La Filosofía en Quito colonial 1534-1767. Samuel Guerra Bravo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Samuel Guerra Bravo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789978774946
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de 1492 el americano fue expulsado del ámbito del ser y sepultado en el ámbito de lo cósico: allí donde el ser no se revela. Eso quiere decir que América india nació a la historia condenada a muerte porque la opresión se ha presentado siempre para ella como un genocidio. España le negó al ser-americano su rango ético (meta-físico) y su acontecer histórico y le confinó a la “simple patencia de ser dada en un acto primario de… conocimiento”, le confinó a ser un “ser en bruto”. (Catarelli, 1961, p. 14)

      El indio será entonces un ser “brutalizado ante… la conciencia unilateral del conquistador” (Dussel, 1972, p. 69). Desde aquel lejano día el americano no será más un hombre, sino un subhombre (objeto, instrumento, mano de obra, un elemento folklórico): “menos que estiércol de las plazas”. Y la historia de América no será sino el despliegue y totalización de la dominación en la dominación.

      Es muy significativo que el conquistador español sea, ante todo, el cristiano. Condicionamientos históricos concretos dieron a las empresas españolas el carácter de “santas”. En el siglo XIII y a propósito de las Cruzadas se puso como causa justa de guerra en la Ley de Partidas: “la primera por acrecentar los pueblos su fe et para destroir los que la quisieran acallar…”. Este mismo espíritu bélico-religioso siguió vigente con la Reconquista de España, en la Conquista de las islas Canarias y en la Conquista y colonización de América. (Cfr. Zabala, 1947, pp. 25 y 26). El español es, fundamentalmente, el caballero que lucha por su fe. El 2 de enero de 1492 es tomada Granada, último bastión de los in-fieles, y el mismo año empieza el expansionismo español en América. El Conquistador llega, pues, como el representante legítimo de un cristianismo (religión) triunfante y de una cristiandad (cultura) en expansión.

      Estas empresas expansivas que tenían como fin último la propagación de la fe católica eran empresas oficiales-estatales, incluida la de Colón, al servicio de Castilla.

      Había, pues, una identificación entre los fines del Estado y de la Iglesia (herencia árabe). España era un reino cristiano que al mismo tiempo que la conquista del Santo Sepulcro buscaba el descubrimiento de las Indias. Colón escribe en su Diario de viaje (1972, p.2):

      Vuestras Altezas como católicos cristianos y príncipes amadores de la Santa Fe Cristiana y acrecentadores de ella, y enemigos de la secta de Mahoma y de todas idolatrías y herejías, pensaban de enviarme a mí, Cristóbal Colón a dichas partidas de India para ver los dichos príncipes, y los pueblos y las tierras y la disposición de ellas y de todo, y la manera que se pueda tener para la conversión de ellas a nuestra santa fe.

      Nuestro Redentor dijo que antes de la consumación deste mundo habrá de cumplir todo lo que estaba escrito por los Profetas, el evangelio debe ser predicado en toda la tierra y la ciudad santa debe ser restituida a la Iglesia. Nuestro Señor ha querido hacer un gran milagro con mi viaje a la India. Preciso es apresurar el término de esta obra, lumbre que fue del Espíritu Santo, porque mis cálculos de aquí al fenecer el mundo solo restan ciento cincuenta años.

      Un hombre que en el descubrimiento de América ve un alumbramiento del Espíritu Santo y el cumplimiento de lo anunciado por los Profetas –“llanamente se cumplió lo que dijo Isaías” (Insúa Rodríguez, 1949, p. 15)-, es un hombre de cristiandad con una misión histórica concreta: propagar su fe. Y esta fue también la misión histórica de la España medievalmente cristiana que conquistó y colonizó América.

      En España existía, entonces, algo así como un “mesianismo temporal” por el cual se unificaba el destino de la nación y de la Iglesia, la cristiandad hispánica, siendo la nación hispánica el instrumento elegido por Dios para salvar el mundo. Esta conciencia de ser la nación elegida –tentación permanente de Israel- está en la base de la política religiosa de Isabel, de Carlos y Felipe. (Dussel, 1972, p. 54)

      A partir de 1493 y por Bulas sucesivas de los Papas, esta conciencia de ser la nación elegida se estructura jurídicamente en la forma del Patronato para las Indias: los fines de la Iglesia y el Estado se identifican.

      En la Conquista, por ejemplo, los requerimientos que los Españoles leen a los indios empiezan por explicar brevemente la doctrina cristiana, se dice luego quién es Cristo, el Papa y la donación que este ha hecho al rey de España de las nuevas tierras descubiertas. No se obliga directamente a los infieles a cristianizarse (por eso hay campo para una evangelización), pero se exige –en calidad de paganos- su sujeción a Roma y, por tanto, a España como delegada de Roma para la conversión de los infieles y la expansión de la Cristiandad. La fe católica actúa ya como poder y la Iglesia se vuelve un instrumento político de dominación. Si los indios aceptan la sumisión serán bien tratados, de lo contrario se les hará la guerra.

      Este condicionamiento de Cristiandad llevó al español renacentista a ver un in-fiel (no-cristiano) en el indígena americano. Tal manera de com-prender al “Otro-indio” absolutizó automáticamente al cristiano y asesinó éticamente al americano incluyéndolo en la totalidad comprensiva cristiana como pagano. Lo lógico habría sido que entre el español y el americano se estableciera una “relación irrespectiva” concretizada en “un diálogo al nivel de la comprensión existencial” (Dussel, 1972, p. 521). Pero las circunstancias determinaron que el español, buen cristiano en España porque luchaba por su fe, se convirtiera en misionero (a nivel intencional) y en asesino (a nivel histórico-real) en la América pagana. De esta manera España funda la conquista y la colonización de América en un asesinato original ético-político que sigue vigente, aunque no bajo el dominio de España.

      Por otra parte, el espíritu de Cruzada del Español de ningún modo restaba importancia al aspecto económico. Cortés, el conquistador de México, decía:

      La causa principal a que veníamos a estas partes es por enzalzar y predicar la fe de Cristo, aunque juntamente con ella se nos sigue honra y provecho que pocas veces caben en un saco. (En Zabala, 1947, p. 26)

      Puede ser cierta la afirmación de Marx de que la economía de es la “locomotora” de la historia, solo que esta locomotora tenía –para el cristiano español- un motor religioso. Lo económico se presenta entonces como la motivación material y temporal de la conquista y la colonización, enmarcada por un horizonte religioso último. Esto significa que España misionera necesitaba, para el cumplimiento de su misión, un poderío económico que solo América podía ofrecerle.