asceta: estricto o severo religiosamente, en especial en cuanto a la abnegación o renuncia de los placeres mundanos.
ideas apocalípticas: ideas influenciadas por un pronóstico pesimista para el mundo en general, combinadas con una perspectiva optimista de un remanente favorecido, que será rescatado del mundo maligno a través de algún acto inminente de intervención divina.
Los zelotes
Los zelotes eran judíos radicales opositores de Roma, que abogaban por la rebelión armada en contra de las fuerzas romanas. Entre ellos estaban los sicarii, asesinos que portaban cuchillos, que se mezclaban entre las multitudes y apuñalaban a los judíos sospechosos de colaborar con los romanos. En última instancia, los zelotes y sus simpatizantes serían los responsables de dirigir a los judíos a una guerra desastrosa en contra de Roma en 66-73 e. c. Probablemente no se mencionen en el Nuevo Testamento en sí, aunque uno de los discípulos de Jesús se llamaba «Simón el zelote» (el término simplemente podía significar «Simón el fervoroso»). Los zelotes quizá no aparezcan como una fuerza organizada en Palestina, sino hasta unos cuantos años después de la época de Jesús.
Los herodianos
Los herodianos eran una coalición política de judíos que apoyaban a la familia y dinastía de Herodes, e incluía a muchos líderes romanos que gobernaban varias áreas de Palestina en diversas épocas. En el Nuevo Testamento dice que colaboraron con los fariseos para hacer tropezar a Jesús políticamente y para establecer las bases para hacer que lo desterraran o destruyeran (véase Mr. 3:6; 12:13).
Cuadro 2.4
Cita de la Misná
Sobre tres cosas se sostiene el universo:
sobre la Torá,
sobre el culto,
y sobre la caridad.
—Misná, Padres (Abot) 1:2
Carlos del Valle, La Misna, Edición preparada por Carlos del Valle, (Editora Nacional: Madrid, 1981).
Los samaritanos
Los samaritanos vivían principalmente en Samaria, la región situada entre Judea (donde estaba Jerusalén) y Galilea (donde Jesús vivió y llevó a cabo la mayor parte de su ministerio; véase el mapa 1.2). Ellos afirmaban que eran el verdadero Israel (los descendientes de las tribus «perdidas» que fueron llevadas al cautiverio asirio alrededor de 722 a. e. c.) y que los judíos representaban a un grupo de disidentes que había iniciado cuando Elí estableció un santuario rival en Silo (véase 1 S. 1:3). Los samaritanos tenían su propio templo en el monte Gerizim y afirmaban que era el santuario original; consideraban el templo de Jerusalén como un santuario secundario, construido por los heréticos (véase Jn. 4:19-22). No aceptaban nada como Escritura aparte del Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia), y tenían su propia versión del Pentateuco, que difería en puntos clave del de los judíos (p. ej., uno de los Diez Mandamientos afirma que se debe adorar al Señor solamente en el monte Gerizim). Los samaritanos afirmaban que su versión del Pentateuco era la original y que los judíos habían falsificado el texto producido por Esdras durante el exilio babilonio.
Según los judíos, los samaritanos no eran hijos de Israel en absoluto; más bien, eran descendientes de colonos extranjeros que los asirios habían llevado a la tierra después de la conquista en 722 a. e. c., en el mejor de los casos, la descendencia de Israel que habían abandonado sus tradiciones y se habían casado con extranjeros. Los líderes religiosos tanto judíos como samaritanos enseñaban que era incorrecto tener cualquier contacto con el grupo opuesto. Idealmente, los judíos y los samaritanos no debían ingresar al territorio de los otros, ni siquiera hablarse los unos a los otros. Sin embargo, durante el período del Nuevo Testamento, Samaria estuvo bajo el gobierno romano y los romanos no reconocieron a Samaria ni a Judea como países separados; simplemente los agruparon (junto con Idumea) como un reino con un solo gobernante. El historiador judío romano Josefo narra numerosas confrontaciones violentas entre los judíos y los samaritanos a lo largo de la primera mitad del siglo I.
En el Nuevo Testamento, a Jesús frecuentemente se le representa con una actitud compasiva, por no decir amistosa, hacia los samaritanos: sorprende a una mujer samaritana al tener una conversación con ella (Jn. 4:3-26), e incluso señala a samaritanos individuales como buenos ejemplos para que sus seguidores los sigan (Lc. 10:30-37; 17:11-19). El libro de Hechos indica que algunos samaritanos llegaron a ser cristianos (Hch. 8:5-17).
Los gentiles
Los gentiles también eran prominentes en Palestina en esta época. Grandes cantidades de romanos, griegos y persas se habían trasladado al área y establecido allí, contribuyendo a la urbanización de áreas que tradicionalmente eran rurales. En efecto, las dos ciudades más grandes de Galilea en la época de Jesús eran Tiberias y Séforis, pero no se dice que Jesús alguna vez hubiera visitado alguna de ellas. A medida que viaja por la zona rural, demuestra una preferencia obvia por las aldeas, y evita completamente los grandes centros urbanos, donde vivía la mayoría de los gentiles. Las actitudes judías hacia los gentiles variaban: entre los fariseos, se narra que el rabí Shammai había adoptado una intolerancia hacia los gentiles, en tanto que se dice que el rabí Hillel había sido más conciliador. La evidencia en cuanto a Jesús es mixta (para una actitud negativa hacia los gentiles, véase Mt. 6:7; 10:5; 18:17; 20:25-26; para una actitud positiva, véase Mt. 8:5-13). Incluso Pablo, que dedicó la última parte de su vida a llevar la salvación a los gentiles, parece que no siempre pensó muy bien de ellos (véase, p. ej., Ro. 1:18-32).
gentil: persona que no es judía.
Figura 2.2. El templo de Jerusalén. El templo era el centro de adoración y vida religiosa del pueblo judío. Este modelo exhibe el edificio y sus patios externos como se veían en la época de Jesús. La plaza externa estaba abierta para toda la gente, pero al complejo amurallado en el centro de la plaza solamente los judíos podían entrar. El edificio alto en el centro es la parte interior del santuario, o «lugar santísimo», al que podían entrar solamente los sacerdotes designados en ocasiones concretas. (Craig Koester)
La actitud de los gentiles hacia los judíos también fue un poco variada. El antisemitismo era alto, con muchos gentiles (incluso los que vivían en Palestina) que abiertamente odiaban a los judíos y despreciaban su cultura, costumbres y religión. Pero también hubo una buena cantidad de gentiles que se sentían atraídos hacia la religión judía. De particular interés para el estudio del Nuevo Testamento son aquellos gentiles que se les llamaba «temerosos de Dios». Los temerosos de Dios eran medio convertidos: gentiles que adoptaban la teología, adoración y