Turbulencias y otras complejidades, tomo I. Carlos Eduardo Maldonado Castañeda. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Eduardo Maldonado Castañeda
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587391701
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(“Genius Fellowships”), autor de artículos y libros de enorme impacto en varios órdenes, y con varios premios y reconocimientos, Kauffman –un hombre que ya comienza a hacerse algo grande (tiene a la fecha 76 años)– cobra la fuerza y la lucidez para plantear la necesidad de reconocer que la historia de la que provenimos merece una segunda mirada. En consecuencia, no hay que agachar enteramente la cabeza ante gente como Descartes, Kepler, Galileo, Newton, Laplace, Einstein, Bohr y Schrödinger, de un lado, o Darwin, Adam-Smith o Locke, de otra parte, por ejemplo. Todos ellos tienen el defecto de habernos enseñado a pensar con categorías. Y las cosas no resultan ni han resultado afortunadas en varios dominios, desde entonces.

      Extrapolemos. Quien de verdad piensa, piensa sin categorías, algo que va en contra de la mejor tradición de la civilización occidental. Por el contrario, quienes piensan, abierta o tácitamente en función de tal o cual categoría, propiamente no piensan, y solo siguen, sin saberlo, creencias y doctrinas. Al fin y al cabo la obediencia siempre ha resultado más cómoda, y el ejercicio de la autonomía del pensamiento ha conllevado confrontaciones y riesgo.

      Cabe hacer una consideración que arroje una luz indirecta al respecto. En la Grecia antigua existían dos términos para designar el pensar. De un lado, en la Grecia arcaica, se trataba del nous (cuyo verbo era el noein, y el correlato objetual era el noema). Posteriormente, con la llegada del período Clásico de la antigua Grecia, el pensar se asimila al conocer, y ambos se designan indistintamente como logos (cuyo verbo es el legein). Cabe adecuadamente traducir al primero como intuición, y al segundo como conocimiento racional basado en la palabra. La historia subsiguiente es el desplazamiento del nous por el logos, gracias a esa historia que se deriva de Platón y de Aristóteles. El resto es historia conocida.

      La libertad de pensamiento y la libertad del espíritu pasa, y en muy buena medida se funda, en la capacidad de libertad con respecto a esos atavismos de las categorías. Toda la educación y la cultura de la civilización occidental no es otra cosa que la pasión por etiquetar el mundo, la realidad y el universo. Por ello mismo no sabe nada de movimiento, cambio, dinámicas.

      Kauffman hace una invitación sensata y bien argumentada a pensar lejos, muy lejos, de esa tradición de categorías, etiquetas y clasificaciones. Pero lo hace (¿se atreve?) cuando, al parecer, ya ha cruzado el mediodía y la tarde se acerca. Que es cuando la mayoría de científicos se atreven (¿logran?) a plantear desafíos. En este caso, desafíos civilizatorios.

      Entonces vale recordar ese texto humorístico y brillante de Borges, y que Foucault repite al comienzo de Las palabras y las cosas (1966): las mil y una formas de clasificar a la realidad. En ese libro maravilloso que es El libro de los seres imaginarios (1986). Pensar contra la familiaridad de las cosas.

      El modelo básico más generalizado acerca del origen de la vida y la explicación acerca de la lógica de los sistemas vivos es la teoría de la evolución. El mérito de Darwin consistió en haber explicado un problema que llevaba cien años antes de él sin explicación, a saber: explicar la teoría de la evolución. Y la respuesta de Darwin fue el mecanismo de la selección natural. Los organismos y las especies que logran, como sea, superar las restricciones e imposiciones de la selección, logran adaptarse idóneamente y son, selectivamente, los mejores (fittest).

      Es sabido que Darwin no emplea el término “evolución” en su obra cumbre, El origen de las especies por medio de la selección natural (1859), sino hasta la sexta edición, y ello debido al peso que ya había logrado el pensamiento de H. Spencer. Es debido a Spencer que a partir de la sexta edición del libro de Darwin que aparece el concepto de “evolución” expresamente en biología.

      Ahora bien, al final de la introducción del libro mencionado, Darwin advierte expresamente que el mecanismo de la selección es la forma como él ha logrado explicar la dinámica de los seres vivos, su origen, su lógica. Pero que no está para nada seguro de que sea la única explicación posible de la evolución.

