Florentino Ameghino y hermanos. Irina Podgorny. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Irina Podgorny
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789876286039
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la época eolítica del Terciario superior, Pampeano o Eoceno: se trataba de huesos humanos “fósiles” mezclados con instrumentos, gliptodonte y otros animales. La seguían la época paleolítica o período cheleano del Cuaternario inferior de Europa, adjudicándose la autoría de exploración y descripción del yacimiento de Chelles; el acheleano, musteriano, solutreano, magdaleneano, todos definidos a partir de los instrumentos coleccionados en Francia. En la época mesolítica reaparecían la cañada de Rocha y la provincia de Buenos Aires, que, sin embargo, se salteaba el Neolítico de los aluviones modernos: aquí, una vez más, se trataba de alfarerías y restos procedentes de distintas estaciones prehistóricas de Francia. La Edad del Bronce estaba representada por un hacha votiva. Los objetos locales se colocaban en el período reciente, anterior a la conquista, procedían de la provincia y pertenecían a los antiguos querandíes. Se complementaba con otro conjunto de utensilios (puntas de flecha, raspadores, punzones, bolas, morteros, fragmentos de ollas, pipas, etc.) de los antiguos charrúas en la Banda Oriental y del interior de la Argentina. En la sección paleontológica, por razones de espacio, se limitó a presentar las partes características o diagnósticas: cráneos, mandíbulas, dientes, pies y otros fragmentos de las especies descriptas con Henri Gervais. Exponía, asimismo, restos de moluscos de agua dulce y marinos franceses y de las pampas, vegetales fósiles de los ríos Luján y Matanzas, así como los trabajos publicados que hacían de extensión del catálogo, el mismo que había acompañado la carta a Pizarro detallándole las cuatro mil piezas originales y otros tantos duplicados que, una vez finalizada la Exposición, serían trasladadas al Museo Nacional.

      Las crónicas comentaban que los visitantes permanecían largamente observando los fósiles y piedras de tiempos primitivos, vestigios situados junto a las de José Larroque, a la derecha de la entrada del salón ocupado por la provincia de Buenos Aires. Esos vestigios, en efecto, generaban algo más que interés… el 22 de mayo Florentino publicaba en La Nación una suerte de solicitada:

      Algunos aficionados a los estudios prehistóricos y a los de saberse apoderar de lo ajeno contra la voluntad de su dueño, me han hecho el alto honor de visitar mis colecciones expuestas en la Exposición Continental, y las han examinado con tanto detenimiento y provecho, que han sabido apoderarse de una docena de mis mejores piezas. Entre ellas se encuentra una daga o punta de lanza, trabajada en hueso, sumamente antigua, única en el país, de cuya pérdida puedo difícilmente consolarme por haberla descripto en La antigüedad del hombre en el Plata, en el cual se halla dibujada en la lámina XVI, figuras 498 y 499. Esta última circunstancia hace que la pieza sea perdida para mí y para su poseedor actual, pues ella no podrá figurar en ninguna colección y (su actual poseedor) tendrá que contentarse con el necio placer de guardarla en su escritorio por toda su vida o la mía, si no quiere exponerse a ser tachado de ladrón.

      Solicitaba su devolución, ofreciendo gratificar al portador que se la remitiese (Fig. 5).

      Figura 5: La antigüedad del hombre en el Plata, lámina XVI, figuras 498 y 499. Instrumentos robados mientras eran expuestos en la Exposición Continental de Buenos Aires.

      Aunque el proyecto de Museo Nacional estaba empantanado, Ameghino, en esos meses, afianzó sus vínculos con los académicos alemanes de la Universidad de Córdoba y con Estanislao Zeballos, quien lo hacía nombrar miembro corresponsal en Mercedes del Instituto Geográfico Argentino (establecido en 1879) y lo invitaba a dar conferencias en su seno. En esas semanas Ameghino ya sabía que Wilde, el ministro defensor del laicismo, no firmaría el proyecto, habiéndose declarado su enemigo. Ameghino, con ese carácter proclive a explicar la historia en función de su sufrimiento, le comentaba a Juan: “La creación del Museo Nacional que tantos dolores de cabeza me ocasionó, fracasó por envidia hacia mí de algunos personajes altamente colocados, y por ahora no hay esperanzas de que se vuelva a hablar de él”. Wilde, por su parte, firmaría un año más tarde el decreto de creación de una nueva institución: el “Museo Nacional de la Universidad de la Capital”, reuniendo las colecciones y los gabinetes de química, historia natural y botánica existentes en las dependencias de las mismas y que funcionó –nominalmente– hasta 1915. Muy probablemente Wilde, conociendo la marcha del Museo Antropológico, prefirió fomentar otro asociado a la enseñanza universitaria de las ciencias. O quizá se haya tratado de otra jugada de Zeballos para lograr que Ameghino asumiera el cargo de custodio. Sin embargo, el museo no pasó de proyecto. Wilde y Ameghino coincidirían, dos años más tarde, en una velada del Instituto Geográfico, arrojándose elogios mutuos.

