En aquella época, Vergennes también reflexionaba acerca de la utilidad de la «situación en América» como una forma de mantener allí inmovilizadas a las fuerzas británicas y de evitar que pudieran intervenir en un conflicto en ciernes entre España y Portugal en Sudamérica. Vergennes le ordenó a Beaumarchais que volviera a Londres en octubre a finiquitar el asunto D’Éon y parece que entonces también le indicó que reanudase el contacto con los norteamericanos y que averiguase de qué modo podría Francia servirles de ayuda. Beaumarchais solicitó a su amigo John Wilkes, entonces alcalde de Londres además de miembro del Parlamento, que le presentara a Arthur Lee.61 Wilkes lo hizo el 25 de octubre de 1775, cuando todos ellos acudieron a una cena en la residencia oficial de Wilkes, la Mansion House. Era la tarde previa al inicio de sesiones del Parlamento, en el que el rey iba a hacer un discurso que denunciaría la revuelta americana como un movimiento hacia la independencia, así que Beaumarchais y Lee tuvieron, seguro, una conversación entretenida. Al día siguiente, Wilkes cenó con George Hayley, también miembro del Parlamento. Como ambos eran enemigos declarados de la intención del Parlamento de «establecer un poder arbitrario sobre América», es muy posible que Wilkes le hablara a Hayley de la reunión anterior. Aunque es dudoso que ambos hombres supieran a través de sus contactos personales que el antiguo aprendiz de Hayley, Diego de Gardoqui, ya había enviado mosquetes a las colonias americanas, sí que es probable que estuvieran al tanto de sus actividades a través de la correspondencia diplomática del embajador británico en Madrid.62 Wilkes, al poner en contacto a Beaumarchais y a Lee, había desencadenado el proceso por el que las colonias ya no se aprovisionarían de armas solo mediante comerciantes privados, sino también de los gabinetes de Francia y España.
Ni Beaumarchais ni Lee eran representantes oficiales de Francia ni de las colonias británicas de Norteamérica, pero parece que ambos pensaron que serían capaces de convencer a sus respectivos gobiernos de que cooperaran para el suministro de armas. Entre ambos idearon un complejo mecanismo que permitiría el intercambio de pólvora gala a cambio de tabaco, el cultivo más valioso de las colonias. Para el éxito de dicho plan resultaba clave el empleo de una corporación que sirviera como pantalla que ocultara el origen de los recursos económicos. En enero de 1776, Beaumarchais remitió la propuesta directamente a Luis XVI: «Vuestra Majestad comenzará por poner un millón [de libras] a disposición de vuestro agente, que se llamará Roderigue Hortalez et Compagnie, que es el nombre comercial y la firma con la que he convenido realizar toda la operación».63 La compañía emplearía dicha suma en comprar pólvora directamente a las armerías francesas, a un precio de un cuarto de libra por cada libra de peso, y la compañía la intercambiaría por tabaco al precio de mercado de una libra por cada libra de pólvora, de modo que se triplicaría el valor de la inversión efectuada por el gobierno. «El mérito principal de este plan –sugirió aquel hombre que casi había quebrado dos veces– es aumentar tanto la apariencia como la sustancia de vuestra ayuda hasta tal punto que […] un solo millón en dos operaciones producirá los mismos resultados para los americanos que si Vuestra Majestad se hubiera gastado nueve millones en su favor». Beaumarchais, igual que lo había intentado una década antes en España, buscaba mezclar los negocios con la política.
Por qué eligió la denominación «Roderigue Hortalez» no está claro: «Roderigue» tal vez se refería al héroe medieval español Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, y «Hortalez», casi con seguridad, evocaba la casa de la condesa de Fuenclara, en Madrid, en cuya tertulia había pasado tantas tardes agradables. Las razones por las que se decantó por un nombre español para su compañía fantasma son más claras. Se limitaba a seguir las recomendaciones de un libro de introducción práctica a los negocios titulado El perfecto comerciante [Le parfait négotiant], muy popular en la época y que formaba parte de su biblioteca familiar. Este volumen explicaba cómo los comerciantes franceses creaban negocios con fachadas españolas para conseguir entrar en el lucrativo comercio de las posesiones hispanas del Caribe.64 Además, Beaumarchais acababa de incorporarse al consejo de directores de la Compañía Gaditana de Negros, concesionaria del asiento de negros (tráfico de esclavos), lo cual le daba una enorme capacidad de influencia para dirigir recursos de los gobiernos francés y español en pro de la causa de las colonias rebeldes.65
Vergennes, que, de hecho, había recibido la propuesta de Beaumarchais antes de transmitirla al rey, aconsejó prudencia. En la carta que adjuntó a la propuesta, el ministro advertía al monarca de que toda la información que se tenía de la crisis en las colonias británicas eran solo rumores.66 Antes de comprometerse con una serie de actuaciones, Vergennes necesitaba información más fiable proveniente del agente que ya tenía en aquel escenario. Dicho agente había sido elegido por el antiguo jefe de espías Charles-François de Broglie, el mismo que había seleccionado a Johann de Kalb una década antes. De Broglie optó por un amigo cercano de su familia, Julien-Alexandre Achard de Bonvouloir et Loyauté, que había sido voluntario de la milicia de la colonia francesa de Santo Domingo aunque un accidente de la infancia lo había dejado inválido y desfigurado. Había viajado a través de las colonias británicas de Norteamérica y regresado a Francia, pasando por Londres, en julio de 1775. Aunque su inglés era escaso, había hecho excelentes contactos en Filadelfia e incluso presenció el asedio de Boston. Es probable que De Broglie se enterara de la llegada de Bonvouloir a Londres y se lo hiciera saber al embajador galo en la ciudad, Adrien-Louis, duque de Guînes, quien, a su vez, le propuso a Vergennes que enviara a Bonvouloir de vuelta a América para vigilar la situación allí.67 Vergennes accedió con rapidez y le precisó a Bonvouloir que no actuara como un enviado oficial y que no revelara la posición del gabinete francés hacia la causa de las colonias, sino que se limitara a hacer «un informe fiel de los acontecimientos y de la actitud general» de la población.68 Bonvouloir, haciéndose pasar por comerciante de los Países Bajos austriacos, subió a bordo del Charming Betsy en octubre de 1775 y llegó a Filadelfia diez días antes de Navidad, después de una terrible travesía de casi tres meses de duración.
Bonvouloir había regresado a Norteamérica en el preciso momento en que los combates comenzaban a extenderse más allá de Boston y sus alrededores. Las milicias a las órdenes de Benedict Arnold y de Ethan Allen habían tomado en Nueva York, sin encontrar resistencia, el fuerte Ticonderoga y, en aquel momento, el coronel de artillería Henry Knox remolcaba los cañones y municiones capturados a través de la helada campiña de Nueva Inglaterra para reforzar el asedio de Boston. Al mismo tiempo, Arnold y Richard Montgomery