Introducción al Nuevo Testamento. Mark Allan Powell. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mark Allan Powell
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9781646910960
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que se deseaba más que el oro (Sal. 19:10). (Randy Zucker)

      El apocalipticismo

      El apocalipticismo combinaba una perspectiva dualista radical (una clara distinción entre el bien y el mal) con una perspectiva determinista de la historia (la idea de que todo se desarrolla de acuerdo a un plan divino). La perspectiva apocalíptica típicamente era dual: (1) un pronóstico pesimista para el mundo en general: las cosas empeorarán; y (2) una perspectiva optimista de un remanente favorecido, los que serían rescatados del mundo maligno a través de un acto de intervención divina (que siempre se ha creído que es inminente). De esa manera, se ponía un límite al poder del mal, pero era principalmente un límite temporal: Satanás puede gobernar en el mundo por ahora, ¡pero no por mucho tiempo! El apocalipticismo como una dimensión de la religión judía surgió durante el exilio babilonio (véase el libro de Zacarías) y podría haber tenido la influencia de la religión persa, que era sumamente dualista. De cualquier manera, llegó a su máxima expresión durante el período helenista (véase el libro de Daniel) y floreció durante el período romano. En los días de Jesús, los judíos tendían a adoptar el apocalipticismo como una reacción en contra del imperialismo romano y su secuela cultural, el helenismo. En el Nuevo Testamento, el apocalipticismo es más conspicuo en el libro de Apocalipsis, pero resalta también en muchos otros escritos (p. ej., Mt. 24-25; Mr. 13; Lc. 21:5-36; 1 Ts. 4:13-5:11; 2 Ts. 2:1-12; 2 P. 3:1-18).

       Conservación de la identidad judía

      La influencia del helenismo pudo haber sido de largo alcance en el mundo del judaísmo del Segundo Templo, pero pocos judíos querían perder su identidad nacional y cultural completamente. Algunas tradiciones: la circuncisión, la observancia del día de reposo, de los días de fiesta y los festivales llegaron a ser señales clave que le recordarían al pueblo quiénes eran, e inhibirían la total inmersión en la sociedad grecorromana. Diariamente, las señales clave de esa identidad pueden haber sido los diversos «códigos de pureza» que el pueblo judío había desarrollado. Esos códigos se derivaban típicamente de la Torá, y frecuentemente declaraban maneras públicas y observables en las que el pueblo judío viviría de manera distinta a la mayoría de la población.

      códigos de pureza: reglas derivadas de la Torá que especificaban lo que era «puro» o «impuro» para el pueblo judío, y les permitía vivir de maneras que los marcaría como distintos de la población general.

      Por supuesto, todas las sociedades tienen valores determinados culturalmente en cuanto a lo que consideran «limpio» o «impuro». En el mundo moderno occidental, la mayoría de la gente se lava el cabello de manera regular, no para evitar enfermedades, sino porque piensan que el cabello grasoso es repulsivo o sucio. Pero global e históricamente, ha habido mucha gente (incluso de la que leemos en la Biblia) que ha pensado que el cabello grasoso simplemente es natural, la forma en que se supone que debe ser el cabello. Esas ideas reflejan los estándares de las sociedades particulares, valores que podrían permanecer profundamente (y ser defendidos vigorosamente), pero no son universales. De igual manera, la gente judía de la época de Jesús (al igual que muchos judíos hoy día) tenía ideas firmes en cuanto a lo que era limpio o impuro, pero, como marcadores de identidad, estas ideas habían llegado a ser integrales para su religión. Comer cerdo o langosta no solamente era repulsivo o asqueroso, era algo que Dios había instruido que no se hiciera. Además, la razón principal por la que Dios les había instruido que no comieran cerdo o langosta no era porque hacerlo fuera inmoral o malo en sí; más bien, la abstención de esos alimentos los diferenciaba de los otros pueblos del mundo.

