Avaritia. José Manuel Aspas. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Manuel Aspas
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788412225631
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era consciente de que deseaba tener a su lado a esa persona y compartir la experiencia de tener un hijo, dos o tres.

      Vivir otra vida.

      Parte II

      La incertidumbre le estaba matando, por supuesto, junto a la codicia. Hacía solo diez días de la reunión, pero no podía pensar en otra cosa que no fuese verse contando los billetes que le habían prometido. Temía que algo fallase, que se anulase el pacto prometido, que volviesen con otras condiciones, que el hijo de puta del empresario ruso decidiese construirse su residencia en las Islas Canarias; mil problemas que desbaratasen lo hablado y si te he visto, no me acuerdo. En definitiva, no había nada firmado, todo de palabra. Era cierto que faltaban unos días para el plazo en el que podrían llamarle, primero tenían que solucionar el tema del cambio de catastro del terreno. Cuando lo solucionasen, firmarían su acuerdo confidencial y él, por fin, podría embolsarse la cantidad acordada. A través de un amigo residente en Luxemburgo, se había abierto una cuenta bancaria. Se disponía a salir cuando sonó su móvil.

      —Dígame.

      —Sr. Ignacio, soy Yuri.

      El corazón le dio un vuelco, le reconoció antes de decir su nombre.

      —Le he reconocido. Dígame.

      —Ha surgido un problema. No se preocupe, es independiente de lo que hablamos el otro día —pareció leerle el pensamiento—. Necesito un favor.

      —Si está en mi mano.

      —Creo que sí. ¿Podemos vernos inmediatamente?

      —Claro. ¿Dónde desea que nos veamos?

      —Podría estar en su casa en quince minutos. No le entretendré mucho.

      — Me disponía a salir, pero creo que podré retrasar el asunto. Le espero.

      —Muchas gracias. Es un favor personal, ahora mismo nos vemos.

      Se quedó más tranquilo. Se trataba de un favor, su dinero no parecía correr riesgos. Tardó veinte minutos, era la primera vez que no le acompañaba Dmitry. Salió a recibirle a la puerta y ambos se dirigieron al despacho.

      —Tome asiento.

      —Gracias.

      —¿De qué se trata, amigo Yuri?

      —Un amigo de mi familia, y al cual yo apreciaba, ha fallecido. Desearía que usted, a través de su funeraria, se hiciese cargo.

      —Lo lamento.

      —Muchas gracias, ha sido muy triste —respondió compungido.

      —Claro, sin ningún problema.

      —Desearía que se velase el cuerpo en la intimidad y luego se hiciesen cargo del papeleo y traslado del cuerpo a Croacia.

      —¿Quiere usted que se traslade el cuerpo a Croacia?

      —Sí. ¿Hay algún problema?

      —No, en absoluto. El papeleo es un poco engorroso, es necesario contar con varias autorizaciones, pero sé que no es la primera vez que se realiza un servicio con traslado del cuerpo al extranjero. Como les dije, el negocio lo gestiona la persona de confianza de mi tío y yo no estoy al tanto de temas concretos. Pero no se preocupe, personalmente me interesaré porque se priorice el asunto.

      —Aquí solo se encuentran su mujer y una de sus hijas. Están, como comprenderá, desoladas. Me han llamado por si podía ayudarles y quisiera que, en estos momentos tan tristes, se les aliviara de los asuntos triviales que se tienen que resolver en estas circunstancias. En definitiva, ayudarles, son como parte de mi familia.

      —Comprendo. —No sabía exactamente el coste de un sepelio de estas características, seguro que un montón de dinero.

      —Todo se complica por la situación económica por la que están pasando. Por lo tanto, yo me haré cargo de todos los gastos y deseo que queden satisfechas.

      —No sé el coste del traslado ni los pormenores que se exigen en estos casos. No obstante, ahora mismo me reuniré con la persona responsable para que tenga constancia de que se le exige el mejor de los tratos. Le he dicho que me ocuparé personalmente.

      —Se lo agradezco —respondió Yuri, visiblemente emocionado.

      Era el momento de entablar lazos personales con quien se encargaría de ingresarle un millón de euros en unos días. No había que escatimar cariño y comprensión.

      —¿De qué ha muerto?

      —Un desgraciado accidente, le arrolló un coche.

      —En este momento, ¿dónde se encuentra el cuerpo?

      —En el hospital La Fe.

      —¿Cómo desea que lo gestionemos?

      —Este es el número de teléfono de la viuda. Llámenla y a partir de ese momento, como si les hubiese contratado ella. Yo tengo que partir de viaje inmediatamente. De hecho, he regresado con el único propósito de solucionarlo y con la esperanza de que usted pudiese hacerse cargo de todo.

      —Por supuesto. Le repito que desde este mismo momento me ocuparé del asunto. Se la tratará con un cariño especial e intentaremos agilizar el papeleo para el traslado del cuerpo.

      —Quedo más tranquilo —manifestó exteriorizando, con un gesto, el gran alivio que sentía—. Se lo agradezco, de verdad.

      —Hoy mismo nos pondremos en contacto con la viuda, le diremos que usted nos ha solicitado nuestros servicios. ¿Cuándo ocurrió el accidente?

      —Hace dos días. Parece ser que un desalmado le atropelló y se dio a la fuga.

      —Comprendo.

      —Tal vez, en este caso, las gestiones sean más complicadas que en un fallecimiento por muerte natural. Por ese motivo he acudido a usted. Si pudiera ayudarles, asesorarles, evitarles el papeleo, estaría en deuda con usted. He dejado un tema de trabajo ineludible a medias en Francia, pero no puedo demorar por más tiempo mi partida.

      —Pues márchese tranquilo. Nos ocuparemos de solucionar los problemas que surjan y les daremos todo nuestro apoyo.

      —Estupendo. Que no les falte de nada, por favor. Cuando todo esté resuelto, mándeme por fax la factura y el número de cuenta donde ingresar el servicio.

      —Eso no es problema.

      —Lo sé, tenemos confianza. Pero, insisto, esto es un asunto personal, independiente del resto de nuestras negociaciones. ¿Entendido?

      —Perfectamente.

      Sacó una tarjeta personal donde constaba su número de teléfono y fax. En el reverso le escribió el nombre de la viuda y su número de móvil.

      —Ante cualquier duda, llámeme.

      —De acuerdo. Aunque pronto nos veremos, espero —comentó deseando que llegase y por si Yuri se había olvidado de su acuerdo.

      —Está en marcha y tengo que decirle, confidencialmente, que de forma satisfactoria para nuestros intereses. Tenemos absolutas garantías de que en el próximo pleno del ayuntamiento se aprobará la recalificación de los terrenos.

      —Me alegro —respondió aliviado.

      —Por lo tanto, no hay de qué preocuparse. En unos días nos pondremos en contacto con usted y nos reuniremos directamente en la notaría para firmar el acuerdo confidencial. Luego, volveremos a reunirnos otra vez en la misma notaría, pero esta vez con sus hermanos para iniciar el papeleo del reparto de la herencia. ¿Ha hablado usted con sus hermanos?

      —No, pero no se preocupe, está todo hablado. No obstante, quedaré con ellos y les adelantaré la parte que deben saber.

      —Perfecto. —Y levantándose, dio por finalizada la visita.

       No perdió el tiempo, había que quedar lo mejor posible con el representante de Vladic Bogdánov. Se dirigió