Las violencias en los entornos escolares. José Claudio Carrillo Navarro. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Claudio Carrillo Navarro
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786077424284
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a los ambientes escolares de los cuáles la primaria será el eje de lo que aquí se escribe.

      A lo largo de ese proceso de conocimiento, las actividades que efectuamos en un espacio de interpretación etnoecológica que construimos con la comunidad de estudio sirvieron para conocer a las comunidades escolares. Posteriormente una prestadora de servicio social fungió como informante clave de lo que día a día sucedía en la escuela. Pero para iniciar esta historia conviene ubicarnos en el contexto de la comunidad.

      La bienvenida

      La localidad, cuyo nombre no se hará explícito, forma parte de lo que fuera la zona de Yucatán que durante la mayor parte del siglo XX estuvo dedicada al cultivo del henequén. Una vez que se agotó el nicho comercial de dicho agave, los “patrones” se retiraron del lugar dejando a la comunidad sin más estrategias productivas que el cultivo de traspatio, razón que motivó a los habitantes a iniciar un comportamiento de migración pendular a la ciudad de Mérida, que se encuentra a 26 kilómetros. Así, los adultos viajan diariamente a buscar el sustento a la ciudad, y en la localidad se quedan niños, jóvenes y adultos mayores a construir el día a día.

      Los empleos que reportaron tener las jefas y jefes de familia se encuentran en el campo de los oficios, como albañiles (principalmente), sastres, electricistas, costureras, choferes, pocero (hace pozos), carpintero, soldador, mecánico, jardineros y plomeros. También tienen empleos diversos como la atención de las granjas vecinas, auxiliares de secretaria, obreros y obreras, empleados y empleadas, funcionarios públicos, jefe de restaurante, profesora, policía, cajera, impresor. Algunos más trabajan por su cuenta y son tenderos, vendedores y vendedoras, moto-taxistas, trabajadoras domésticas, cuida coches. Muy pocos se dedican al cultivo de la tierra y dicen ser campesinos, milperos o granjeros. También hay algunos jubilados y otros con medios de sustento más inciertos, como quien manifestó ser trabajador ocasional o el que tiene “trabajos varios”.

      El dinero que circula en la comunidad es muy escaso. Aproximadamente la mitad de lo que reciben estas personas como salario se emplea en el trasporte a la ciudad de Mérida y de regreso. Es frecuente que busquen maneras alternativas de conseguir recursos: es frecuente la recolección y venta de chatarra y otros materiales reciclables y también, poco a poco, venden los terrenos que antes conformaron sus parcelas ejidales.

      En las visitas que se realizaron casa por casa en el verano del 2013, se contabilizaron 102 inmuebles habitados, y se obtuvieron los datos de 344 personas (aun cuando en los datos del INEGI, 2010, se calcularon 758 habitantes). Los hogares están conformados por entre una y ocho personas, con un promedio de 3.26 personas por vivienda. Conviene aclarar que aun cuando en el censo levantado 18 personas dijeron vivir solas, en realidad comparten solares con otros familiares, por lo que no se puede decir que las personas estén realmente solas. Según la libreta de la responsable del entonces llamado Programa Oportunidades en la localidad, en el año 2012 había 183 personas registradas como beneficiarias del programa y, según dato que consta en la sección de transparencia del programa, para 2013 eran 241 los beneficiarios (nótese la disparidad entre los datos públicos y los recabados por nosotros).

      La mayoría de las casas cuenta con agua potable algunas horas al día, tienen pisos de cemento y cocinan quemando leña. La localidad no tiene servicio de recolección de desperdicios, por lo que los habitantes reciclan lo que pueden y lo que no pueden lo queman.

      Como todo extranjero que llega a una comunidad rural de Yucatán, nuestro equipo de estudiantes y profesores fue recibido con gentileza y con generosidad. Nos pareció una comunidad tranquila y en aparente armonía, pero, como sucede en el estado de Yucatán, la violencia social está oculta debajo de la trama aparente y tiene tintes estructurales. Después de algunos meses de trabajar en las visitas guiadas al espacio de interpretación etnoecológica y en los diversos talleres impartidos, nos comenzamos a percatar de las relaciones álgidas en las escuelas, particularmente en la escuela primaria, lo cual dio pie a lo que a continuación se expone.

