Turbulencias y otras complejidades, tomo I. Carlos Eduardo Maldonado Castañeda. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Eduardo Maldonado Castañeda
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587391701
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science)–. Literalmente, estos investigadores son ludópatas: apuestan los bienes más preciados a la empresa de innovación y descubrimiento. Pierre Curie muere por radioactividad, Einstein termina en una confortable soledad, Gödel es víctima de la paranoia y muere al cabo de hambre; cuando no son asesinados, como Turing, por preferencias personales, por ejemplo.

      Porque enfrentarse a los poderes establecidos de la ciencia implica un cierto espíritu de radicalidad; mucho mejor, hybris (un concepto que conocían muy bien los griegos de la Grecia arcaica, y que bastante más que “pasión” o “pathos”). Se trata de una compleja mezcla de fuerte autoestima, espíritu de riesgo, capacidad de desafío, y mucho trabajo con tesón y disciplina, entre otras condiciones.

      De suerte que el segundo modo de avance de la ciencia consiste en una capacidad de apuesta fuerte, y en mucha capacidad de autonomía, libertad y criterio propio. Grothendieck constituye uno de esos excelsos casos de independencia y ruptura. Pero la verdad es que la historia está llena de otros buenos casos, en casi todas las disciplinas.

      Investigar como quien hace más que la tarea, y más exactamente como quien no hace la tarea. Porque su decisión y su apuesta son otros.

      En filosofía no sucede algo diferente.

      Ser occidentales, en la mejor tradición que se inaugura con Platón y Euclides, y todo lo que se sigue de ellos, consiste en creer que existen regularidades en la naturaleza. Así, por ejemplo, que la naturaleza tiene leyes, que existen leyes de la historia, que la sociedad se hace posible sobre la base de normas, en fin, que los tiempos y el espacio son regulares y estables. Dicho con la mecánica clásica, que existen ciclos, periodicidades, movimientos pendulares. Que sean unos más cortos o más largos es algo que no altera para nada el cuadro general.

      La idea de regularidad se traduce filosóficamente con la noción del “ser”, y políticamente con los conceptos de control y de manipulación. Sociológica o arquitectónicamente, se trata de la creencia de que existen y son necesarias las jerarquías. En fin, que el mundo y la naturaleza son estables.

      En la comunidad de complejólogos –esto es, quienes trabajan en ciencias de la complejidad–, existen caotólogos y también fractalistas, por ejemplo. Pues bien, el padre de los fractalistas es B. Mandelbrot, el fundador de la geometría de fractales.

      La geometría de fractales es exactamente una teoría de irregularidades. Más exactamente, que la totalidad de los patrones en la naturaleza y en la sociedad son irregulares. La irregularidad se dice técnicamente como fractus, fractal. Posee una dimensión propia –o mejor, varias dimensiones (fractales)– y logra una comprensión inédita del mundo y la realidad, a saber: la naturaleza y la vida están marcadas o constituidas por intermitencias.

      La marca de calidad de la naturaleza –como de la vida– es el cambio. Pero los cambios no son fijos, periódicos ni regulares. Por el contrario, son esencialmente imprevisibles, marcados por azar y contingencias, perfectamente aperiódicos. Análogamente al caos.

      La idea de intermitencia significa que los sistemas irregulares son esencialmente abiertos, y que no existe, en absoluto, estabilidad alguna en sus dinámicas y estructuras. Los fractales son fenómenos o sistemas inestables y con turbulencias. El sello mismo de la complejidad.

      Pues bien, la primera vez en la historia de la humanidad que la irregularidad nace es gracias a la geometría de fractales. Desde luego que existen aspectos técnicos, pero estos pueden quedar aquí implícitos. La fractalidad de la naturaleza, y mejor aún, la multifractalidad apunta de manera precisa a la ausencia de cualquier tipo de estabilidad.

      Digámoslo mejor: la estabilidad existe, pero solo a escala local y en tiempos muy breves. En tiempos cortos y a escala local las cosas parecen permanentes, estables, regulares, sujetas a leyes. Pero la fractalidad permite una mirada en escalas múltiples, y esa multiescalaridad permite exactamente entender que la regla en el mundo y la naturaleza son los cambios, las transformaciones, la irregularidad.