      En un sentido positivo, el concepto judío declaraba que ciertas cosas eran santas o sagradas: Jerusalén era una ciudad santa (véase Mt. 27:53), el templo era un edificio santo y el día de reposo era un día santo. En un sentido negativo, había muchas cosas que podrían provocar que una persona fuera impura, como el contacto con un cadáver o con varios fluidos corporales. Los leprosos eran impuros, así como las mujeres durante la menstruación y los hombres que recientemente habían tenido una secreción sexual (incluso las emisiones nocturnas). Es importante observar que ser impuro o toparse con la impureza no necesariamente era algo malo o vergonzoso; frecuentemente, el punto era simplemente observar lo que hacía que alguien fuera impuro y realizar ciertos rituales de purificación como reconocimiento de eso. Para una analogía moderna (aunque con puntos débiles), podemos considerar la acción de cambiar pañales a un bebé: nadie en nuestro mundo moderno pensaría que es algo malo o vergonzoso, pero la mayoría de la gente probablemente se lavaría las manos después de hacerlo.

      Algo que no sabemos es lo seriamente que todos consideraban los códigos de pureza. Algunos judíos podrían haberlos ignorado o cumplido selectiva y esporádicamente, pero muchas personas (frecuentemente de las que tenemos información) tomaban muy en serio la pureza ritual y no les parecía en absoluto que los códigos fueran opresivos. Los judíos de la era del Nuevo Testamento no vivían con una aversión paranoica por evitar la contaminación a toda costa ni sufrieron de una autoestima baja debido a la incapacidad de permanecer ritualmente limpios todo el tiempo. Solo evitaban lo que era evitable, observaban lo que no era y hacían ritos de purificación como parte de su disciplina espiritual regular. Esa era una parte profundamente significativa de la vida religiosa para muchos judíos, tanto en Palestina como en la diáspora.

       Conclusión

      El mundo del Nuevo Testamento en realidad son muchos mundos. Los Evangelios se ubican en Palestina, pero las cartas de Pablo están dirigidas a ciudades como Corinto, Filipos y Roma, lejos de la tierra natal de Jesús. Es más, aunque los Evangelios relatan acontecimientos que ocurrieron en lugares como Belén, Nazaret y Jerusalén, fueron escritos por y para gente que vivía en otras partes: Antioquía, Éfeso o Roma. Las historias se cuentan con un enfoque dual: reportan lo que ocurrió allí y por qué es importante aquí, lo que ocurrió entonces y por qué es importante ahora.

      Sin embargo, algo que recordar es que, en cada escrito del Nuevo Testamento, los contextos cristianos, judíos y romanos se traslapan: los intereses cristianos, los intereses judíos y los intereses romanos se superponen. La afirmación cristiana en estos escritos es que los judíos y los romanos por igual encuentran una identidad nueva en Jesucristo (véase Gá. 3:28). El Dios de Israel es la esperanza de los gentiles y es, en efecto, el Dios de todo el universo (cf. Ro. 1:20; 15:4-12).

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      Los escritos del Nuevo Testamento

      Uno de los cristianos más prominentes del siglo II fue un hombre que conocemos como Justino Mártir (es decir, Justino el Mártir). Justino produjo una cantidad de escritos teológicos, pero tal vez se le conozca mejor hoy día por un solo párrafo en el que da una primera descripción de un servicio de adoración cristiano (véase el cuadro 3.1). La mayoría de los elementos de liturgias contemporáneas ya aparecen en su lugar: la predicación, las oraciones, la comida eucarística, incluso una ofrenda.

      apóstol: «uno que es enviado» (apostolos); se usa para ciertos líderes entre los primeros seguidores de Jesús, especialmente los doce discípulos y Pablo. Véase «discípulo».

      Queremos darle atención especial a una de las observaciones de Justino: «se leen, en cuanto el tiempo lo permite, los Recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas». ¿Qué quiere decir él con «los recuerdos de los apóstoles»? Se refiere a los escritos que ahora se encuentran en el Nuevo Testamento (específicamente los cuatro Evangelios). Estos escritos se están leyendo públicamente en la adoración, junto con «los escritos de los profetas», es decir, las Escrituras judías que figuraban en lo que ahora los cristianos llaman el «Antiguo Testamento».

      pacto: