Florentino Ameghino y hermanos. Irina Podgorny. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Irina Podgorny
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789876286039
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restaurada por los preparadores del Muséum, ya estaba lista para partir hacia Filadelfia. Sumado a ello, había surgido un imprevisto: Paul Gervais había enfermado y fallecido en febrero de ese año. Las colecciones, depositadas en su laboratorio, quedaron inaccesibles hasta abril, y hasta agosto no pudo cumplir con el envío, que incluía fragmentos de un aerolito.

      Ameghino, mientras tanto, se volvió un experto en alquileres y depósitos: después de haber vivido con Larroque, se había mudado con los huesos de Cope a dos piezas en el 66, Rue Lebrun para él y a razón de 350 francos al año u 87,50 francos por trimestre. Hizo de esa casa su dirección comercial en París, donde recibía y enviaba correspondencia en papel membretado al efecto. Cope le solicitaba un catálogo de los duplicados de la colección de Buenos Aires, cuya consigna seguía pagando. Las casas de historia natural, aunque Cope y Ameghino trataran de evitarlas, definían los precios y las pautas del comercio, incluyendo la necesidad de un catálogo que, como en una librería, se modificaba según las compras y las ventas. Ameghino rehízo sus catálogos en función de esos movimientos y de las pérdidas asociadas al embalaje y traslado de los objetos entre tantos espacios diferentes: el campo, Mercedes, Luján, París… Y, al hacerlos, aprendió a ordenar con criterio comercial y a controlar las existencias reales y faltantes. Cada vez más compenetrado con la anatomía de los mamíferos, recorría laboratorios y comercios, publicaba, dibujaba y se corregía a sí mismo: la mandíbula número 8.500 de su catálogo, bien mirada, tenía cinco molares inferiores, por lo que no pertenecía a la especie Auchenia lama como había creído sino a Paleolama. Ameghino esperaba comparar sus observaciones con las del experto de Filadelfia, sin saber que las cajas llegadas desde París nunca fueron abiertas. Cope, como Ameghino, fue una máquina de escribir impulsada por la competencia y alimentada con los reptiles y mamíferos fósiles del suelo norteamericano. El sur del continente no formaría parte de esa obsesión. A la espera de tiempos mejores, en 1897 lo sorprendió la muerte.

      LOS MAMÍFEROS FÓSILES, EL HOMBRE DEL GRAN TATÚ Y EL CUATERNARIO DE CHELLES

      Ameghino dispuso en París de un muestrario completo de los mamíferos fósiles de las pampas, una oportunidad que muy pocos habían tenido y que nadie volvería a repetir por varias décadas. Durante su estadía (1878-1881), Ameghino contó con las colecciones realizadas por Alexander von Humboldt en Quito y Colombia (1802), Alcide d’Orbigny a orillas del Paraná (1827) y en la Patagonia, y Auguste de Saint-Hilaire y Peter Claussen (1838-1839) en Brasil. En París también se encontraban los esqueletos reunidos por el médico militar Francisco X. Muñiz despachados en la década de 1840 por el gobernador Juan Manuel de Rosas, los materiales que el médico uruguayo Teodoro Vilardebó había comprado a Pedro de Angelis y revendido al Muséum, los acopiados por Claude Gay en Chile, por Francis de Castelnau en Perú, por Hugh Weddell en Tarija y por Séguin en las pampas argentinas. A diferencia de lo que ocurría en Buenos Aires, donde las lecturas estaban mediadas por la buena voluntad y las relaciones personales, la biblioteca del Muséum, sin preguntarle quién era, puso a su disposición una serie de libros con las descripciones y las imágenes publicadas en distintas partes del mundo. Entre ellas, las memorias de paleontología del dinamarqués Peter Lund, el investigador de la fauna fósil de Brasil, quien, desde inicios de la década de 1840, insistía en que la caverna de Sumidouro en Minas Gerais contenía evidencia de la antigüedad del hombre sudamericano.

      Ameghino educó su mirada y amplió sus referencias frecuentando los laboratorios, las bibliotecas, las colecciones y los yacimientos europeos. Su francés mejoraría al casarse con Léontine Poirier, de la familia de Justin Poirier, quien desde 1877 se desempeñaba como ayudante naturalista de Edmond Perrier, profesor del laboratorio de moluscos, gusanos y zoófitos del Muséum. Ameghino, mientras era admitido en varias sociedades científicas francesas, publicaba y colaboraba con la clasificación de la fauna del Plata almacenada en los laboratorios. Acometería esta tarea con otro ayudante-naturalista del Muséum, Henri Frédéric Gervais, el hijo del fallecido profesor, una familia que, como muchas otras del Muséum, había ascendido socialmente gracias al trabajo, los estudios, los acuerdos políticos y matrimoniales. Sin embargo, como ocurrirá con Henri, estos no siempre resultaban: Henri Gervais nunca pudo suceder a su padre, a pesar de haberse casado con una joven amante de las ciencias naturales y que su hermana Ernestine Marie Zélie en 1881 contrajera enlace con Camille Marié-Davy, el hijo del director del observatorio del Parque de Montsouris. En el caso de Ameghino, el casamiento con Léontine y la colaboración con H. Gervais forman parte de esta dinámica y de las expectativas sobre su futuro.

