Avaritia. José Manuel Aspas. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Manuel Aspas
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788412225631
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pantalón vaquero y suéter gris; en su cintura, pegada a la cadera, portaba una pistola. Pelo corto, de facciones suaves, al mismo tiempo se observaba a través de sus ojos la ironía característica de los inspectores. Era una mujer atractiva, pensó Stefano.

      —Se le ha prestado absoluta colaboración por petición de INTERPOL, a pesar de no pertenecer a ningún organismo policial europeo, por varios motivos —inició la reunión Borja—. Es algo que usted entenderá. En definitiva, es investigador y trabaja para el sector privado.

      —Lo sé y les entiendo, por ello les agradezco doblemente su colaboración. —Aunque también existía una petición de cooperación suscrita por estamentos de las más altas esferas de la seguridad europea, un requerimiento mucho más importante que una simple petición de colaboración. No se encontraban reunidos por cortesía. No obstante, se limitó a sonreírle e inclinar la cabeza en un gesto de agradecimiento.

      —También cuenta su prestigio como investigador y, por supuesto, el interés común por detener a un delincuente.

      —Comprendo.

      —Pero al mismo tiempo que cuenta con nuestra plena colaboración, y pensando que todos los robos que usted ha puesto sobre la mesa se han perpetrado en España y las personas que pidió se investigasen son de este país, también nosotros le pedimos que nos haga partícipes de esta investigación.

      —Por supuesto. Les tendré informados de todos los pasos que siga.

      —Nosotros habíamos pensado en algo más concreto.

      —Usted dirá —respondió Stefano levantando levemente los hombros.

      —Sabemos que usted trabaja solo, pero en esta ocasión, desearíamos que le acompañase en sus pesquisas la inspectora Dolz.

      —Si usted no tiene inconveniente, por supuesto —habló por primera vez Elena.

      —En absoluto. —Y sonrió.

      —He estudiado con mucho interés esos siete casos que nos dejó sobre la mesa y que atestigua que han sido cometidos por la misma persona, interviniendo solo en todos los casos. También he investigado con detenimiento esos diez nombres que planteó como posible ejecutor. Por lo tanto, colaborando juntos en esta investigación, le podré ahorrar mucho tiempo.

      Stefano permaneció en silencio, invitándola a que continuase. En cambio, ella le miró y sin poderlo evitar, se dibujó en su rostro una amplia y franca sonrisa.

      —Perdón —se disculpó sin ningún tipo de arrepentimiento. Todo lo contrario, su naturalidad desconcertó al italiano, más acostumbrado a los formalismos—. Permítame que le diga que había oído hablar de usted, ni qué decir tiene que con muy buenas referencias como investigador. —Otra vez esa sonrisa.

      —Y eso le ha hecho tanta gracia.

      —No. Lo que realmente me ha hecho gracia es que se ajusta a la perfección a la descripción que me dieron.

      —¿Y esta era…?

      —Que usted era un dandi de los pies a la cabeza. Sin ánimo de ofenderle. Todo lo contrario, es más bien un cumplido.

      Extrovertida, directa, con una gran seguridad en sí misma. Probablemente soltera o divorciada. La clase de mujer que lleva mal las ataduras, los cánones impuestos y las rutinas. Mujeres que asustan a los hombres y cuyas relaciones no son siempre duraderas, analizó Stefano mientras la observaba.

      —Bueno, será mejor que nos centremos —dijo Elena por fin tras unos segundos de silencio, intentando guardar la compostura—. Primero analicemos los siete robos que usted cree cometidos por el mismo individuo. Después de estudiarlos, en algunos existen ciertos paralelismos, pero también hay muestras muy importantes que los diferencian. Por esos motivos, los equipos investigadores no los han relacionado entre ellos.