      Todas las teorías estándar habidas en la historia, en ciencia o en filosofía, así como todas las teorías normales vigentes en ciencias y disciplinas, actualmente son teorías de regularidades, de control, de estabilidad, de permanencia, de cambios graduales; en fin, de ciclos y periodicidades. Y por ello mismo no logran ver la complejidad del mundo y de la vida; esto es, el papel del azar y la aleatoriedad. En el “mejor” de los casos, la aleatoriedad es sometida a la teoría de probabilidades. Una teoría del control y del ser.

      La geometría de fractales nace en ningún campo; o lo que es equivalente, en el cruce entre diversos terrenos. No nace más en la economía que en las finanzas, más en la matemática que en la termodinámica, o más en la geometría que la física estadística. Cuando la ciencia revolucionaria nace, no hay un solo nicho donde haya sido engendrada. Esto es algo que Th. Kuhn no alcanzó a ver. Por el contrario, dada la riqueza y las dinámicas del conocimiento hoy en día, la ciencia revolucionaria engendra su propio nicho de nacimiento, que no es uno específico, sino uno donde se cruzan tradiciones, métodos, lenguajes. Este fue el nacimiento de los fractales, esto es, de la teoría de las irregularidades.

      Un rasgo biográfico, pero al mismo tiempo sociológico e histórico permea el nacimiento de la ciencia revolucionaria. Se trata del alto inconformismo por parte del investigador o pensador, y de la capacidad para identificar la ciencia normal y alejarse rápidamente de ella. Dos condiciones que se dicen fácilmente, pero que es muy difícil de llevar a cabo. Al fin y al cabo, el precio del inconformismo es la soledad y el aislamiento. Algo de lo cual un investigador verdadero se precia más que se duele. También en la ciencia y en la academia prima, como decía Nietzsche, el espíritu gregario.

      Pero, ¿cómo identificar claramente las fronteras del conocimiento?; esto es ¿cómo ver el lugar en donde termina la ciencia normal y comienza… el vacío? Existen muy buenos indicios. Por ejemplo, la ciencia normal es aquello de lo que las mayorías hablan, o de lo que se ocupan “muchos”. La ciencia normal es aquella que está siempre a la mano y que convoca fácilmente. La ciencia revolucionaria, por el contrario, solo tiene indicios, vestigios, señales; pero nunca textos claros, establecidos.

      Esto fue lo que experimentó B. Mandelbrot y lo que es evidente ante una mirada sensible y reflexiva en el panorama intelectual y cultural en general. Tenemos con nosotros una teoría de irregularidades. Pero el triunfo de la misma no fue nunca algo evidente, aunque sí sólido y robusto. La biografía se mezcla con el momento social y con la situación histórica. De esa compleja amalgama nacen ideas nuevas, enfoques creativos, lenguajes novedosos.

      La teoría de las irregularidades es algo que incluso en la comunidad de los estudiosos de la complejidad no termina por asimilarse plenamente. Hay otros lugares más comunes, como la ciencia de redes complejas, por ejemplo. La plena consolidación de la teoría de las irregularidades tiene lugar a partir de 1995. Una historia que no está muy lejos de nosotros y apenas da sus primeros pasos. Pero agigantados.

      Microhistoria.

      Ya la ecología y la biología del paisaje lo supieron mucho antes: los sistemas vivos no existen y no dependen inmediatamente sino de los microclimas. Desde luego que el clima a gran escala, digamos a escala continental o planetaria, es un fenómeno ineludible. Pero, prima facie, los sistemas vivos existen, se adaptan y (co)evolucionan en función del microclima.

      Pues bien, la existencia de los seres humanos no simplemente es el objeto de la historia; digamos de los macroprocesos económicos, políticos y militares. Si la Escuela de los Anales, en historiografía, descubrió la vida cotidiana, análogamente, la vida de los seres humanos se desenvuelve en términos de microhistoria. Esta vida cotidiana, y en esas escalas individuales y grupales, ha sido el objeto de la literatura. Por ejemplo, de ese género apasionante que es la historia novelada, una auténtica contribución a