      Estos fracasos, a pesar de todo, generaron un nuevo espacio para los naturalistas de Buenos Aires. Resignado, y a falta de otras rentas, Ameghino había montado un negocio de librería en su nuevo domicilio de Rivadavia 946, la librería del Glyptodon, a pocas cuadras de su residencia anterior y muy cerca del nuevo Mercado Rivadavia, instalado en las actuales B. Mitre y Azcuénaga (y demolido en 1947). A pocos minutos de Plaza Once (y del tren hacia la casa familiar y los fósiles de Luján y Mercedes), Ameghino quizás eligiera la zona por la movilidad comercial generada por la Exposición que, una vez concluida, dejó un barrio de trigos, maíz y harinas, de lino y cebada, de cueros y lanas, garras y grasa, y un hormiguero de criollos, napolitanos y alemanes.

      Figura 6: La librería de Ameghino en Buenos Aires ideada para los niños (Ilustración de José Luis Salinas, ca. 1960).

      Figura 19: La vida de Florentino en viñetas para los niños. Todos los años, alrededor del 6 de agosto, Día del Naturalista en el Calendario Escolar argentino, la revista infantil Billiken (Editorial Atlántida) publicaba las estaciones de la biografía del sabio.

      En la puerta de la librería, un cuadro enorme representaba un animal monstruoso: el famoso gliptodonte. El comercio era una pieza de cinco metros de frente por unos tres de fondo, dividida en dos por un mostrador de pino; llenas las paredes de estantes, donde había algunos libros escolares, novelitas de Kock y de Gutiérrez, algunas pizarras, reglas y cartabones de geometría. En una vidriera adyacente a la puerta de entrada y con frente a la calle, había varios tomos escritos por el dueño. Descoloridos por el sol, polvorientos. Ameghino atendía cubierto del cuello a los pies con un gran delantal de lienzo blanco. Más de una vez se lo escuchó hablar en francés con la esposa, sentada en la habitación contigua que se vislumbraba desde el negocio. Allí, en una mesa formada por dos tablas largas de pino blanco y en los estantes que cubrían la pared hasta la altura de un metro, se empezaron a amontonar los huesos. En la librería había un acuario con viejas de agua, una clase sudamericana de peces, acorazados como su querido gliptodonte. No los vendía, pero le agregaban otra marca a su lugar de trabajo. Entre tintas y estantes, mostradores, mesas, papeles, libros y cuadernos, esta librería fue pensada, quizá, como lo más parecido a un comptoir de historia natural, proveyéndole además de un espacio que, en el uso, se asemejaría a un museo y a un laboratorio de anatomía comparada (Fig. 6). Si el negocio marchaba bien, preveía sumar a sus dos hermanos al emprendimiento que abriría sus puertas a principios de julio. A Carlos le sugería venir para ayudar a Leontina, dado que él se ocuparía de otra cosa. Le advertía: “Como no somos ricos, hay que trabajar y como no puedo tener un dependiente para los mandados, te tocará a ti. Al mismo tiempo, te ensayarás en la taquigrafía de la que voy a abrir un curso, a fin de que estés en estado de continuarlo o emplearte en las Cámaras, y ayudarme entonces para que hagamos venir a Juan, pues deseo daros colocación a los dos, pero como no puedo hacerlo al mismo tiempo, empezaré por ti”. Antes debía ocuparse de organizar una colección lo más completa posible de moluscos pampeanos y pospampeanos en número de varios ejemplares de cada especie para remitirlos a la Universidad de Córdoba, desde donde se los habían pedido.

      Florentino, en ese marco, aprovechó las conferencias del Instituto Geográfico para proyectarse como el antropólogo y paleontólogo argentino con más renombre, el más formado del país, el más respetado en el mundo. Realizadas el 19 y 20 de junio, en la primera de estas conferencias,