El error de tu venganza. Noelle Cass. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Noelle Cass
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418616266
Скачать книгу
se imaginaba a una mujer como Isabella, como la madre de sus hijos. Isabella sería una mala madre y no quería que sus hijos pasaran por esa humillación, niños inocentes que no tenían la culpa de que una mala madre y sin escrúpulos, les diera la vida.

      Cuando acabó de tomarse la taza de café, giró el asiento y depositó la taza sobre el escritorio y se levantó. Pensativo, se puso a dar vueltas por la estancia. Pero antes, tenía que sabotear todas las posibilidades que tuviera Isabella con ese tal Kyle. Su siguiente paso sería tener una charla con ese hombre, pensaba, mientras en su rostro aparecía una sonrisa cínica. Isabella nunca se enteraría. Hablar con él y contarle qué tipo de mujer era ella, sería más que suficiente. Por muy enamorado que estuviera de ella, un hombre que deseaba tener una relación estable con una mujer, buscaba a una buena mujer y decente. No a una mujer fácil como Isabella, que vendía su alma al mejor postor. Después tendría por completo el campo despejado y podría actuar a su antojo. Y eso era lo que más feliz le hacía. Se detuvo en seco, tendría que conseguir el número de Kyle e invitarlo a tomar un café, sin que ella se enterara, y si lo buscaba en las oficinas donde trabajaba Isabella, corría el riesgo de que ella se enterara, si eso sucedía, se pondría en guardia y empezaría a atar cabos. Necesitaba que siguiera permaneciendo en la ignorancia. Que pensara que lo único que quería era romper con el pasado y seguir cada uno por su lado. Pero qué equivocada estaba. Iba a hacer todo lo posible para doblegarla a su merced. Se acercó de nuevo al escritorio y marcó el número de información y pidió a la amable telefonista que le proporcionara el número de teléfono del compañero de Isabella. No sabía el apellido, pero dio el nombre de la empresa y la telefonista le proporcionó el teléfono del despacho de Kyle. Después de dar las gracias amablemente, quedó satisfecho. Todo marchaba a las mil maravillas, pensó, mientras volvía a dejar el móvil sobre el escritorio. Se volvió a sentar en el asiento y siguió trabajando en el ordenador durante dos horas más sin parar. Pasadas las dos horas, se levantó satisfecho por todo lo que había adelantado con el trabajo. Se estiró para estirar los músculos entumecidos y salió del despacho. Se fue a la cocina a preparar un sándwich, después abrió la nevera y sacó una lata de refresco de naranja. Saboreó con calma la comida acompañada del refresco. Cuando acabó, recogió y se fue al salón. Allí se sentó en el sofá y se puso a ver el canal de deportes veinticuatro horas. En ese momento quería distraerse y no pensar en nada más.

      En cambio, Isabella seguía consumida por los nervios. Se preguntaba cómo después de tantos años, ese hombre la podía seguir poniendo nerviosa. Ella se negaba a pensar que era porque lo seguía amando, le parecía imposible que así fuera. Pero en su fuero interno sabía que eso era exactamente lo que estaba pasando. Nunca había dejado de amarlo y lo amaría hasta el último segundo de su vida. Era el único hombre que había amado y que amaba. Sabía que Cristopher tenía el poder de destruirla de nuevo si se lo proponía. Le bastaba con mover un solo dedo para hacer todo lo que él le pidiera y eso la aterrorizaba, más que ninguna otra cosa en el mundo. Muchas veces, se preguntaba cómo había permitido que un hombre ejerciera tanto poder sobre ella. Fijó la mirada en el reloj de la pared del despacho y se levantó, decidió tomarse un respiro y bajar a comer sola. Ya que dudaba que Kyle pudiera quedar para comer con ella como de costumbre. Seguramente estaba liado con el trabajo y le resultaba imposible ir a comer a la hora de siempre. Se levantó del asiento, cogió la chaqueta, el bolso, y salió de la oficina. Por el pasillo no había rastro de Kyle y bajó sola a comer. Ya fuera del edificio se puso a caminar hacia su restaurante favorito. Al llegar, entró y se sentó en su sitio de costumbre, pidió un refresco mientras le preparaban el pescado a la plancha que pidió. Media hora más tarde, salió del restaurante y volvió al despacho. En esa ocasión tampoco había rastro de Kyle. Isabella preguntó en recepción si lo habían visto salir o entrar, pero la chica de recepción le dijo que no lo había visto en toda la mañana. Subió al ascensor y ya en su despacho se puso a trabajar otra vez en el ordenador.

