—¿Te refieres a los mismos ojitos que lleva haciéndote meses tu exmujer? —malmetió.
—Eso es trampa. —Lo señalé—. Eres un rastrero.
—Un rastrero al que le gustan los hombres y que, por supuesto, tiene razón. ¿Has pensado que casarte conmigo sería una buena opción?
Lo miré muy mal y me bebí el whisky de un trago. Solté el vaso en la bandeja de uno de los camareros que avanzaba por mi derecha y me reajusté la chaqueta de mi traje negro.
—Que te jodan, Luke.
Levantó las manos en son de paz y rio con mucha fuerza.
—Es verdad —comenzó con voz de orangután—, soy muy macho para tan poco hombre. —Cambió el tono a uno más afeminado, nada que ver con el suyo habitual, y lo acompañó de un aleteo de pestañas—: Cari, ¿subes conmigo al escenario?
Me reí y le propiné un golpe con el puño en el hombro.
—Eres un gilipollas.
—Un gilipollas que te encanta. Venga, no me jodas, seríamos la pareja perfecta. Es que no lo entiendo. Solo pones impedimentos para que nuestra relación funcione. Si luego quieres acostarte con mujeres, lo entenderé, y me dará igual quién sea. No seré un celoso de mierda. Te lo juro.
Lo examiné durante unos segundos, y supe que arrugaría el rostro en cuanto escuchara mis siguientes palabras:
—Dime dónde está Enma y me caso contigo.
Una sonrisa afloró en mis labios al ver su mueca de desagrado. En el fondo, no pretendía estar repitiéndoselo constantemente, pues era consciente de que él sufría en muchas ocasiones.
—Sabes que no lo sé —añadió, sin despegar sus ojos de mí; esa vez, con mucha seriedad.
Lo ignoré y caminé con decisión hasta el dichoso escenario, al que no me apetecía subir para nada. Dejé que Luke tomara la palabra e inspeccioné a las personas que nos contemplaban mientras escuchaban la verborrea que mi amigo soltaba. Sin embargo, pocos minutos después, apreté los dientes al fijarme en una figura situada bajo uno de los árboles que había al final del jardín. Supe que mi rostro se había transformado, pues no estaba escuchando a Luke, que me observaba con la mano extendida; seguramente, para darme paso en la conversación que debíamos llevar los dos entre risas y estupideces. Pero mis ojos no se apartaban de aquella figura.
—¿Edgar? —me llamó Luke, y fui consciente de que todo el mundo me miraba.
Giré sobre mis talones y anduve en dirección al árbol, no sin antes pedir unas simples disculpas ante la cara de asombro de Luke. La gente me escudriñaba, aunque a mí no me importaba. Seguí caminando; cada vez más rápido, cada vez más frenético. Hasta que mi cuerpo se perdió en la oscuridad de la noche al acecho de unos ojos verdes que destellaban en exceso sin dejar de observar mis pasos.
—Warren.
—Campbell.
Nos desafiamos con la mirada durante muchos minutos. No supe cuántos, pero los ojos me escocían y los dientes rechinaban dentro de mi boca. Tenía mis motivos para hacerlo. Las amenazas volaban de un lado a otro.
Al ver que no pronunciaba ni una sola palabra, decidí intervenir:
—Márchate de aquí. No eres bienvenido.
Abrió los labios, como si tuviese la intención de pronunciar algo, y después los cerró. A continuación, se juntó mucho a mi rostro y me dijo:
—Lark está vivo.
Arrugué el entrecejo, sin querer entender lo que acababa de decirme. Di un paso adelante, acercándome más a él.
—¿Qué has dicho?
—Que Lark está vivo. Hasta el momento, creo que hablo a la perfección. Pensaba que eras un tipo listo, pero ya veo que me equivocaba.
—Déjate de soplapolleces —gruñí.
