El martes 11 de mayo, José Luis Rodríguez Zapatero recibe en La Moncloa la llamada de Barack Obama, el presidente de Estados Unidos. Esta vez no había posibilidad de no levantarse ante el paso de la bandera de las barras y estrellas:
El presidente Obama y el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero hablaron hoy por teléfono como parte de las consultas continuas del presidente con aliados cercanos sobre la situación económica mundial. Discutieron la importancia de que España tome medidas decididas como parte del esfuerzo de Europa para fortalecer su economía y generar confianza en el mercado. El presidente expresó el apoyo de los Estados Unidos a esos esfuerzos[15].
Llegamos así a la fecha con la que comenzamos este capítulo, el miércoles 12 de mayo de 2010, justo en el instante en que dejamos al presidente hablando de lo que iba a ser un momento que se juzgaría decisivo, el momento en que en España el poder financiero internacional se impuso a la democracia. El pago que los druidas nos exigieron para calmar a los dioses fue el siguiente:
– Recorte de 5.000 millones más en 2010 (hasta los 10.000) y un total de 10.000 en 2011.
– Reducción del sueldo de los funcionarios de forma proporcional un 5 por 100 de media en 2010. Congelarlo en 2011.
– Suspender en 2011 la revalorización de las pensiones, excluyendo las no contributivas y las pensiones mínimas.
– Eliminar el régimen transitorio para la jubilación parcial de la Ley 40/2007.
– Eliminar la prestación por nacimiento de 2.500 euros a partir del 1 de enero.
– Revisar el precio de los medicamentos (no los de referencia) y adecuar las unidades del envase a la duración estándar del tratamiento (incluso con monodosis).
– Suprimir para nuevos solicitantes la retroactividad del pago por dependencia al día de la presentación, excepto si la tramitación supera el límite de 6 meses.
– Reducir 6.045 millones de inversión pública estatal para 2010 y 2011, y 600 millones de Ayuda Oficial al Desarrollo[16].
Durante su intervención, Zapatero, que viste un traje gris y levanta en contadas ocasiones la vista de los papeles, mantiene un semblante apesadumbrado, propio del gobernante que ha tenido que elegir entre sus principios, aquellos que presentó al criterio de los votantes en unas elecciones, o plegarse a las exigencias de eso llamado mercados:
No es fácil para cualquier Gobierno dirigirse en estos términos a la Cámara y a sus conciudadanos, menos lo es aún para un Gobierno que se ha empeñado durante los años de bonanza en dirigir lo mejor de sus esfuerzos a mejorar la situación de la mayoría de los ciudadanos y especialmente de los menos favorecidos. Son los mismos que nada han tenido que ver con el origen, el desarrollo y las fases de la crisis; son, por el contrario, los que han sufrido sus consecuencias y son ahora los que mayoritariamente de nuevo deben contribuir a los esfuerzos necesarios para corregir los efectos de la crisis. Sois, en definitiva, la columna que sujeta el país; los que cargáis con su peso fundamental; los que garantizáis el presente y el futuro de nuestra sociedad, sus posibilidades de crecimiento, de bienestar, de éxito; los que dependéis de vuestro propio trabajo, de vuestro afán emprendedor, de las rentas públicas que os habéis ganado con los años.
El pasaje del discurso es una confesión pública del chantaje y la injusticia: los que nada han tenido que ver con el origen y el desarrollo de la crisis serán precisamente los que soporten sobre sus espaldas sus peores consecuencias. Quien ha de velar por sus intereses, quien representa el máximo poder democrático del país, será el verdugo en su ejecución.
José Luis Rodríguez Zapatero representa mejor que nadie el cambio de época, la transición de siglo: un socialdemócrata de sentimiento que abraza en la práctica el socioliberalismo de los Blair y Schroeder; un progresista preocupado por las minorías que parece olvidar que la izquierda siempre ha tenido aspiración a las mayorías; un demócrata convencido que es víctima, propiciatoria, de todo el andamiaje antidemocrático del mundo de las finanzas; un político que confió en que la ideología podía desarrollarse tan solo en el campo de lo simbólico y dejó la economía para una serie de lecciones que aprender en dos tardes, tal como se escuchó, por uno de esos micrófonos traidores, decir al ministro Jordi Sevilla. La economía, algo restringido a las páginas salmón, esoterismo para elegidos, había pasado a serlo todo. Zapatero: el último presidente soberano de nuestro país, el primer presidente en entregar nuestra soberanía.
Precisamente el Telediario que cubre la comparecencia de Zapatero es el espacio más visto de aquel año, por detrás, eso sí, del impepinable fútbol. El 11 de julio la selección española gana su primer Mundial con el gol de Iniesta, un acontecimiento nacional que hace echarse a las calles a cientos de miles de personas. El «a por ellos» puesto de moda por locutores deportivos de camisa entallada tomará unos pocos años más tarde un significado muy diferente. La relación entre las expresiones populares mediadas por un entusiasmo comercial televisivo y su utilización política con un objetivo muy diferente podría tener en este caso uno de sus paradigmas más claros. A por ellos, ¿a por quiénes?
Todavía quedan ecos de un pasado no finiquitado, como es el caso del terrorismo. La banda terrorista ETA asesina por primera vez a un gendarme francés, Jean-Serge Nérin, en lo que paradójicamente será su última acción con víctimas mortales. Un tiroteo que demuestra la inoperancia de una organización que ha quedado aislada políticamente e inútil en el terreno bélico. Aunque en el fin de ETA intervienen múltiples factores, generalmente se pasa por alto la cada vez mayor dificultad técnica de mantener una estructura permanente de comandos dirigidos por una cúpula en un mundo en el que las comunicaciones, a pesar de que son más sencillas, están cada vez más controladas. Es casi imposible mover dinero sin dejar rastro, alquilar un piso sin presentar documentación, moverse sin ser detectados por miles de cámaras, el rastro de los móviles o las tarjetas de crédito. Un contexto tecnológico para el que el terrorismo del siglo XX no estaba preparado.
Desde la ruptura de la tregua el 30 de diciembre de 2006, con el atentado en el aparcamiento de la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas, donde fueron asesinados dos trabajadores ecuatorianos, Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate, la banda había matado en Francia a dos guardias civiles, Raúl Centeno y Fernando Trapero, que hacían labores de seguimiento e iban desarmados, casi un año después, el 1 de diciembre de 2007. En 2008 fueron cuatro las víctimas mortales. Isaías Carrasco, concejal socialista tiroteado unos días antes de las elecciones generales; el guardia civil Juan Manuel Piñuel, mediante un coche bomba, al igual que Luis Conde de la Cruz, brigada del Ejército de Tierra; el empresario Ignacio Uría es tiroteado en Azpeitia cuando iba a un restaurante a librar una partida de cartas. En 2009 las tres últimas víctimas mortales de ETA en suelo español son dos guardias civiles, Carlos Sáenz y Diego Salvá, y un policía nacional, Eduardo Antonio Puelles, mediante el método de la bomba lapa adosada a sus vehículos.
Egunkaria era el único diario publicado íntegramente en euskera desde 1990, cuando alrededor de unas 90.000 personas participaron en el proceso de financiación para poner en marcha el rotativo,