El tipo de sujetos aludidos hacen parte de la matriz que constituye el poder en todas sus formas. Son aquellos a quienes se alude cuando de manera sutil se habla de “pánico en los mercados”, “crisis de los mercados”, “reacción de los mercados”. Seres racionales que promueven y diseñan los dispositivos y las distintas prácticas impuestas en el marco de la financiarización. Actúan como parte vital del engranaje de una máquina colonial encargada de inscribir el saber, el poder y las prácticas requeridas en las subjetividades y en los cuerpos de los sujetos. Nuevamente, se apela al llamado del profesor Cristóbal Gnecco, para analizar la represión desde su lado positivo, en perspectiva foucaultiana (Gnecco, 2010). Ello significa comprender que el aparato colonial presente en la financiarización no debe ser visto solamente como opción destructiva. Es necesario ir más allá de una visión sesgada, que no permite conocer el tipo de subjetividades o de modelos de naturaleza o de cultura construidos en la cotidianeidad.
En la financiarización, el poder creativo de la máquina colonial cobra vida a través de la creación de los mercados de futuros. Activos financieros que actúan, en tanto instrumentos de intercambio comercial de materias primas. Los también llamados forwards operan en mercados donde se negocian contratos de futuro, a manera de compromisos para comprar o vender un activo en una fecha y a un precio determinado. Hoy en día, las grandes corporaciones han logrado introducir a las materias primas en el complejo entramado del mercado de futuros, supeditándolas aún más a las dinámicas del libre mercado, sobre todo a maniobras ligadas con el intercambio bursátil, donde hay una ingente demanda de cobertura de riesgos y una evidente influencia de la volatilidad de los precios.
El riesgo latente en la especulación financiera con la producción de materias primas se relaciona con el hecho de que estas se producen en los países de la periferia, pero las negociaciones sobre los precios de la producción agropecuaria y otras materias primas son monopolizadas, en gran proporción, en centros bursátiles como el Chicago Board of Trade o el Chicago Mercantil Exchange. Tales escenarios poseen información privilegiada relativa al vaivén de los precios de productos como soja, trigo o metales preciosos, pudiendo especular con una amplia ventaja frente a otros actores bursátiles. La situación se torna más gravosa, pues esa especulación financiera atenta, ya sea, contra la soberanía alimentaria de diversos pueblos a nivel orbital, o contra la diversidad cultural y natural, al afectar los territorios donde se entretejen diversos proyectos de vida. Situar a distintos pueblos nativos ante la amenaza representada en artificiosas fluctuaciones de precios que son capaces de desestabilizar economías enteras de distintos países, es entronizar formas de colonialismo aparentemente ya superadas.
Queda claro que el aparato colonial presente en la financiarización, antes que destruir en un sentido antropológico, es más lo que construye. Hoy en día, diversos pueblos del mundo dependen del modo en que los especuladores financieros orientan sus conductas dentro de los mercados de futuros de alimentos; situación aparejada con la constitución de amplios territorios en centros para la reproducción y ampliación del capital monopolístico, pero también con la inscripción del poder sobre las culturas y los distintos tipos de naturaleza dispuestas en esos territorios.
El accionar de los especuladores financieros avanza paulatinamente, en una época donde la institucionalidad se desmonta poco a poco. El Estado abandona su función de regular, para participar como actor del mercado, facilitando, además, la expansión de los flujos de capitales a todos los niveles, eliminando casi todas las normas que limitaban diferentes prácticas, contribuyendo a la creación de productos financieros complejos. El Estado favorece también, aspectos proclives al mundo de la financiarización, como la independencia de los bancos centrales; la disolución de las diferencias entre banca comercial y de inversión; así como rebajas impositivas y exenciones fiscales al patrimonio y a las rentas del capital. Auspicia, además, la ausencia de controles a la colusión entre actividades de supervisión, calificación y consultoría en empresas auditoras y calificadoras de riesgo.
De la emergencia de la “contabilidad creativa” al desplome de la confianza pública
Durante los últimos años viene acentuándose la apelación a la creatividad, con el propósito de convertir a la contabilidad financiera en un instrumento útil a las grandes corporaciones, en su ingente tarea de incrementar los rendimientos financieros, dando paso al surgimiento de la llamada “contabilidad creativa”. Mediante esta práctica, se busca aprovechar los vacíos jurídicos, la laxitud y la flexibilidad de la regulación contable, generando así un radio de acción para manipular la información de la contabilidad financiera. Asistimos, en consecuencia, al desplome de la confianza pública, por cuanto es posible no solo fabricar y diseñar todo tipo de estados financieros, según los gustos y necesidades del cliente, sino también ponerse en contra del interés general, auspiciando la manipulación y el engaño de los usuarios de la información contable. Con los artificios propios de la “contabilidad creativa”, se induce al ocultamiento o a la ambigua revelación de la información, y al aumento o disminución artificiosa de ingresos o de gastos, de activos o pasivos, del patrimonio o de cualquier cifra que altere los hechos financieros en beneficio de terceros. Lo grave del asunto es que, para develar los entramados de la “contabilidad creativa”, se requiere un complejo nivel de conocimiento financiero, unido a un sofisticado marco de leyes de transparencia.
Las variadas prácticas contables de la “contabilidad creativa” le da “valor añadido” a la información contable y, desde sus marcos referenciales, acuden a distintas formas de registro contable, para dar cuenta de los mismos hechos. Bajo el supuesto de la innovación, tales operaciones dan paso a la ambivalencia para la aplicación e interpretación de principios contables. En ese contexto, la realidad cede su sitial a la subjetividad y a la creatividad, privilegiando la actividad crematística, a partir de la producción de estados financieros engañosos. Nos topamos con un estado de cosas, donde es más importante la fabricación por pedido de los estados financieros, que el tipo de bienes o servicios producidos.
Pero la “contabilidad creativa” no solamente tiene cabida en la esfera del mundo privado. Bien conocido es el caso del gobierno de Grecia que, en 2001, gracias a la asesoría y complicidad de Goldman Sachs, bosquejó una emisión de bonos en distintas monedas, para poder ocultar el tamaño real de su deuda y, así, no ir en contravía de las disposiciones de la Unión Europea. Tal operación se pudo llevar a cabo, gracias al denominado Cross Currency Swaps, un sofisticado instrumento de la innovación financiera perteneciente a la familia de los derivados financieros, mediante el cual el gobierno dejó por fuera de balance una emisión de deuda de 10 billones de yenes, al tratarla como una operación del mercado de divisas. Lo más gravoso del asunto es que, en esas operaciones, el tipo de cambio es ficticio y por tratarse de derivados financieros, su valor cambia diariamente, dificultando el cálculo real de los intereses y de la deuda generada en esa operación. Vemos aquí, entonces, una formidable simbiosis entre la “contabilidad creativa” y la innovación financiera, para que un Estado pueda reducir su déficit.
Mediante esas sofisticadas operaciones, las grandes corporaciones con sede en Wall Street han obtenido jugosos réditos. A través de la ingeniería y la innovación financiera, han logrado con tales instrumentos que países como Grecia e Italia difieran o pospongan a futuro el exorbitante costo de sus deudas. Gracias a estos tóxicos financieros, se sentaron las bases para semejante gran ataque especulativo a nivel global, pues los complejos y