Ahora, al leer el siguiente pasaje en voz alta, podrás determinar si eres un hada:
Elsune elknoon ahkelle-enama, delmune dalmoon ahktelle-awknamon.
Brystal sabía que leer el segundo pasaje tendría un pequeño efecto en ella como el primero, pero estaba disfrutando jugar con la autora. No todos los días podía tomar una prueba que determinaría si tenía habilidades mágicas o no.
–Elsune elknoon ahkelle-enama, delmune dalmoon ahktelle-awknamon –leyó en voz alta.
¿Acaso algo hermoso se manifestó? ¿Hay rubíes y diamantes lloviendo desde el cielo? ¿Acaso tu ropa cambió por algo mucho más estilizado que antes? Si es así, entonces, felicitaciones, ¡eres un hada! Si leer el texto no produjo ningún cambio físico a ti o a tus alrededores, entonces es seguro asumir que no tienes magia corriendo por tus venas.
Si bien no eres parte de la comunidad mágica, espero que aún apoyes nuestros esfuerzos para encontrar aceptación y…
De pronto, Brystal se sintió distraída por un aroma inesperado. Como si alguien hubiera encendido una vela aromática, la habitación pequeña se vio consumida por los aromas placenteros de la lavanda, jazmines y rosas, entre otras fragancias. Por el rabillo de sus ojos, vio algo moviéndose y giró la cabeza en todas direcciones.
Para su total sorpresa, cientos de flores comenzaron a crecer en las paredes a su alrededor. Una vez que estas quedaron cubiertas, las plantas comenzaron a brotar desde el techo, el suelo y los estantes. Brystal gritó a medida que el fenómeno se desarrollaba a su alrededor, por lo que se paró de su asiento sobresaltada cuando sintió que las flores también estaban creciendo debajo de su silla.
–Qué… qué… ¿qué acaba de ocurrir? –preguntó sin poder creerlo.
Brystal sabía exactamente lo que acababa de ocurrir, solo que no quería admitirlo. Luego de leer un pasaje de un libro de magia, había transformado involuntariamente la habitación oscura y sin ventanas en un lugar fantástico, vibrante y colorido. No había otra explicación para el cambio, pero rechazaba los hechos con toda su fuerza.
–No, no, no… ¡esto no es real! –se dijo a sí misma–. Es solo una alucinación causada por la privación de sueño. En pocos segundos, todo desaparecerá.
No importaba cuántas veces respirara hondo o cuán fuerte se frotara los ojos, las flores no se desvanecían. Brystal se sintió mareada y sus manos no dejaban de temblar, mientras intentaba entender la realidad inoportuna.
–¡No… no… ¡No puede ser! –pensó en voz alta–. De todas las personas en el mundo, esto no me puede estar pasando a mí… Esta no puede ser lo que soy… Ya tengo suficiente en mi contra. ¡No puedo ser mágica por sobre todas las cosas!
Brystal estaba desesperada por destruir toda la evidencia que probara lo contrario. Se marchó hacia la planta baja de la biblioteca y regresó con el cesto de basura más grande que pudo encontrar. Arrancó las flores frenéticamente de las paredes, del suelo y de los muebles, y no se detuvo hasta que cada pétalo y hoja fuera arrancado y la habitación de los Jueces regresara a la normalidad. Colocó el libro La verdad sobre la magia sobre el estante correspondiente y sacó el cesto de basura de la biblioteca privada. Cerró la puerta ancha de metal por detrás con la intención de nunca más regresar, como si pudiera mantener la verdad encerrada allí.
Por varios días, Brystal fingió nunca haber encontrado la habitación secreta en el primer piso. Incluso llegó a decirse a sí misma que La verdad sobre la magia y los otros libros PROHIBIDOS no existían y que nunca había leído el hechizo que manifestó las flores. De hecho, Brystal estaba tan negada con la dura experiencia que regresaba directo a casa después de limpiar sin leer nada en absoluto, temiendo que ver otro libro le recordara lo que quería olvidar.
