Veinte cosas que usted puede hacer para arruinar la vida de su hijo. Silvia Prost. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Silvia Prost
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9789878711294
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lo cual nada tiene que ver con lo que se dice o muestra en un post o se vocifera hasta el hartazgo en el cumpleaños de una vecina.

      2. Ponga en su mano todo lo que pida (y antes que lo pida)

      Diferentes excusas paternas y maternas fundamentan esto de darles a los hijos/as todo lo que piden. “Es que de niño no tuve nada, entonces quiero que él/ella tenga todo lo que yo hubiera querido tener”. “Son mis hijos y tienen que tener lo que quieran”. “Es mi satisfacción, trabajo para ellos”, etc. Estas y otras frases oímos de boca de madres y padres presurosos por complacer a sus retoños, consiguiéndoles lo que solicitan, sea la hora que sea y en el lugar donde el capricho emerge.

      Cierta vez un niño quería el dragoncito de luces que tenía otro niño sentado muy cerca en un festival multitudinario. Era muy tarde ya, el padre había gastado lo conveniente en esa salida familiar, ni siquiera había alcanzado para la cena. Sin embargo, salió con el gesto de amargura a encontrarse con la noche a ver si todavía andaba el vendedor de dragoncitos luminosos por el extenso predio. Al instante el niño se calmó, porque ya sabía que vería regresar a su padre con el objeto de su imperioso deseo entre manos, y así fue. De este tipo de progenitores está lleno y los niños y niñas insaciables desbordan el mundo.

      Padres que regalan la última moto a su hijo adolescente sin reflexionar acerca de que tal vez con ella termine su vida. Madres que se empeñan por años en la toma de un préstamo para hacerle la fiesta de quince a su hija, con el vestido con cristales bordados, el mural 3D y el viaje a Disney. Porque los deseos de los pequeños se solucionan con muy poco, pero los anhelos de los adolescentes y de los jóvenes son harto más costosos.

      Ni hablar del adolescente que se instala en casa y se olvidan él y sus padres del paso de los años. Entonces ese muchacho que tiene desde sábanas de terciopelo hasta reloj de oro, desde teclado digital hasta el último celular del mercado; de pronto engorda y echa unos bigotes desagradables. Comienza a envejecer, ya es un joven como cualquier otro, está en edad de trabajar por su futuro y planear cómo gastar sus sueldos, apto para elegir dónde y cómo vivir. Aunque lo vemos desayunando en la cama a las diez de la mañana, jugando a la Play hasta altas horas de la madrugada y reclamando a su madre que no le planchó la camisa lila.

      Si se observa con detalle, los niños que reciben todo lo que piden, que son satisfechos en todos y cada uno de sus caprichos, de grandes se vuelven personas soberbias y de dificultosa convivencia. Es que los padres no estarán para siempre y… ¿Quién está dispuesto a convivir con alguien que cree que el prójimo está para satisfacer todo lo que se le cruza por la cabeza? Porque algo está claro para estos hijos de padres dadivosos, piensan que lo que quieren lo tienen merecido desde el vamos y que no necesitan esforzarse ni trabajar como el resto del mundo.

      Se trata de hijos que se creen con un derecho superior, por lo que pueden reprocharle a los demás que no les provean lo que solicitan, así que el mal carácter y la bravuconada suelen caracterizarlos. Con el tiempo se vuelven solitarios e infelices, nadie los ama como ellos merecen, es decir, como los amó su madre y/o padre que les dio cada cosa que pidieron y no le enseñaron que la vida y el afecto de los demás es más importante que sus caprichos recurrentes.

      Desperdiciar el tiempo, el espacio y la vida esperando que los demás provean lo que uno necesita no es una actitud sana ni aconsejable, ni siquiera si los medios están dados para que ello ocurra. Es decir, el esfuerzo no es importante sólo cuando se carece de medios, sino también y, sobre todo, cuando ellos abundan. Porque el trabajo es importante no únicamente para la manutención del hombre. La actividad útil dignifica a la persona, la hace tomar parte en la construcción del mundo y la une al destino de la humanidad.

      El niño y la niña, luego adolescente, luego joven, más tarde adulto, que no emplea su vida en una actividad útil se convierte en un ser débil, sin sustancia, sin ningún atractivo personal. Nada hay más desagradable que un adulto ocioso que no sabe hacer, ni intenta saber hacer nada. Que no tiene algún objetivo para su vida. Pero eso no es todo, una sentencia famosa dice que a la pereza “la alcanzan todos los vicios”. Y así es en realidad, porque el vacío hay que llenarlo, y quien no tiene nada interesante para hacer, tiene muchos vacíos en sí mismo, huecos que piden llenarse; entonces llegan los vicios, las adicciones y como desenlace las enfermedades y tal vez, la muerte temprana.

      “La vida de un hombre se debe medir por lo que hace y por lo que siente en ella. Cuanto más útilmente trabaja, cuanto más piensa y cuánto más siente, tanto más vive realmente. El hombre ocioso e inútil, cualquiera que sea lo dilatado de su existencia, no vive, vegeta simplemente.” (Smiles,1895, P. 83) Puede imaginarse el extenso y profundo sopor de una existencia sin propósito ni entusiasmo, sin ocupación interesante, sin atracción alguna que se levante por sobre la insignificancia. No es casual el aumento de suicidios en jóvenes que no encuentran el sentido de sus vidas anodinas. El tener una ocupación sugestiva es fuente de dicha, de bienestar y de salud mental y física.

      6 Samuel Smiles (1812-1904) es un escritor escocés del Siglo XIX que se hizo famoso en Inglaterra con sus obras orientadas a la formación de los jóvenes, recomendando la perseverancia en el estudio y la paciencia y tenacidad frente a las adversidades. Para Smiles las instituciones -como el Estado y la familia- y los libros, no son suficientes para elevar el nivel intelectual y moral de los individuos, si no existe una iniciativa personal motorizada por la fuerza del carácter.

      7 “La buena vida” según el filósofo español no es actuar siguiendo las órdenes de otros, ni las costumbres asumidas, ni los caprichos repentinos, tampoco debe movilizarnos la existencia de premios ni castigos. Como seres libres, los seres humanos estamos llamados a ser el centro de nuestras propias decisiones y si somos coherentes en ellas, para darnos la buena vida, vamos a procurar dar una buena vida a los otros, porque tenemos una existencia relacional. Somos humanos en la medida en que los demás son humanos. Por lo tanto, no hay buena vida sin los otros. Ninguna vida es buena vida en soledad. (Savater, 1991)

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