      Otro día que terminaba, y caía la oscura noche sobre la ciudad. Isabella salió de su oficina y en ese momento se encontró con Kyle, que se dirigía al ascensor. Los dos se subieron juntos y bajaron a recepción. Ya en el exterior, Kyle le preguntó a Isabella si le apetecía ir a tomar un café o a cenar algo. Ella aceptó encantada la invitación a tomar café. Esa noche no le apetecía cenar demasiado, cada hora que pasaba, los nervios se le ponían a flor de piel, estaba segura de que su cita con Cristopher sería su sentencia de muerte; a partir de ese momento, su vida volvería a quedar reducida a cenizas, pensaba, mientras Kyle la dirigía hacia el restaurante en el que solían comer al mediodía. Entraron en el restaurante y una amable camarera los acompañó a una mesa y pidieron un café expreso para Kyle, e Isabella optó por un café con leche. No quería arriesgarse a pasar otra noche en vela. Después de que la chica les sirviera las bebidas y los dejó a solas. Kyle le preguntó:

      —Isabella, ¿te pasa algo? Desde hace unos días te encuentro decaída y ausente, me estoy empezando a preocupar.

      —Todo está bien, Kyle, pero hay algo que no te he contado.

      —¿De qué se trata? —preguntó él enderezándose en su asiento.

      Isabella se aclaró la voz y habló en un susurro apenas audible. Kyle tuvo que agudizar el oído para escucharla por encima del murmullo de voces de la gente que había en el restaurante.

      —Cristopher ha vuelto a mi despacho para asegurarse de que voy a ir a la cita.

      —Te vuelvo a pedir que no lo hagas, déjalo plantado. Mi instinto me dice que no se trae nada bueno entre manos. Te hará sufrir de nuevo, Isabella.

      —Sé que tienes razón, y yo tengo ese mismo presentimiento que tú. Pero lo único que quiero es pasar página y seguir adelante con mi vida.

      —Es una trampa, Isabella, ¿es que estás tan ciega para no darte cuenta? Lo que quiere ese hombre es atraparte de nuevo entre sus redes y volver a hacerte sufrir de nuevo.

      —Sé que esa es una posibilidad, nuestra relación no terminó de la mejor manera.

      —Yo también tengo algo que decirte.

      —¿De qué se trata?

      —Cristopher ha dejado un mensaje a mi secretaria invitándome a tomar un café, parece ser que quiere tener una pequeña charla conmigo.

      A Isabella, se le cayó el alma a los pies. No sabía a qué demonios estaba jugando Cristopher, pero que ella supiera, no conocía de nada a Kyle y no tenía motivos para tener que hablar sobre nada con ese hombre.

      —¿Estás seguro de que se trata del mismo hombre? —preguntó ella con un rayo de esperanza.

      —Es el mismo, no conocía su apellido, e hice una búsqueda en Google y sale su foto, no hay ningún error, es el mismo: Cristopher Lowe.

      —Esto es todo muy raro —respondió ella, mientras se llevaba la taza de café a los labios y daba un sorbo a su bebida.

      —Por eso te digo que lo ignores, Isabella, si le das la oportunidad te destruirá de nuevo, estoy convencido de ello. Si accedes, se lo estás sirviendo en bandeja de plata.

      Isabella palideció ante las duras palabras de Kyle, pero sabía que él tenía razón, sabía lo cruel que podía llegar a ser Cristopher, lo había vivido en sus propias carnes.

      —Te prometo que solo iré esta vez y después me olvidaré de él, te lo prometo.

      —Está bien —dijo él de mala gana—, pero ten mucho cuidado, ¿quieres que te acompañe y me siente discretamente en una mesa? Puedo invitar a alguna amiga y sentarnos disimuladamente a comer, él no sospechará.

      —Gracias de todo corazón por tu ofrecimiento, Kyle, pero es mi batalla y tengo que librarla yo sola.

      —Solo prométeme que, si estás en apuros, acudirás a mí, una llamada y enseguida me presento para ayudarte a que ese desgraciado no te atrape entre sus tentáculos.

      —Te lo prometo. —Y puso su mano sobre la de Kyle, que en ese momento la tenía apoyada sobre la mesa. Él la giró, atrapó entre su mano la de Isabella y la acarició suavemente. Ella no rechazó la caricia tan suave que Kyle