Desafortunadamente, cuanto más esfuerzo pusiera en borrar el evento de su mente, más pensaba en él. Pronto, la pregunta ya no era si en verdad había pasado, sino por qué lo había hecho.
–Todo esto es un gran malentendido –se dijo a sí misma–. Si soy mágica… o un hada, como dice la autora, ¡tendría que haber visto más señales! Un hada sabría que es diferente… Un hada tendría problemas integrándose… Un hada pasaría toda su vida sintiéndose como si no perteneciera a este lugar. ¡Ah, cállate, Brystal! ¡Solo te estás describiendo!
De muchas formas, tener magia en su sangre tenía sentido. Brystal siempre había sido diferente a todos los que conocía, ¿tal vez la magia era la fuente de su naturaleza única? Tal vez, siempre había querido más de la vida porque, muy en su interior, sabía que había más para su vida.
–Pero ¿por qué me llevó tanto tiempo descubrirlo? –se preguntó a ella misma–. ¿Era completamente ajena a esto o una parte de mí siempre lo supo? Por otra parte, vivo en un reino que mantiene alejado todo tipo de conocimiento de las mujeres jóvenes. Tal vez esto prueba lo eficientes que son los Jueces al controlar a las personas. Y si antes no era una amenaza para la sociedad, de seguro ahora lo soy.
Y ahora que sabía la verdad, ¿sería fácil que otros también la descubrieran? ¿Acaso sus compañeros de clase sentirían su magia con la misma facilidad con la que lo hacían con sus otras diferencias? ¿Era posible ocultarla o resurgiría inevitablemente y la dejaría en evidencia? Y si lo hacía, ¿le daría finalmente el derecho a su padre de desheredarla y echarla de una vez por todas de su casa? Los peligros eran interminables.
–¿Está todo bien, Brystal? –le preguntó Barrie una mañana antes del desayuno.
–Sí, todo está bien –le respondió rápidamente Brystal–. ¿Por qué… por qué preguntas?
–Por nada –dijo con una sonrisa–. Es solo que te ves algo tensa últimamente. Y he notado que no has estado pasando tanto tiempo en la Casa para los Desamparados como de costumbre. ¿Hay algo de lo que necesites hablar?
–Ah, es solo que decidí tomarme un pequeño descanso –dijo–. Ocurrió algo, nada serio, por supuesto, pero pensé que un poco de distancia me vendría bien. Tendré oportunidad de pensar bien las cosas y descifrar el próximo paso.
–¿El próximo paso? –le preguntó Barrie con preocupación–. Está bien, ahora tienes que decirme que está ocurriendo para que mi imaginación empiece a divagar.
Brystal estaba tan exhausta de preocuparse que no tenía la energía de montar un espectáculo, por lo que le contó a su hermano una historia que era lo más cercana a la realidad sin delatar nada.
–Hace poco descubrí algo de mí que es un poco difícil de sobrellevar –dijo.
–¿Y eso es? –le preguntó Barrie, abriendo los ojos con inquietud.
–Bueno, no… no… no estoy segura de que me siga gustando la caridad.
Barrie miró a su hermana perplejo y confundido.
–¿Estás preocupada porque ya no te gusta la caridad? –le preguntó.
–Ehm… sí –le contestó Brystal, encogiéndose de hombros–. Y honestamente, no estoy segura de cuánto más pueda ocultarlo. Ahora que lo sé, temo que el resto también lo descubra. Me aterroriza saber lo que pueda ocurrir si eso pasa.
–¿Descubrir? Pero Brystal, que no te guste la caridad no es ilegal. Es solo una preferencia.
–Lo sé, pero es prácticamente un crimen –exclamó–. El mundo es muy cruel con la gente a la que no le gusta la caridad, pero solo es porque son incomprendidos.