      Henri Gervais y Ameghino publicarían un catálogo de los mamíferos fósiles sudamericanos reunidos hasta entonces en Europa y en América, una lista de 309 especies, de las cuales setenta eran de creación de los autores. Publicado en francés y castellano, con sello de las casas editoriales de Savy (en París) e Igón Hermanos (en Buenos Aires), aparecía con fecha de 1880, firmado en el laboratorio de anatomía comparada del Muséum, ahora a cargo de Georges Pouchet, el amigo de Flaubert y su referencia para la escritura de Bouvard y Pécuchet. Ameghino se presentaba como “Ex-director del Colegio Municipal de Mercedes”. Igón Hermanos, como ocurriría también con La antigüedad del hombre en el Plata, simplemente era el consignatario de la obra en Buenos Aires. Para redactar este catálogo recurrieron a la bibliografía y consultaron la colección del Muséum de París, la del Colegio de Cirujanos de Londres y la del British Museum, a cuyos directores les agradecían la buena voluntad y el empeño con que habían puesto a disposición sus materiales. Allí estudiaron las colecciones enviadas por Charles Darwin y el cónsul Woodbine Parish en la década de 1830, así como las vendidas por Pedro de Angelis diez años más tarde. En el Museo de Copenhague, el director les confió algunos de los ejemplares que antes le había comunicado al profesor Paul Gervais. También apelaron a las colecciones de los museos de Milán, Buenos Aires y de la Escuela Normal de París, a los ejemplares de la Exposición Universal de 1878 que ahora pertenecían al profesor Cope y la colección particular en poder del señor Charles Barbier y del mismo Ameghino: “En una palabra, hemos podido examinar la casi totalidad de los huesos de mamíferos fósiles recogidos en América del Sud”.

      En Los mamíferos fósiles de la América Meridional, Gervais y Ameghino recopilaron más de doscientas especies definidas en los últimos cuarenta años a ambos lados del Atlántico, agregándoles las que surgían de ordenar las colecciones de Séguin, aún sin clasificar. De las existentes, unas ciento treinta habían sido establecidas por Peter Lund y otra veintena por el ingeniero de minas francés Auguste Bravard. Burmeister y Richard Owen, cada uno, habían definido cerca de quince especies. Ameghino, por su parte, contabilizaba seis especies de su autoría, un número mucho menor del que se había hablado en los diarios argentinos, donde, aparentemente, confundían especies con el número de especímenes. La colaboración con Henri Gervais, el acceso a las colecciones del museo y la reparación de las de sus coterráneos de la pampa le descubrieron un mundo de dimensiones hasta entonces no entrevistas.

      En 1879, Ameghino sostenía el carácter terciario (Plioceno) de la Formación Pampeana en todo su conjunto y, con ese argumento, hacía terciarios a los restos de hombre fósil contemporáneos a los megaterios y gliptodontes. La gran antigüedad del hombre del Grand Tatou, como lo llamaría Topinard, era también plausible para Broca, cuya cautela recordaba la posible supervivencia de la fauna terciaria americana en períodos cuando su análoga europea se había extinguido. Sin embargo, también admitía la autenticidad de los hallazgos, aceptando “que el hombre que vivió en el caparazón de un armadillo era por lo menos tan antiguo como las razas más viejas de Europa”.

      Ameghino publicó en París un resumen de su exposición prehistórica y de la obra anunciada ya en Mercedes, L’Antiquité de l’homme dans la Plata, el inicio de una serie destinada a iluminar las “graves cuestiones antropológicas del momento” según el élan del espíritu francés. Esperaba ser merecedor del apelativo de “les Français de l’Amérique du Sud”, alineándose con ellos en la expansión universal de la prehistoria y soslayando que los franceses estaban atravesados por una posición filosófica y política, el debate sobre el compromiso de la ciencia en relación con el laicismo y la posibilidad de ir más allá de los hechos observados. Ameghino, sin compromisos directos con la política francesa pero deseoso