El error de tu venganza. Noelle Cass. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Noelle Cass
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418616266
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y las dejó secando en el escurridor. Se duchó y se vistió con un traje compuesto de chaqueta y pantalón turquesa, una blusa blanca y zapatos de tacón en un tono muy parecido al traje. Se aplicó un discreto maquillaje y recogió el pelo en un moño bajo la nuca. Media hora más tarde, salió de su apartamento y se fue hacia su plaza de aparcamiento. El día era espléndido y tenía muy claro que no iba a dejar que nada enturbiara tan maravilloso día. Ese día no tenía mucho trabajo pendiente, ya que lo había adelantado los últimos días quedándose un rato más de lo normal en su despacho. Le apasionaba lo que hacía, era una revista muy importante de actualidad, Kyle y ella ocupaban uno de los cargos más importantes, después de los fundadores de la firma. Le había costado mucho esfuerzo llegar hasta donde había llegado. Tuvo que pasar por una difícil formación después de que aceptaran su solicitud de empleo. En la que se presentaron cientos de candidatas para ocupar el puesto de becaria, que es por donde había empezado. Gracias a su esfuerzo y tenacidad, fue ascendiendo rápido hasta llegar a alcanzar el puesto que tenía ahora. Ella hacía balances, presupuestos y dirigía a parte del personal con el apoyo de Kyle. Ya en el aparcamiento se subió al coche, arrancó y lentamente se fue incorporando al escaso tráfico que había, ya que era todavía muy temprano y se dirigió a la calle donde estaban las oficinas. Aparcó en su plaza y vio que Kyle estaba bajando del coche. Él la vio y alzó la mano para saludarla, ella lo imitó y lo saludó también. Bajó del coche y se acercó a Kyle que la esperaba pacientemente para entrar juntos en el edificio. Después de un alegre «buenos días» caminaron hasta el edificio charlando de ningún tema importante. Kyle, de vez en cuando, miraba de reojo a Isabella, aunque ella quería disimular, él intuía que algo le estaba pasando. La conocía desde hace años y había aprendido a conocerla y preocuparse por su bienestar. Muchas veces se lamentaba de que Isabella no pudiera enamorarse de él y se enamorara del desgraciado que le había hecho tanto daño. Si él hubiera llegado mucho antes a su vida, Isabella en esos momentos sería una mujer muy diferente y enamorada. Llegaron a recepción y subieron como siempre a la sexta planta.

      —Nos vemos en el almuerzo —dijo Isabella, dándole un beso a Kyle en la mejilla.

      —Claro, podemos ir a comer juntos —dijo él sorprendido por el gesto que había tenido Isabella con él.

      —Gracias por todo el apoyo que me das, eres una buena persona.

      —Sabes que lo hago encantado.

      —Eres una persona única, Kyle, nunca me arrepentiré de haberte conocido.

      —Yo siento lo mismo que tú, deseo que algún día puedas sacar de tu corazón a ese hombre que te ha hecho tanto daño y puedas llegar a enamorarte un poquito de mí, me enamoré de ti desde el primer momento en que te vi —dijo él, mientras entrelazaba sus manos con la de ella y se las llevó a los labios para besarlas.

      —Eres un hombre muy atractivo, Kyle, me gustaría mucho corresponder a ese sentimiento…

      Fueron interrumpidos por un carraspeo femenino. Los dos se separaron e Isabella miró a la mujer que observaba divertida la escena. No era otra que Anna, su mejor amiga. Isabella quiso que, en ese momento, se abriera el suelo a sus pies y se la tragara la Tierra. Estaba tan avergonzada. Kyle se despidió de ellas y se fue a su despacho. Ellas entraron en el de Isabella que estaba más cerca. Anna seguía con una expresión divertida en la cara. Le gustaba mucho Kyle para su amiga y deseaba que Isabella correspondiera a los sentimientos de Kyle algún día. Eso significaría que su amiga se habría olvidado para siempre de Cristopher, y de todo el daño que le había causado a Isabella en el pasado. Se sentaron, Isabella en su asiento y Anna enfrente de Isabella. Minutos después, pidió a su secretaria que les sirviera unos cafés a las dos. Guardaron silencio el tiempo que la secretaria permaneció en el despacho sirviendo los cafés y unas galletitas para acompañar.