      Numerosas otras alternativas aparecieron ulteriormente para explicar la evolución, acaso el concepto arquimédico de toda la cultura y la civilización contemporánea. Pero la idea quedó en el ambiente: la competencia y la lucha, la exclusión e incluso la violencia fueron las claves para explicar lo que había sucedido desde las escalas más básicas hasta el surgimiento del Homo sapiens. La lucha por el mejor macho o la mejor hembra, por el cuidado de los críos, por el territorio, digamos.

      Esta historia ha cambiado radicalmente en años recientes. El paradigma de la evolución, latu sensu, ya no es la selección en manera alguna. Antecedida por la obra de L. Margulis, específicamente la teoría de la endosimbiosis, la teoría más sólida a la fecha acerca de la vida y los sistemas vivos, se funda en la importancia de la cooperación: cooperación, comensalismo, mutualismo. Esta es la eusocialidad.

      Desarrollada originariamente por E. O. Wilson, M. A. Nowak y C. Tarnita, la eusocialidad es el término usado que describe cómo, a partir de los insectos sociales y de otras especies animales, la vida consiste en una gran trama de cooperación centrada en los más jóvenes y en el cuidado del nido, el nicho, el hogar. La teoría es desarrollada entre 2004 y 2010, y constituye la mejor aplicación acerca de un hecho básico: la vida no es un sistema de lucha y competencia, sino de ayuda, de altruismo y de cooperación. Es lo que en términos algo más técnicos Margulis expresa como simbiosis y holobiontes.

      De esta suerte, la teoría de la evolución cooperativa (=eusocial) pone de manifiesto una explicación multiniveles de la evolución, así: existe una imbricación entre selección individual y selección grupal, que favorece ampliamente, ya desde los invertebrados hasta los mamíferos superiores más complejos, la cooperación y el beneficio mutuo antes que la competencia y la lucha recíproca. Este modelo ha sido sustentado por nuevas matemáticas de sistemas dinámicos no lineales, que arrojan nuevas y refrescantes luces sobre la lógica de la vida.

      Ciertamente, el origen de la eusocialidad ha sido raro en la historia de la vida, debido a que la selección de grupo ha sido excepcionalmente poderosa para relajar la fuerza de la selección individual. Desde la genética hasta la epigenética, la eusocialidad ha sido confirmada una y otra vez poniendo en claro, a plena de luz del día, que las especies se benefician enormemente más de procesos de ayuda mutua antes que de rivalidad.

      Digámoslo de manera puntual: los sistemas más complejos son aquellos que poseen eusocialidad, esto es, una condición verdaderamente social. La complejidad se funda en la eusocialidad y a su vez la eusocialidad permite formas, dinámicas y estructuras auténticamente complejas.

      Como se aprecia, la biología, la ecología y las propias matemáticas han tomado una ventaja selectiva en el panorama de las ciencias y las disciplinas en este plano. Sin la menor duda, las más rezagadas son las ciencias sociales, por ejemplo, la economía, la administración, la educación y la política, las cuales siguen haciéndose ampliamente posibles a la fecha con base en conceptos (erróneos), como “competencia” y “competitividad”. Competencias argumentativas, crecimiento competitivo de la economía, competitividad empresarial, lucha por el poder, por ejemplo.

      ¿Cabe mencionar aquí que el 97 % de la biomasa son plantas? ¿O que la biomasa de las hormigas es esencialmente igual a la de los seres humanos a todo lo largo de la historia? ¿O que la vida se funda esencialmente en la importancia de las colonias bacteriales y que el microbioma es una instancia fundamental para comprender la salud humana? (Ello sin mencionar el significado del viroma).

      Existe en el imaginario social y en la cultura en general una idea equivocada, se trata de la creencia de que la vida es un combate incesante y solo los más fuertes sobreviven; no los mejores, no los más inteligentes, no lo más buenos. Esta creencia errónea tiene enormes consecuencias en numerosos planos. Frente a este imaginario, bien vale una actualización de lo mejor de la ciencia y la investigación. En este caso se trata de la idea de eusocialidad. El origen de la vida en el planeta fue exactamente el origen de procesos de ayuda mutua, de codependencia, de reciprocidad.

      La