La vida como centro: arte y educación ambiental. Ana Patricia Noguera de Echeverri. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ana Patricia Noguera de Echeverri
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9786077427452
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mayor dice Octavio Paz.

      Con respecto de nuestro preciso tema, Rainer María Rilke ilustra de manera poderosa. Escribe en sus Cartas a un joven poeta: “El creador debe de ser todo un universo para sí mismo, y encontrar todo en sí, y en el fragmento de la naturaleza al que se ha incorporado”. La poeta chilena Gabriela Mistral se concentra en imágenes y ritmos alrededor de un solo asunto: La cordillera de los Andes. Aquí fragmentos de ella:

       Cordillera

      ¡Cordillera de los Andes!

      Madre yacente y Madre que anda.

      Caminas, madre; sin rodillas,

      dura de ímpetu y confianza;

      con tus siete pueblos caminas

      en tus faldas acigüeñadas;

      caminas la noche y el día,

      desde mi Estrecho a Santa María

      y subes de las aguas últimas

      la cornamenta de Aconcagua.

      Pasas el valle de mis leches,

      amoratando la higuerada;

      cruzas el cíngulo de fuego.

      Viboreas de las señales

      del camino del Inca Huayna,

      veteada de ingenierías

      y tropeles de alpaca y llama,

      de la hebra del indio atónito

      y del ¡ay! de la quena mágica.

      Donde son valles, son dulzuras;

      donde repechas, das el ansia;

      donde azurea el altiplano

      es la anchura de la alabanza.

      Extendida como una amante

      y en los soles reverberada,

      punzas al indio y al venado

      con el jengibre y con la salvia;

      en las carnes vivas te oyes

      lento hormiguero, sorda vizcacha;

      oyes al puma ayuntamiento

      y a la nevera, despeñada,

      y te escuchas el propio amor

      en tumbo y tumbo de tu lava…

      Bajan de ti, bajan cantando,

      como de nupcias consumadas,

      tumbadores de las caobas

      y rompedor de araucarias.

      ¡Carne de piedra de la América,

      halalí de piedras rodadas,

      sueño de piedra que soñamos,

      piedras del mundo pastoreadas;

      enderezarse de las piedras

      para juntarse con sus almas!

      ¡En el cerco del valle de Elqui,

      bajo la luna de fantasma,

      no sabemos si somos hombres

      o somos peñas arrobadas!

      En “Vida y poesía” el filósofo alemán Wilhelm Dilthey expone ideas iluminadoras sobre el arte. Escribe: “Toda obra poética actualiza un determinado acaecer. Proyecta, por tanto, ante nosotros, la simple apariencia de un algo real, por medio de las palabras y sus combinaciones. Debe pues, emplear todos los medios del lenguaje para producir impresión e ilusión y en este modo artístico de tratar el lenguaje reside uno de los primeros y más importantes valores estéticos de la obra poética […] El genio artístico de las más grandes poetas consiste precisamente en presentar el acaecimiento de tal modo que resplandezca en él la trabazón misma de la vida y su sentido”. Estas palabras geniales de Dilthey bien se pueden aplicar al siguiente poema clásico (referencial e instaurador) del gran escritor francés Charles Baudelaire (1821-1867). Se titula “Correspondencias”. En él presenta a la sinestesia no como un recurso literario externo sino como una necesidad para integrar el cosmos, lo humano incluido. Y en el centro de todo la naturaleza. Donde todos sus elementos están y aparecen –por la gracia del poema– íntimamente relacionados.

       Correspondencias

      La Naturaleza es un templo donde a los pilares vivientes

      Se les escapan a veces confusos susurros;

      El hombre va atravesando bosques de símbolos

      Que lo observan familiar mirada.

      Como largos ecos que a lo lejos se confunden

      En una unidad tenebrosa y profunda,

      Vasta como la noche y como la claridad,

      Se contestan los perfumes, los colores y los sones.

      Hay perfumes frescos como la carne de los niños,

      Dulces como los oboes, verdes como las praderas,

      Y otros corruptos, ricos y triunfantes,

      Que poseen la expansión de las cosas infinitas,

      Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso

      Que cantan los delirios del espíritu y los sentidos

      En otro momento dijo Friedrich Shelling: “en las representaciones de la naturaleza más perfectas, o de las divinas, debía aparecer toda la riqueza de formas reunidas de que la naturaleza humana es capaz”. Eso significa que cada artista está obligado a dar lo mejor de sí y también que hay unos mejores que otros. Sea por su talento personal o por el esfuerzo constante en su aplicación y trabajo.

      “La poesía necesita un largo proceso de iniciación” dijo Federico García Lorca. Y remató: “como cualquier deporte”. Hay quienes lo trabajan arduamente y finalmente revelan una obra diversa y excelente. Con un rigor que implica no solo el dominio del oficio sino una entrega absoluta al servicio del arte hasta el extremo de sacrificar la personalidad.

      En España, el gran poeta Miguel Hernández es un magnífico ejemplo, pues reúne todas las cualidades necesarias para crear obras de arte verbal. Tiene amor absoluto por la naturaleza y por la poesía, de las que era gran conocedor en sus secretos y sus detalles esenciales. Veamos:

      Aquí la vida es pormenor: hormiga,

      muerte, cariño, pena,

      piedra, horizonte, río, luz, espiga,

      vidrio, surco y arena.

      Aquí está la basura

      en las calles, y no en los corazones.

      Aquí todo se sabe y se murmura:

      No puede haber oculta la criatura

      mala, y menos las malas intenciones.

      Nace un niño, y entera

      la madre a todo el mundo del contorno.

      Hay pimentón tendido en la ladera,

      hay pan dentro del horno,

      y el olor llena el ámbito, rebasa

      los límites del marco de las puertas,

      penetra en toda casa

      y panifica el aire de las huertas.

      Con una paz de aceite derramado,

      enciende el río un lado y otro lado

      de su imposible, por eterna, huida.

      Como una miel muy lenta destilada,

      por