Estos resultados son notables, ya que tal dominio de las matemáticas es mucho más avanzado que el que se descubrió 12.000 años más tarde en las excavaciones de Schamdt-Besserat. El hueso de Ishango indica una comprensión de un sistema de base número 10, el reconocimiento de los números primos, y de la importancia (para la reproducción) del calendario lunar (que lleva a algunos arqueólogos a especular – jocosamente– que la primera contadora fue una mujer) (Zaslavsky, 1973; Brussels Museum for Natural Sciences, 2005).
¿Contabilidad o teneduría de libros?
Frente a esto, la pregunta que debe hacerse es: ¿La contabilidad empezó con los primeros registros del hueso ocre o con el sistema de teneduría de libros de partida doble de Pacioli? (Yamey, 1949, 1964, 1975). El caso de la contabilidad por partida doble se basa en su relación con el surgimiento del capitalismo. ¿Dan lugar las categorías de contabilidad de acumulación de capital, ganancias, gastos, entre otros, a una mentalidad pública que fomentó los procesos de acumulación de capital? Hay una serie de aspectos preocupantes de esta tesis.
En primer lugar, el aclamado Pacioli, como padre de la contabilidad moderna, llevó registros monásticos que se trataron principalmente de cantidades agrícolas y, de alguna manera, se apartan del nacimiento del capitalismo (Pacioli, 1984 [1494]). Al parecer, otros factores desencadenantes pueden haber activado el surgimiento del capitalismo (y el papel de la contabilidad pudo haber sido mínimo).
En segundo lugar, un detonante en el desarrollo del capitalismo fue el colapso de la religión católica y la aparición del protestantismo. Tal cambio en las mentalidades sociales probablemente haya sido mucho más decisivo que los cambios en la contabilidad. La revisión de Tawney en La religión y el auge del capitalismo es el clásico estudio de dichos procesos. Tawney (1937) ni siquiera menciona la contabilidad como un instrumento en esta revolución social.
En tercer lugar, y de manera importante, de todos los sistemas sociales del mundo (históricos y contemporáneos), el capitalismo no es sino uno. Pudo ser difícil para las mentes eurocéntricas entender que, el mundo del capitalismo no tiene sino 300 años de antigüedad, tan solo flor de un día en comparación con los 80.000 años de los primeros cazadores-recolectores de África, con los 4.000 años de los chinos y de la sociedad esclavista faraónica o, incluso, con los más recientes imperios europeos de España, Inglaterra, Grecia y Roma.
Esta favorable omisión es, sin duda, apoyada por la fuertemente financiada industria de investigación norteamericana y europea que concentra la producción arqueológica en direcciones que mejor se adecuen a sus disposiciones4 ideológicas. Es la maldición del egocentrismo en la que sus creyentes consideran que su destino reinará para siempre.
Por último, cabe destacar que, de hecho, en la actualidad, el capitalismo no es una entidad uniforme. El capitalismo americano es un capitalismo de cabildeo que le pertenece a las corporaciones; el de Rusia y China han sido por largo tiempo formas de capitalismo de Estado; y en diferentes partes de Europa, van desde el capitalismo de favoritismos de Italia, hasta las cercanas formas feudales/rurales en otras partes del continente. Las trayectorias del capitalismo ruso o francés siguen trayectorias históricas muy distintas y le deben muy poco a la partida doble de Pacioli.
La historia nos enseña que ningún sistema social es eterno y es un logro tratar de elevar la contabilidad a los orígenes de las múltiples formas del sistema social llamado ‘capitalismo’.
Volviendo al registro Blombos y a otro tipo de registro contable africano, su lugar en la historia humana es indudablemente significativo. Según se expresó en Sy y Tinker (2014), los orígenes de la civilización son los precursores de todo lo que vino después (la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo y post-capitalismo). Los registros de Blombos en Sudáfrica que se remontan a unos 70.000 años antes del presente, provocaron un despertar humano de una existencia nómada en las diferentes empresas sociales subsecuentes, las cuales incluyeron al cazador recolector, al esclavo agrícola, al feudal y al capitalista. Este hecho pone a lo contable en África, en el núcleo de todas las civilizaciones (pasadas y presentes).
