Diálogos y debates de la investigación jurídica y sociojurídica en Nariño. Israel Biel Portero. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Israel Biel Portero
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789587602333
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es poder ver más allá del sentido común, examinar los elementos que los conforman y ponerlos en discusión, sometiéndolos al rasero severo de la crítica. Sin embargo, es un ejercicio complejo, pues dicho proceso consiste en romper con uno mismo y aceptar que nuestra comprensión del mundo debe ser superada. Claro está, es más sencillo renunciar a dicha comprensión —o a parte de ella— en la medida en que no implica romper con una condición de estatus sustentada en una materialidad. Por el contrario, es mucho más difícil romper con el sentido común que sustenta una realidad materialmente favorable. Esto es lo que pasa en el presente en Colombia con quienes se reconocen como grandes perjudicados de los acuerdos de La Habana. No se trata aquí de las comunidades negras, indígenas o campesinos, ni de los trabajadores, se trata de la gente cuyo poder económico y político se ve afectado porque se resiente el bloque histórico9 de realidad que siempre los soportó.

      En otras palabras, cuando en Colombia se habla del problema de la tierra, no se hace referencia solo a la tenencia de la tierra, sino un problema de estatus, de códigos morales y de formas de actuar con los cuales se ha dominado, gobernado y controlado a la población, pero que hoy se ven cuestionados por la posible implementación de los acuerdos de paz. Hasta ahora, esto ha sucedido porque la democracia basada en la tolerancia no ha puesto en discusión los actos privados, formas de ser y los principios de los terratenientes. No obstante, si hubiera una democracia basada en el reconocimiento tendría que cuestionarse la configuración de lo privado, de aquello que escapa a lo público, pero termina definiéndolo.

      Con el lema feminista “Lo privado es político” puede definirse la idea de fundar la democracia en el reconocimiento, en cuanto se trata de poner en discusión todo, de hacer público lo privado y cuestionar los límites de aquello que nos define. Con este lema se reconoce que hay un ámbito público y otro que no lo es, mas no quiere decirse con ello que no exista relación o que sea posible mantener esa separación. Por el contrario, hay una amplia relación y debe reconocérsela.

      Probablemente la idea de una democracia basada en la tolerancia fue muy positiva para aquella sociedad que pretendía aplacar aquellos conflictos religiosos, que a su vez opacaban los conflictos sociales de clases. Pero en una sociedad que se precia de ser igualitaria y de fomentar el respeto por el otro, no es justificable que siga existiendo la discriminación, la miseria junto a la opulencia y, sobre todo, la exclusión de una persona o un grupo de personas por su condición social, cultural o económica. La igualdad que una sociedad democrática debe profesar es esa que nos permite afirmar que realmente somos iguales en la diferencia. Para ello es necesario acostumbrarnos al constante debate, a la continua discusión de lo que acontece, de lo que somos nosotros y de lo que son los otros. La idea no es generar un problema constante, sino moldear seres humanos capaces de estar dispuestos al diálogo y a la aceptación del diferente, incluso por medio de la negación de sí mismos.

      El problema que surge al pretender construir una democracia basada en el reconocimiento está relacionado con el modo de llegar a la misma: ¿cómo hacer posible ese tipo de democracia? Ante este interrogante, la respuesta inmediata —y breve— sería apelar a la educación y a la transformación de las condiciones sociales y económicas. Una sociedad que se sostiene con una gran diferencia de clases y unas condiciones de explotación de una minoría sobre una mayoría le resultará muy difícil construir una democracia verdaderamente basada en el reconocimiento.

      Conclusiones

      Debido a las condiciones históricas que hicieron posible su articulación, la relación entre democracia y tolerancia ha sido siempre valorada como positiva en la mayoría de los ámbitos. El mundo europeo en el cual surgió el Estado como un lugar común donde todas las visiones podían confluir, incluso las visiones religiosas contrarias podrían permanecer siempre y cuando los individuos privatizaran sus opiniones y visiones para entenderse solo en los asuntos públicos. Así, la tolerancia, comprendida como virtud política, consiste en convivir con los otros sin tener que interactuar. Esto no quiere decir que los individuos no se relacionen —pues lo pueden hacer—, mas no por ello se puede afirmar que dicha relación conduzca a una afección de sí mismos, de su identidad o de su forma de apreciar el mundo.

      La relación entre democracia y tolerancia permite la existencia de mecanismos democráticos que no trasciendan lo meramente procedimental y aun cuando se formalicen los espacios de participación, no se discuten los asuntos de fondo que están tras la neutralidad institucional ni se critica la moral dominante. Así, se entiende la democracia como proceso electoral o simple respeto institucional.

      Al pretender fundar la democracia sobre el reconocimiento se acepta la pluralidad y la diversidad, no solo como una situación externa y ajena a los individuos, sino como una realidad presente que requiere de la aceptación y asimilación para la convivencia. Puede definirse al reconocimiento como la disposición de los sujetos para interactuar con los otros, para hacer posible un dialogo que comprenda la convivencia no como un actuar pasivo, sino uno activo que nos aproxima a otros individuos. Es por ello que en una democracia basada en el reconocimiento se pone en discusión todo, incluso la formación de los ciudadanos o los ciudadanos mismos.

      Referencias

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      Gramsci, A. (1999). Cuadernos de la Cárcel. México: Benemérita.

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      Taylor, C. (2000). El multiculturalismo y la política del reconocimiento. México: Fondo de Cultura Económica.

      Young, I. M. (2000). La justicia y la política de la diferencia. Valencia, España: Instituto de la Mujer.

      1 La idea de la neutralidad del Estado es común al pensamiento de la época moderna. Así, además de Locke, Hobbes y Montesquieu, también otros autores la expresaron en sus obras como una garantía de convivencia entre los individuos. Dicha neutralidad permitía una estabilidad del contrato social y un respeto de la esfera individual.

      2 Los estereotipos se difunden por medio de todas las instituciones sociales –formales y no formales– y se reproducen en prácticas cotidianas, tanto individuales como institucionales. Esos estereotipos reproducen prácticas y formas de relacionarse que en ocasiones resultan discriminatorias, incluso de forma inconsciente, pues quien en ocasiones discrimina lo hace creyendo que es lo correcto.

      3 La autora norteamericana Iris Marion Young en su libro titulado La justicia y la política de la diferencia (2000), describe el proceso de asimilación. Para ella, en la medida que las