Lo vi dudar, sin embargo, terminó diciendo:
—Eso quiere decir que, si no damos con él, Oliver saldrá de la cárcel y tendremos que poner a Enma en…
—A Enma no tienes que ponerle nada —escupí con malas formas, sin dejarlo acabar.
—¿Acaso sabes algo de ella después de cinco meses? —me preguntó con inquina. En sus ojos pude ver el reflejo de la victoria, lo que me dio a entender que él sí sabía dónde estaba.
—Si lo sé, no pienso decírtelo.
Sonrió con superioridad y me dieron ganas de borrarle la sonrisa a puñetazos.
Tenía que encontrarla.
Y debía hacerlo antes que él.
2
ENMA
Me tumbé en la orilla de la playa y elevé mi rostro para que los rayos del sol incidieran directamente en mi piel. Toqué mi abultado vientre y permití que el vestido, el cabello y todas las partes de mi cuerpo se impregnaran de arena. Cerré los ojos y suspiré.
Habían pasado cinco meses desde el incidente de la cabaña y lo recordaba todo a la perfección. Oliver fue detenido por asesinato, falsificación de datos, blanqueo de capitales y un sinfín de delitos más que no quise ni escuchar. Antes de que se lo llevaran, contempló el cuerpo casi sin vida de Morgana y algo en él cambió. Algo tan grande como las ansias de venganza. Mirándome a los ojos, me juró y perjuró que me arrepentiría de lo ocurrido, como si el simple hecho de volverse loco disparando a todos hubiese sido mi culpa. Como si que su hija estuviese herida hubiese sido mi culpa. En un primer momento, entré en shock al ver que Edgar se escurría a la vez que Oliver, sin embargo, el que recibió los dos impactos de bala en la pierna fue Oliver, por parte de Klaus, el inspector de policía que llevaba el caso.
A Edgar también lo detuvieron por secuestro premeditado, pero ya no sabía si todo había sido una patraña más entre la Policía y él o no. Mientras lo tenían apoyado sobre un escritorio colocándole las esposas, me contempló con una clara súplica en su mirada; una súplica que pedía perdón pero que también decía verdades. No obstante, mi mente había llegado a un punto de desconexión, y lo único que deseaba era estar sana y salva, lejos de engaños, falsas promesas, mentiras y asuntos turbios, como el motivo por el que me encontraba allí.
Terminé enterándome de todos los planes que unos y otros habían urdido en conjunto con el fin de cazar a Oliver y de que la Policía lo detuviese. Edgar le hizo creer que estaba de su lado; aunque en el fondo siempre lo estuvo, pues me había engañado desde el minuto uno. Y por mucho que se hubiese enamorado de mí, no tenía perdón ni excusa para no habérmelo contado.
Morgana trató de confundirlo de la misma manera, y a eso se le sumó la supuesta noticia falsa de que ellos dos se reconciliaron, dándole como recompensa lo que Oliver siempre había querido: que Waris Luk fuese de Morgana para después poder quitársela a su hija. También era otra mentira como una catedral de grande, pues, a efectos legales, nada de eso había ocurrido. Luke, simplemente, los ayudó a cada paso, lo que dio como resultado que yo estuviera en aquella cabaña como cebo. Edgar tuvo el plan urdido al milímetro, e hizo pensar a Oliver que me había engañado con sus artimañas con el fin de que firmara aquellos documentos que declinaban la herencia para después, tal y como dijo, deshacerse de mí. Morgana había avisado a la Policía semanas atrás, y junto con Luke llevaron a cabo una investigación para que pudieran juzgarlo por más de un cargo. De esa manera, Oliver se pasaría una buena temporada en la cárcel.
A fin de cuentas, me sentía la persona más utilizada por todo el mundo. Y cuando Oliver apareció en mi agencia, supe que su única intención no era otra sino asustarme y hacerme saber con quién estaba tratando, para que, llegado el día, si me enteraba de la ostentosa cantidad de dinero que me había