      —Se preocupa de que cada escenario tenga diferencias con otros y marca un ligero camino para que los investigadores lo sigan. Pequeños indicios relevantes, nunca lo suficientemente obvios, dejando que sea el investigador quien crea que la pista encontrada es parte de su trabajo y no una manipulación premeditada —atestiguó—. Como les dije, cuatro de esos casos afectaron a la compañía que represento. En el primero, hace ocho años, yo no intervine. En los tres posteriores, sí. Todos cometidos en territorio español, coleccionistas privados que protegen sus obras de arte con diferentes sistemas de seguridad, además de asegurarlas. Sistemas que nosotros, antes de asegurar las obras, valoramos y, en algunos casos, aconsejamos que se incrementen o se mejoren. Saben ustedes que es un terreno donde la tecnología se anticúa con inusitada rapidez. Alarmas difíciles de manipular excepto para un pequeño grupo de especialistas. En muchos casos, viendo el escenario y el modus operandi, sabemos el nombre de quien lo ha cometido. Otra cosa es localizarlo, aunque solo es cuestión de tiempo.

      —Cada vez hay menos chorizos de la vieja escuela —susurró ella.

      —¿Chorizos? —preguntó perplejo.

      —Es una expresión nuestra. Ladrones de guante blanco, quería decir.

      —Efectivamente —le contestó con una sonrisa. Le gustaba esta inspectora—. En este momento tenemos dos tipologías delictivas, ambas con métodos habituales, eso lo saben ustedes perfectamente. Los robos informáticos y los atracos a joyerías, bancos, furgones blindados, etc. Los hackers informáticos, su volumen de robos ha aumentado considerablemente tanto en cantidad como en cuantía de lo sustraído. Bancos y empresas de todo tipo gastan cantidades astronómicas en protegerse de ellos, en algunos casos contratándolos. No solo buscan dinero, también información privilegiada y confidencial que en el mercado global vale millones. En algunos casos los buscan con el fin de que perjudique a la competencia, introduciendo virus en sus redes. En definitiva, millones sin salir de casa, sin amenazar a nadie, sin usar la violencia. Son los ladrones de guante blanco del pasado, se mueven por calles virtuales y acceden a lugares sin levantar el culo de sus sillones. La otra tipología delictiva existente en este momento son las bandas organizadas. No necesariamente proceden de guetos marginales, que también son un buen caldo de cultivo; pueden ser exmilitares, hombres con excelente formación. Adoptan amplias medidas de seguridad, planifican sus robos meticulosamente, en sus asaltos utilizan la violencia, la intimidación de sus armas, que no dudan en utilizar al menor atisbo de resistencia. Lo más fino en sus trabajos es el uso de la lanza térmica para reventar una caja fuerte. La diferencia entre ambas formas delictivas es que estos últimos no necesitan, como los dinosaurios anteriores, saber abrir todo tipo de cerraduras, forzar sin necesidad de reventar una caja fuerte, planificar sus robos con la intención de que nadie se entere, sin amenazas, sin violencia. Sobre los pocos profesionales de la vieja escuela que quedan lo sabemos todo, antiguos delincuentes con amplios antecedentes. Sus métodos son fácilmente reconocibles e identificables.

      —Y usted cree que uno de esos dinosaurios es el responsable de estos siete robos —afirmó Elena.

      —Sí.

      —Pero en varios de estos robos se ha utilizado la fuerza y en algunos han participado varias personas.

      —Aparentemente, sí. En 2011, en Nochevieja, el chalet de una urbanización de lujo, con seguridad privada, mientras sus propietarios comían las uvas en un salón de fiestas y el servicio en sus respectivas casas.

      —Lo he leído —afirmó la inspectora con el expediente en la mano—. Fue en Cantabria.

      —Alguien saltó el tramo de valla que colindaba con un camino fuera de la urbanización, forzaron el ventanal trasero del chalet y entraron. Unos metros antes de entrar, terminado el césped, pisaron un tramo de tierra húmeda. Gracias a ello, dejaron huellas de dos zapatillas diferentes y unas botas de distintas tallas. Tras forzar el ventanal y entrar, a los veinte segundos saltó la alarma y a los cuatro minutos aproximadamente llegó la seguridad privada de la propia urbanización. Los ladrones debieron salir precipitadamente. Robaron un manuscrito en pergamino de dos mil años de antigüedad perteneciente a la segunda gran biblioteca de la antigüedad, Pérgamo. Su valor es incalculable. Estaba protegido por una urna transparente de un material muy resistente a los golpes. No obstante, cortaron los