–¿Y nosotras nos quedamos con sus sobras? –preguntó Jess con fingida indignación.
Gail se rio.
–Rara vez. Cuando creo que algo es perfecto para nosotras, tengo mis métodos para quedármelo.
A Jess le encantaba el retrato que Gail estaba pintando sobre la relación con su marido. En cierto modo, era lo que había experimentado con Will en el ático aquel día. Había sido toda una revelación ver lo bien que habían combinado las ideas de la reforma.
Es más, aunque se negaba a admitirlo, apenas podía esperar a que llegara el domingo para que los dos pudieran ver cómo su padre había transformado esas ideas en diseños concretos. Ver a Will en una «no cita», por mucho que él odiara ese término, parecía el modo más inteligente de probar si sus sentimientos hacia él habían cambiado de verdad.
Will estaba terminándose su almuerzo con Mack y Jake cuando Mick O’Brien entró y se unió a ellos.
–¿Cómo está Bree? –le preguntó Mick a su yerno.
–Genial –respondió Jake sonriendo con orgullo de padre–. Y la bebé está fantástica. Tengo fotos en el móvil. ¿Quieres verlas?
A Mick se le iluminaron los ojos.
–Claro.
Mientras Jake sacaba el teléfono, Will empezó a levantarse. Momentos así le recordaban lo lejos que estaba del matrimonio y de la paternidad.
–Debería volver al trabajo.
–Espera un minuto –le dijo Mick antes de agarrar el móvil para ver las últimas fotos de su nieta–. No es que mis hijas no fueran las niñas más guapas del mundo cuando eran pequeñas, pero esta pequeña es algo especial.
–No digas eso delante de Abby –le advirtió Will–. Seguro que cree que Caitlyn y Carrie también eran especiales de pequeñas.
–Bueno, claro que lo eran. Y cuando Abby tenga otro bebé, seguro que será el más bonito del mundo, también. Pero ahora mismo este es el bebé que tengo que mimar y adorar.
Will se rio.
Mick le devolvió el móvil a Jake y se giró hacia él.
–Solo quería asegurarme de que vendrás a comer este domingo.
Había algo en la expresión de Mick que puso nervioso a Will. Conocía esa mirada, era la mirada de la intromisión.
–No lo tenía pensado –y ahora menos, con esa invitación por parte de Mick. Las cosas ya estaban demasiado tensas entre Jess y él.
–Pues tienes que cambiar de opinión. Tengo unos diseños preparados para Jess y sé que le gustaría que tú también les echaras un vistazo.
–¿Qué diseños?
–Los de la reforma del ático del hotel y de la casa. Me dijo que tenías algunas ideas y te agradeceríamos tu aportación.
Jake y Mack estaban escuchando con expresión divertida. Estaba claro que los dos sabían muy bien lo que pretendía Mick y unos planos no tenían nada que ver con ello. No eran más que una excusa.
–El hotel es como un hijo para Jess –dijo Will–. No tiene nada que ver conmigo.
–¿Hay alguna razón por la que no quieres venir?
–Tengo otros planes esta semana.
–¿Qué planes? –preguntó Jake inocentemente.
–Una cita –respondió Will lanzándole a su amigo una cortante mirada. Sí, tal vez ahora mismo no tenía ninguna, pero la tendría en cuanto volviera al despacho y llamara a alguien de su lista de Almuerzo junto a la bahía.
Mick no pareció creérselo. O eso, o le había decepcionado oír que Will iba a verse con otra mujer que no era su hija. Se levantó.
–Le diré a Jess que no puedes ir. Imagino que se quedará muy decepcionada.
–En otra ocasión –contestó Will aliviado de ver a Mick marcharse.
–¡Vaya, tío! –murmuró Jake.
–¿Qué?
–Has mentido a Mick.
–No he mentido.
–¿De verdad tienes una cita? –preguntó Jake con escepticismo.
–La tendré dentro de una hora.
–No importa. El caso es que has desaprovechado una oportunidad de pasar algo de tiempo con Jess, y Mick no lo olvidará. Será una cruz negra en tu contra para siempre.
–¿Qué va a hacer? ¿Prohibirme volver a ver a Jess? No estoy saliendo con ella y, por cierto, eso es algo que Jess ha elegido, no yo.
–¿Supones que Mick comprende que ella es el problema?
–Claro que sí –dijo Jake–. Por eso ha sido él el que te ha invitado, en lugar de dejar que lo hiciera ella.
–¡Qué retorcido es todo esto! Me alegro mucho de que Susie… Bueno, de que Mick no sea su padre.
Jake se rio.
–Sí, Mick habría insistido en que los dos pasarais a la acción hace mucho tiempo.
Will sacudió la cabeza. No es que no estuvieran diciendo nada que él no supiera ya, pero era un recordatorio de que podría ser inteligente seguir manteniéndose alejado de Jess.
–Lo siento por ti, amigo mío. Cuesta creer que te hayas casado voluntariamente con esta familia.
Jake se rio.
–Después de saltar un millón de obstáculos, sí, lo hice. Bree bien vale todo ello. Y no intentes engañarnos, amigo mío. Tú también lo harías, y sin pensarlo, si pudieras conseguir a Jess.
Will suspiró.
–Puede que tengas razón –y no era algo que le gustara mucho.
El domingo, Jess estaba preocupándose más de lo habitual por su aspecto. Se probó unos cuantos modelos antes de optar por unos pantalones de lino y una blusa de lino sin mangas. Cuando sacó su bolsa de maquillaje, pensó un momento y volvió a guardarla.
–Eres absurda –le dijo al espejo.
–¿Estás hablando sola? –preguntó Abby al entrar en su habitación sin llamar.
–Tristemente, sí –admitió Jess.
–Estás preciosa. Ese color melocotón de la blusa te sienta muy bien. Resalta el tono de tus mejillas.
–Gracias.
–¿Cuál es la ocasión especial?
–No es ninguna ocasión especial.
Abby la miró con incredulidad.
–Pues entonces tendrá que ver con los planos en los que papá ha estado trabajando, los que iba a enseñaros hoy a Will y a ti.
–¿Por qué iba a arreglarme para ver los planos de papá? –preguntó Jess fingiendo inocencia.
Por supuesto, Abby no la creyó. Prácticamente la había criado y conocía muy bien el carácter de su hermana.
–Estaba pensando que podría tener que ver más con Will y he venido a avisarte de que no va a venir. No quería que te sintieras decepcionada y que papá viera tu reacción.
Jess no podía ocultar lo desilusionada que se había quedado ante la noticia de Abby.
–¿Y cómo sabes que no va a venir?
–Antes, cuando he llegado, papá estaba contándoselo a mamá mientras refunfuñaba. Dijo que Will tenía otra cita.
Jess se sentó en el borde de la cama.
–Ya…