La enseñanza de la contabilidad. Maria Elena Escobar Ávila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Maria Elena Escobar Ávila
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789587904581
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su artículo 10 el concepto de atestación, además del código de ética de la profesión4. Así mismo, los decretos 2649 (Presidencia de la República, 1993)5 y 2650 (Presidencia de la República, 1993), marco conceptual de los planes de cuentas, base fundamental de los programas de contaduría pública del país. En el año 2009, la Ley 1314[6] (Congreso de Colombia, 2009) institucionalizó el ingreso de la normatividad estándar internacional en materia contable y logró, cinco décadas después, que la profesión volviera a pensar en su propio desarrollo. Pero ha habido un viraje hacia la formación que privilegia los aspectos técnicos de los estándares internacionales, olvidando la esencia del criterio profesional que estos imponen.

      En últimas, si se analiza la forma como ha crecido la profesión que surge a la par de la legislación, la cual impone cambios de acuerdo con el momento histórico, se podría afirmar que una profesión cuyo avance se lo da la ley, no el propio desarrollo de la profesión, genera preocupaciones sobre su fortaleza disciplinar y permite empezar a pensar en otros caminos para su fortalecimiento. De otro lado, las palabras del profesor Humberto Cubides, “la contaduría se ha convertido en una carrera para la competencia del mercado con la influencia de las ideas y los modelos externos” (Pinzón, 2011, p. 379), apoyan el hecho de que se debe seguir trabajando en pro de contar con profesionales críticos que conozcan más de la disciplina que desarrollan.

      Currículos profesionales. En cuanto al surgimiento de la profesión en Colombia, los programas surgen en la década de los sesenta del siglo pasado y según León-Paime (2008) respondían a políticas de instituciones internacionales, gestionadas desde el gobierno central, que obedecían a necesidades económicas y de mercado.

      Actualmente la Resolución 3459 de 2003, por la cual se reglamentan los lineamientos mínimos de los programas de contaduría pública del país, y que además se han constituido en los máximos de muchos programas, incluye los siguientes objetivos para la formación de los profesionales:

      1. Asegurar la transparencia, la utilidad y la confiabilidad de la información, así como la generación de confianza pública, a través de procesos relacionados con la medición del desempeño contable y financiero de las organizaciones, su interpretación y posibles implicaciones. 2. Comprender el contexto social, empresarial, legal, económico, político e institucional en el que se inscribe el ejercicio profesional. 3. Conocer los lenguajes, las técnicas y las prácticas propios del ejercicio profesional de la Contaduría. 4. Usar los sistemas de información como soporte para el ejercicio profesional. 5. Comprender, analizar y evaluar las teorías relacionadas con la Contaduría.

      Al revisar en detalle los objetivos que plantea la resolución (próxima a ser modificada), muy seguramente se coincide en que es tangencial el referente a la propia disciplina, y que el objetivo fundamental es de carácter utilitarista. No pareciera dejar espacio para la formación integral del profesional. Y, cuando se revisan los componentes básicos que debe contener el currículo ofrecido, se encuentra un listado de requerimientos que muy seguramente forman un buen técnico, capaz de “extraer y analizar” datos provenientes de múltiples fuentes; para llegar a conclusiones con base en el análisis de información financiera y contable, se excluyen de la formación tanto las humanidades como la investigación.

      Un panorama no muy halagüeño, especialmente si consideramos que el país tiene algo más de 240 programas de contaduría pública, de los cuales un número no superior al 10 % ha pasado por los procesos de acreditación de calidad que el Ministerio de Educación Nacional ha diseñado7. La Junta Central de Contadores Públicos, ente disciplinario y encargado de la inscripción de profesionales, registra cerca de 250.000 profesionales inscritos, en desarrollo de la profesión. En cuanto al desempeño de los recién egresados que presentan exámenes Ecaes, los resultados hasta ahora mostrados sitúan a la profesión en los últimos lugares en lo que se refiere a análisis crítico8.