      7

      Cristopher marcó de nuevo el número de Kyle, seguía tan furioso con Isabella, que no había forma humana de calmarlo. La primera parte del plan había salido mal, pero no importaba. Sabía que la primera vez que había hablado con Kyle, había despertado su curiosidad. Estaba convencido de que esta vez aceptaría su invitación. Kyle no tardó en responder:

      —¿Diga? —contestó, mientras sujetaba el auricular contra el hombro y ordenaba algunos papeles.

      —Soy Cristopher, mi oferta de invitarte a tomar un café sigue en pie. —Kyle se paró en seco y dejó lo que estaba haciendo, y sujetó con la mano el teléfono.

      —¿Qué es lo que quieres de mí?

      —Lo único que quiero es abrirte los ojos, y que se te caiga la venda de ellos. La mujer de la que estás enamorado no es ningún dulce angelito, como tú piensas.

      —La relación que tengo con Isabella, no te concierne para nada. Para ella solo eres el pasado que tanto la hizo sufrir y se esfuerza por olvidar.

      Una carcajada que resonó al otro lado de la línea interrumpió a Kyle:

      —¡Eso es lo que te está haciendo creer tu dulce gatita!

      —¿Por qué estás tan empeñado en desprestigiar la imagen que tengo de ella? —insistió Kyle.

      —Lo único que quiero es prevenirte y que no caigas en la misma red que yo. —En ese instante, Cristopher supo que había dado en el clavo y despertar todavía más la curiosidad de Kyle, se felicitó por ello.

      —No necesitas prevenirme porque no tengo interés romántico en Isabella, solo somos buenos amigos.

      —No me lo creo, se nota a leguas que estás enamorado de ella, lo pude comprobar el otro día cuando os vi entrar juntos en el restaurante, por cómo la mirabas.

      Kyle se pasó la mano libre por el espeso cabello con aire de derrota, sabía que no podía engañarlo, ese hombre no podía decirle nada malo sobre Isabella.

      —Está bien, a las doce en la cafetería que hay frente a las oficinas, tengo media hora libre. —Y cortó la llamada.

      En su asiento, Cristopher reía satisfecho. Había logrado penetrar la dura coraza de Kyle y despertar su interés. A partir de ahí todo sería pan comido. Media hora sería suficiente para desenmascarar a Isabella ante ese hombre que también estaba locamente enamorado de ella. Siguió trabajando hasta las once y media, le hacía falta el tiempo para ser puntual y llegar a la cafetería.

      Cinco minutos antes de la hora prevista, entraba en la cafetería. Fiel a su palabra, Kyle estaba sentado en una de las mesas concentrado en su café. Al notar su presencia, él levantó la cabeza mientras Cristopher tomaba asiento frente a él. La camarera se acercó y también pidió su café. Se miraron en silencio, estudiándose el uno al otro, mientras la camarera hacía su trabajo. Cuando por fin se quedaron a solas, lo cual les pareció una eternidad, Kyle habló:

      —¿Y bien? —inquirió, alzando las cejas de modo inquisitivo.

      —Gracias por aceptar mi invitación.

      —¿He tenido opción a rechazarla? —preguntó incrédulo.

      —Claro que sí —dijo Cristopher llevándose la taza a los labios y bebió un largo sorbo de café—. Podías rechazarla, pero tu curiosidad por saber qué sé de Isabella, pudo más.

      —Ella es una mujer intachable, no tienes nada que contarme que me aparte de ella. Empieza cuando quieras, no tengo mucho tiempo.

      —Isabella es una mujer fría y calculadora que usa sus encantos femeninos para llegar hasta donde quiere y lograr alcanzar sus metas. —Vio que el rostro de Kyle palideció—, bien —prosiguió—, cuando la conocí, ella no era nadie. Sus orígenes son humildes y su familia era muy pobre, mucho antes de que Isabella se quedara huérfana. Yo me enamoré perdidamente de ella y en el tiempo que estuvimos juntos le pagué sus estudios, adecenté su vestuario. Le di un ritmo de vida que ella desconocía, pero supo aferrarse muy bien a ese salvavidas. Incluso se entregó a mí para que de verdad me diera cuenta de esa inocencia que quería transmitir. Sabía que, si yo me acostaba con ella, sabiendo que era virgen, no sería capaz de abandonarla. —Kyle se