis porque en ese capítulo aparecen chicas que tienen casi la misma edad que tenía yo cuando me fui. Ellas tienen una clarividencia y una madurez emocional y política que impresiona mucho a quienes ven la película. Chicas valientes, tienen capacidad de jugar. Cosas que a veces veo en el feminismo joven, gente que tiene las cosas muy claras y van adelante sin hacerse tantas preguntas. ¡Bendita juventud, siento, hago y luego pienso!

      Tengo un relato pendiente con Chile. A veces me digo, “dite la verdad”. Hice lo de los estudiantes, y una pieza del proceso chileno del NO con mis sobrinos hablando de la democracia, sin poder decir esa palabra, decían “cracracia”, eran pequeños y alguno no sabía hablar todavía pero ya intentaba repetir una palabra; democracia, que en 1988 oía a sus padres repetir todo el tiempo. Siempre me pareció muy duro el cine, muy clasista y castrador, como que te exige entrar en la industria, por eso me acerqué más a las artes visuales o al video. Esto le pasa a la gente que tiene la necesidad de hacer cosas que hay que producirlas en un momento muy concreto, cuando no tienes tiempo para hacer una película durante seis años, ni para lidiar con actores narcisistas. Y a veces una quiere contar y crear, por eso sí me siento más ligada a las artes visuales, y ahora hay una serie de herramientas de bolsillo que te permiten ir haciendo en pequeño formato, los teléfonos, etcétera. Cosas que tienen que ver con lo que hacíamos hace unos años con el video arte. Esto sin tener que depender de grandes productoras en manos de usureros.

      Mi orfandad artística cinematográfica ha sido total

      Creo que perdí el pudor y ya no me importa salir en los encuadres de otra gente. Creo que tengo una pulsión con documentar y grabar la realidad. Estoy grabando siempre todo, y tengo mucha curiosidad. Es como oler los pinos. Grabar y colaborar también es una forma de sentir amor por la gente, como a quien le gusta cocinar e invita a comer, yo voy grabando. Y creo que, si hubiese tenido esta conciencia desde temprana edad, si me hubiese encontrado con una escuela buena y sana con gente que me hubiera apoyado, seguramente me hubiese transformado en un estilo de Chris Marker, alguien que iba experimentando con la realidad. Pero el problema es que mi orfandad artística cinematográfica ha sido entera, además de que el documental por muchos años fue un cine considerado menor que suscitaba menos interés, al menos acá en España y en mi época. En Chile era otra cosa, se hizo siempre mucho documental, más intenso y evolucionado. Ahora todo el mundo hace documentales y causa más interés. Para haber tenido una mejor experiencia formativa me tendría que haber quedado en Cuba, o irme a Suiza, a Bélgica, donde lo apoyan mucho más.

      Yo hablo más de un cine de urgencia porque es la parte que a mí me ha interesado. Otros cineastas se fijan en la belleza de la imagen, yo hablo más de la urgencia de la realidad. Así como mi hermano tiene talento para la cocina, yo creo que tengo un talento natural con la escucha, no me cuesta ser casi invisible, de hecho, aunque no sea invisible porque muchas veces para documentar me tengo que meter en el centro de la imagen