      Concepción instrumental del ejercicio profesional de la Contaduría Pública. De otro lado, una educación ancilar puede ser evidenciada al estudiar las razones que mueven a los futuros contadores y a los que se encuentran en ejercicio para estudiar o para ejercer la práctica. Esto puede verse en experiencias propias desde la docencia y coordinación de programas, y en el acompañamiento realizado por más de quince años de los procesos formativos de los contadores públicos. En las entrevistas iniciales para el ingreso a los programas, usualmente los aspirantes tienen claro que la profesión les dará herramientas laborales importantes para desempeñarse adecuadamente en su vida adulta. Se puede afirmar que son escasos los jóvenes aspirantes que manifiestan intereses diferentes al laboral. Ese puede ser un buen indicador de la percepción que proviene de los mayores (padres y familiares cercanos de los jóvenes aspirantes) acerca de las fortalezas de la disciplina.

      Cuando van creciendo en su carrera, los estudiantes entienden perfectamente el papel que juegan los contadores dentro de las organizaciones, son capaces de verlas como entes necesitados de información útil, han desarrollado competencias que son apreciadas en el ámbito laboral, pero no tienen claridad sobre la manera como la profesión puede crecer desde los aportes de los propios agentes que la conforman. Entienden el crecimiento profesional como una continua actualización de saberes, y, sin desconocer la importancia para su vigencia en el mercado laboral, se encuentra muy distante de la creación profesional para el propio robustecimiento de la disciplina.

      Mirando el tema de manera más general en Colombia y no circunscrito a la Universidad Externado, los egresados de contaduría pública pueden ser estratificados. Es tal la cantidad de programas ofrecidos por universidades en todo el país, y con calidades tan diversas, que las empresas se han encargado de hacer selección y escogencia de profesionales de las universidades acreditadas, y todos los demás son contadores que se dejan para labores de empresas más pequeñas, o que deben desempeñarse como auxiliares o asistentes de los demás. Panorama complejo para una disciplina que requiere fortalecerse y generar avances propuestos desde sus propios profesionales cuando estos están intentando no perecer en la competencia.

      De otro lado, los profesores, contadores en ejercicio en su mayoría y con una claridad sobre la profesión, manifiestan la importancia de esta desde una mirada utilitarista. Por supuesto, la profesión es vista como un excelente camino de siempre ser vigente y necesario para las organizaciones, entre otras cosas, por la propia obligación legal de la profesión.

      Algunos autores aducen que los estudiantes que toman los cursos de ciencias sociales y humanas, y que hacen ruptura con algunos de sus principios rectores de vida, se han hecho partícipes del desencanto por la profesión. Dicho desencanto, de una u otra manera, hace que estas personas miren con desdeño el trabajo teórico y práctico de los contadores públicos. Este desencanto se transfiere a la vida profesional (Rojas, 2008).

      El Instituto Americano de Contadores Públicos Certificados (Aicpa), de los Estados Unidos, presentó en el Foro de Firmas, en octubre del 2014, que se celebró en la Universidad Javeriana, un documento que resume la percepción del futuro de la profesión, recogida de 5.600 profesionales de la contaduría pública. Aquí se hace referencia a las competencias identificadas: habilidades de comunicación, de liderazgo, de pensamiento crítico9 y habilidades para solución de problemas, habilidades para el cambio, integración y colaboración. En ninguna de estas se asoma la necesidad de aportar al crecimiento de la profesión desde la base de fundamentos ontológicos robustos.

      La educación en Colombia, y particularmente la formación de los bachilleres, se ha visto rodeada de cambios originados en decisiones de políticas públicas en pro de una mayor cobertura, pero que lamentablemente ha descuidado la calidad. Los recursos son escasos y las decisiones no parecen obedecer a procesos investigativos serios sobre las necesidades de educación, sino a mal llamadas decisiones políticas.

      La administración Gaviria en Colombia (1990-1994), y su apertura económica, trajo consigo una serie de cambios. En este contexto nació la Ley 115 de 1994 (Congreso de Colombia, 1994) para sentar las bases políticas de una nueva apuesta de país como