Resistencia al cambio en la historia de la contabilidad
El término resistencia al cambio se toma de una literatura de estudios organizacionales de tendencia liberal de la década de 1970, que intentó ‘explicar’ la oposición de los empleados a las innovaciones generadas, en última instancia, por falta de cualificación y, finalmente, los llevó por fuera de la organización (Allen, 1975; Aronwitz y DiFazio, 1994; Baritz, 1960; Braverman, 1998; Leavitt, 1964; Shaw, 1975; Taylor, 1967), Inspirada por el espíritu de los Estudios Hawthorne de la Clínica Mayo (Shaw, 1975), esta investigación se propuso encontrar la manera de manipular a los trabajadores (en las palabras de una de las dirigentes sindicales) en vacas dóciles (Shaw, 1975).
La literatura sobre resistencia al cambio y la historia de África comparten en sí una causa común con los trabajadores: sus voces son silenciadas y sus componentes siguen padeciendo las privaciones materiales. En el caso laboral, los trabajadores gozan de una disminuida participación de la riqueza social que producen; en el caso de los africanos, estos siguen sufriendo la represión residual de las relaciones sociales de la colonia.
Para comenzar con esta exposición de la situación africana, se ofrece un ejemplo que es a la vez irónico y apócrifo, con el fin de reproducir una imagen de los objetos que se muestran en este artículo: la autora, de origen africano, debió pagar la cantidad de 150 euros por los derechos al Museo de Ciencias Naturales de Bélgica. Así, los ciudadanos africanos están (actualmente) en la obligación de pagar por el privilegio de usar imágenes de los artefactos robados de su país a quienes fueron sus amos coloniales (Bélgica). Mientras que, por otro lado, estas imágenes se pueden descargar de Internet a coste cero. Así, Bélgica sigue llevando a cabo la violación económica de una colonia una vez saqueadas sus materias primas, dejándolos empobrecidos. Cuando se le preguntó por los autores, el funcionario del museo no vio ningún dilema moral en la exigencia de este cobro.
Reprimiendo el registro del pasado colonial de África
Hoy en día, hay un movimiento fuerte para el retorno de los tesoros nazis robados a sus propietarios europeos. No hay tal clamor por el regreso de los artefactos de África (como el hueso de Ishango). Por ejemplo, es ampliamente considerado como un acto de blasfemia aplicar el término Holocausto a cualquier otro evento que no sea el de los cinco millones de judíos que fueron exterminados por los nazis. Pero ¿de qué otra manera vamos a describir la tragedia de la época colonial, cuando unos 30 millones de africanos (9 de cada 10) fueron arrojados al mar en su viaje a la ‘Tierra Prometida’? (Diop, 1974, 1991). Un destino similar de falta de memoria histórica se mide por los colonizadores europeos a los 30 millones de americanos nativos – ¿genocidio u holocausto? –; un millón de habitantes de Ruanda; o los cinco millones de armenios –de nuevo: ¿genocidio u holocausto?–.
La falta de voluntad de Europa (en particular) para decir “lo sentimos” puede tener una motivación más cínica para evitar demandas de reparación. Hay estudios que muestran que el crecimiento de la economía estadounidense se debe, en buena medida, a los aportes de mano de obra esclava africana americana y, posteriormente, al trabajo asalariado barato (James, 1963).
Además, tenemos aún un intento más extraño por evitar asumir responsabilidades. Este fue proporcionado por el primer ministro británico Gordon Brown, quien, siendo líder del (Nuevo) Partido Laborista, escandalosamente ofreció una vergonzosa reescritura de la historia del Imperio británico en la India, alegando que “No todo era malo, les dimos, por ejemplo, los ferrocarriles” (Brendon, 2007). Es de suponer que solo un líder del ‘nuevo’ Partido Laborista se atrevería a tal patraña indecorosa.