      Las relaciones entre niños

      Como parte de las actividades programadas con los niños de la comunidad, se hizo una visita al jardín botánico y de regreso se les ofreció a los niños un bocadillo y agua en sus propios salones. Los docentes de la primaria acompañaron el trayecto en el que fue posible observar que los niños se empujaban unos a otros, se aventaron las naranjas agrias que encontraron tiradas en el camino así como pequeñas piedras; se arrebataron unos a otros las vainas de frijol que habíamos cosechado durante la jornada. Un niño le quitó a otro su almuerzo, lo tiró al piso y lo pateó.

      Los niños expresaban sus quejas hacia los adultos y estos se dedicaban a dar instrucciones sobre lo que los niños debían o no hacer. En otra ocasión supimos por boca de los mismos niños como uno había lastimado a su compañero al arrojarle una piedra a la cabeza, y como otro había robado el pececito de un compañero y lo había vendido en la escuela a otro niño, todo ello muros adentro en la escuela de aulas multigrado.

      Sus juegos son también muy agresivos. No solo porque imitan los programas de guerra que ven en la televisión, sino porque, aun en actividades como la práctica del futbol, los niños comienzan jugando y terminan peleando, y es frecuente ver cómo los mayores incitan a los más pequeños a pelear quedando aquellos como espectadores de las agresiones. Estas situaciones tuvieron consecuencias más allá de lo cotidiano: en el ciclo escolar 2013-2014 al menos en dos ocasiones se requirió atención médica: para un niño descalabrado y para otro niño con un brazo roto. Los maestros no perciben esto como violencia, dicen que simplemente los niños están jugando. Podría pensarse que aquellos fueron accidentes ocasionales, quizá no son tan ocasionales. También hay casos menos escandalosos pero no menos severos:

      Hay un niño en especial […] que los papás son muy […] es hijo único y los papás son muy sobreprotectores y a él tooodos le hacen, o sea como que lo agarran como barquito, todos lo agreden, le echan la culpa de las cosas que pasan, a veces, “Ah, tiró basura” o “Ah, hizo esto” o “Me está pegando”, y no es cierto, el niño está sentado en su lugar. Y el maestro les cree, y si el niño… a veces como que… de hecho dice la mamá que el niño no quiere ir a la escuela. El niño no quiere ir a la escuela, solo cuando va la prima, que es la que lo defiende, va a cuarto grado (I, 23/04/2014).

      Observamos en esta escuela multigrado relaciones interpersonales muy deterioradas que no tienen visos de ser atendidas por parte de la institución educativa. A diferencia de lo que sucede en las escuelas de las ciudades, donde los padres y madres tienen la opción de cambiar a sus hijos a otra institución, estos niños van a seguir coincidiendo dentro y fuera de la escuela posiblemente durante toda su vida, y se convertirán en adultos socialmente lastimados entre sí. Los profesores no solamente no saben cómo ejercer mediación, sino que frecuentemente son parte del problema mismo.

      Los niños y los adultos de la escuela

      Entre las primeras exploraciones que se hicieron en la comunidad, conversando con los padres de familia, surgió que el mal aprovechamiento era uno de los problemas que los padres veían como más apremiantes para resolver. Esto se relacionaba con las dificultades en el desarrollo de la lectura y la escritura por parte de los niños de la escuela primaria. Muchos de ellos eran promovidos a la educación secundaria sin haber cubierto los objetivos educativos propuestos para la educación primaria, algunos incluso sin saber leer ni escribir. Así que pensando en apoyar a la comunidad se abrió un proyecto de servicio social para que una estudiante de la licenciatura en educación apoyara al grupo de niños que mayores problemas estaba presentando en relación con la lectoescritura. Fue entonces cuando comenzamos a ver más allá de la superficie.

      Al iniciar el trabajo de apoyo a la lectura y la escritura, la estudiante de servicio social notó a los niños inhibidos en su vinculación con el trabajo académico, y observó que el tipo de relación que establecían estos niños con ella denotaba una actitud de temor hacia el docente. Le comentaban: “Maestra es que… ¿no nos va a pegar?, es que aquí hay una vara que se llama…”

      Por conversaciones con algunos niños nos enteramos de que