Una complicación añadida es que los cachorros de razas pequeñas tienden a madurar antes que los de razas grandes. Por ejemplo, un cachorro de terrier puede estar en el mismo estadio de desarrollo a las seis semanas que un cachorro de una raza gigante a las ocho semanas.
En consecuencia, la decisión sobre el momento adecuado para llevarse un cachorro a casa tiene que ser fruto de un compromiso. Como es más importante que los perros mascota interactúen mejor con las personas que con otros perros, habrá que prestar más consideración a este aspecto. Si el cachorro está bien socializado con adultos y niños y vive multitud de nuevas experiencias a diario, tal vez sea mejor dejarlo con el criador hasta que tenga ocho semanas. Si no es así, seis semanas pueden ser una edad mejor para ir a su nuevo hogar, donde el tiempo se invierte en aprender a formar parte de una familia humana. No se debe adoptar a un cachorro que tenga más de ocho semanas a menos que estemos seguros de que está bien socializado con personas y ha tenido experiencias variadas y mucha atención individual.
CAPÍTULO 2
La visión que el cachorro tiene del mundo
Los antepasados de los perros domésticos, los lobos, evolucionaron hace milenios hasta convertirse en colaboradores en la caza de grandes presas. Sus cerebros y cuerpos se desarrollaron para cumplir este propósito y permitirles detectar, cazar y matar grandes presas mediante la cooperación y coexistencia en jaurías. Por consiguiente, los perros muestran distintas motivaciones, sentidos y capacidades que nosotros, y su concepción del mundo es muy distinta a la nuestra. Para criar un cachorro con éxito, es útil saber ponernos en su lugar.
Vivir en un mundo de olores
La vista es nuestro órgano primario y aprendemos casi todo sobre el mundo viéndolo a través de nuestros ojos. En los canes, el sentido del olfato es mucho más importante, y gran parte de la información que recaban sobre el entorno les llega por el olfato. Observa a un perro y a su dueño cuando entran en una habitación nueva. El ser humano emplea los ojos para saber lo que ocurre en su interior, mientras que el perro empezará a olfatear para descubrir lo que necesita saber.
Los cachorros son relativamente pequeños respecto a nosotros y, hasta que se acostumbran, las manos que extendemos desde arriba para cogerlos pueden resultar amedrentadoras.
Los cachorros viven en un mundo donde rastros y olores son muy importantes y donde el olfato les aporta muchísima información sobre su entorno.
Los perros detectan olores que nos resultan difíciles de entender. Los perros entrenados pueden seguir con facilidad el camino de una persona que ha pasado hace horas (a veces días) y que no ha dejado huellas visibles, o son capaces de olfatear cantidades minúsculas de drogas o explosivos bajo capas de envolturas o metidos en contendedores.
Su sentido del olfato es al menos cientos de veces mejor que el nuestro, y tal vez incluso más. El área que ocupa la nariz de un perro y detecta olores es unas catorce veces más grande que en nosotros, y la parte de su cerebro que procesa tal información es proporcionalmente mayor que la nuestra y está más desarrollada. Por consiguiente, los perros no sólo son más capaces de detectar olores, sino que también están más interesados en ellos.
En la naturaleza esto habría sido muy útil no sólo para la detección de animales de presa, sino también para el mantenimiento de los grupos sociales y la defensa del territorio. Determinar a qué distancia están amigos y enemigos también resulta muy útil. Conocer por el olfato el sexo, estado de salud, edad y estado reproductor ¡también evita multitud de preguntas!
Este asombroso sentido del olfato es un rasgo que han heredado nuestros perros mascota, y explica por qué les fascinan tanto los olores, y por qué recorren tan largas distancias para recabar información con el olfato. Al olisquear las farolas o al meter el morro en partes inconvenientes al investigar a gente nueva, los perros recaban información sobre su entorno que les puede ser útil más adelante, de forma muy parecida a como tú y yo buscamos claves sobre nuestro entorno usando la vista. Los cachorros a menudo te reconocerán al instante por el olfato, pero tardarán más en distinguirte por la vista.
Los perros pueden oír ultrasonidos, lo cual explica por qué aprenden a responder a los silbatos ultrasónicos que nosotros no podemos oír.
Un oído asombroso
Los perros son más sensibles a los sonidos que nosotros. Sonidos que sólo percibimos a cierta distancia son detectados por los perros a una distancia cuatro veces superior. Por eso no es necesario gritarles.
También oyen sonidos de frecuencia más alta, lo cual significa que oyen ultrasonidos que nosotros no detectamos. En la naturaleza esto les permite localizar presas pequeñas, como roedores, que se comunican con chillidos de frecuencia muy alta. Esta capacidad explica por qué responden a los silbatos caninos que nosotros no oímos.
Campo auditivo
Además de oír sonidos más lejanos, los perros también oyen sonidos de frecuencia más alta, pudiendo detectar los ruidos que hacen animales de presa. El campo auditivo de los perros cubre entre 40 y 60.000 Hz, mientras que el del hombre abarca entre 20 y 20.000 Hz.
Cómo ven los perros el mundo
Los perros ven de modo distinto a nosotros. Tienen un campo visual más amplio, perciben detalles y texturas con menos claridad que osotros y no distinguen el verde ni el rojo. Ven mejor con poca luz y son más verde ni el rojo. Ven mejor con poca luz y son más con más facilidad.
Algunas razas caninas como los Collies, que se han criado para oír al pastor a mucha distancia, tienen un oído más sensible que otras. Esto explica por qué desarrollan fácilmente fobias a los truenos y las armas de fuego. Si estos sonidos nos parecen fuertes, imaginemos lo que le parecerá a un cachorro con oídos sensibles.
Una visión menos sensible a los detalles
Los perros ven peor que nosotros. Objetos intrincados que percibimos con todos sus detalles ellos los ven borrosos, y sólo reconocen la silueta y la forma, más que los detalles y la textura. No son daltónicos, pero no distinguen el rojo ni el verde, por lo que sólo ven amarillos, azules y tonos grises. Esto dificulta percibir ciertos objetos que nosotros vemos con claridad, como es una pelota roja en la hierba verde.
Los perros ven mejor de noche o con poca luz que los seres humanos porque la porción posterior de los ojos contiene una capa de células reflectoras que atrapa la luz que entra y les permite hacer un mejor uso de ella. Por eso pueden correr a gran velocidad durante los paseos invernales sin chocar con árboles ni vallas (y por eso sus ojos «brillan» cuando inciden sobre ellos los faros de un coche).
Los perros también son mucho más sensibles al movimiento que nosotros, sobre todo a ras del suelo. Nosotros distinguimos igualmente bien los objetos estáticos y en movimiento, mientras que los perros suelen ver mejor los objetos en movimiento y no hacen caso a los estáticos. Esta sensibilidad significa que pueden detectar el más mínimo movimiento de nuestros cuerpos, y les