Existir en conexión permanente con la esencia (la comprensión de la magnitud del Ein Sof) es lo que hace que realmente podamos alcanzar la felicidad, porque alcanzamos una felicidad desvinculada del mundo inferior, como estudiaremos en detalle a lo largo de este trabajo.
Para comprender la «Merkabá» debemos tener un dominio excelente del Árbol de la Vida (Etz Ha Jaim) y sus diferentes dimensiones, y la secuencia de la aparición de los diferentes universos concatenados. No se puede comprender el Maasé Merkabá sin comprender profundamente el Maasé Bereshit. Necesitamos comprender las manifestaciones del Ein Sof, y cuál fue la forma en que se creó este vacío, así como conocer profundamente el despliegue de las diferentes dimensiones para poder lograr comprender el misterio de la Merkabá. Todos estos asuntos los he desarrollado en mi segunda tesis doctoral en Antropología.82
¿Es posible liberar al Yo de todos sus condicionamientos? ¿No son los condicionamientos exteriores y los genéticos interiores los que provocan que seamos como somos? Suponiendo que nuestro «Yo» se encuentra completamente «condicionado» y que ya no tenemos forma alguna de extraer de nuestro ser todos los condicionamientos acumulados, entonces: ¿Cuál es la forma de transformarnos a partir de lo que tenemos? ¿Somos lo que somos o somos lo que hacemos con lo que somos? Nosotros no somos los que somos, somos en realidad lo que hacemos con lo que somos. Llevar toda la potencialidad a la realización es el mayor acto espiritual, porque espiritualizamos la materialidad al extraer la luz interior debajo de la materialidad en la que existimos. No podemos sostener una espiritualidad desvinculada de la materialidad.
¿Es nuestro Yo producto absoluto de los condicionamientos o podemos encontrar un Yo liberado de dichos condicionamientos? No podremos liberarnos jamás de los condicionamientos estructurales que se encuentran internalizados dentro de nuestro Yo, porque indudablemente ya se confunden estos condicionamientos con la esencia. Es más, cuando hacemos referencia a la raíz del alma, estamos diciendo que nuestra raíz está absolutamente predeterminada. Ahora bien, mi libre albedrío se encuentra en el nivel de esfuerzo que voy a desarrollar para extraer la luz de la raíz de mi alma. Cuando busco y encuentro mi máxima interioridad de la raíz del alma, encuentro el fragmento del Ein Sof dentro de mi ser.
En definitiva, podríamos decir que la estructura del ejercicio de nuestro propio libre albedrío está determinada por nuestras primeras influencias infantiles. Sin embargo, para los cabalistas existe una información que proviene de nuestra alma, más allá de nuestra existencia física actual. Jung denominaba a esta información como «el inconsciente colectivo». En realidad, la cábala supera dicho concepto junguiano en la medida que considera las «Sefirot» (Dimensiones) como las estructuras básicas de toda la manifestación y de todo lo oculto no revelado. En realidad, el concepto de las Sefirot tendría relación con las «raíces arquetípicas».
Entonces, existe para la cábala un Yo que tiene información de existencias físicas pasadas y que sabe cuál es su identidad más allá de todos los condicionamientos infantiles. Esta es la Merkabá, el Keter de la Biná cosmogónica, el sitio santo donde nacieron las almas a la existencia. Y aunque pueda mentalmente (a través de la comprensión del Maasé Bereshit) acceder a un tiempo fuera de nuestro orden espacio-temporal, mi nacimiento subjetivo como «alma» (fragmento del Ein Sof) se encuentra dentro de este espacio vacío.
Como el «alma» ha sido creada dentro del Universo de Briá (la Creación), entonces debemos advertir que el alma se encuentra dentro del orden espacio-temporal.
Sin embargo, nosotros (cada una de las manifestaciones fragmentarias conscientes de existencia dentro del vacío) materializamos la información que existe oculta en el Ein Sof. Si el alma está capacitada para acceder a la información oculta en el Universo de Atzilut, podemos percibir la «Eternidad» a pesar de encontrarnos dentro del espacio-tiempo.83
Por lo tanto, cada vez que comprendamos mejor el sistema general del Cosmos (el vacío donde se manifiesta el Ein Sof) llegaremos a comprender con mayor precisión el sistema fragmentario de nuestra existencia psíquica, y, por otra parte, a medida que logremos avanzar en la comprensión de nuestra psique, mejor comprenderemos el Ein Sof.
Siendo nosotros «imagen y semejanza», somos la información externa materializada dentro del vacío, proveniente de un nivel de información oculta dentro de la esencia del Ein Sof.
Nosotros no necesitamos «revelar» a Dios, porque nuestra existencia en sí misma es una revelación fragmentaria de la Divinidad. Por lo tanto, cada vez que la psicología del misticismo judío trabaja en el análisis de la psique, en realidad está realizando un verdadero trabajo teológico, el único trabajo teológico posible, que es el de comprender el funcionamiento de la psique en relación al sistema general cosmogónico; porque es la «consciencia subjetiva» la única que puede comprender la existencia de la «consciencia objetiva». Dentro de la fragmentación siempre seremos consciencias subjetivas, pero sabemos que en realidad para conocer esencialmente la realidad debemos «pensar» fuera de nuestro punto subjetivo. Si la consciencia de existencia se ha revelado en nosotros, se puede continuar revelando eternamente dentro del sistema general, y dicha consciencia constituye la revelación del Ein Sof (Dios) en la realidad material.
El Ein Sof no necesita de nuestra especie para continuar revelándose. La revelación de la consciencia objetiva que ahora se revela fragmentariamente en nuestra subjetividad continuará revelándose más allá de nuestra historia. La consciencia del Ein Sof es eterna (atemporal) e infinita (sin espacio) y puede revelarse en todas las magnitudes imaginables.
Si tomamos en consideración lo anteriormente expuesto, el misticismo judío de la Merkabá propone que el ser humano (nuestro Yo) tiene la posibilidad de modificar la percepción de dichos condicionamientos externos a través del ejercicio del libre albedrío. Y el primer condicionamiento es la propia subjetividad, la propia posición del sujeto dentro del espacio-tiempo, y desde una posición fija. ¿Somos realmente libres si percibimos la realidad desde un punto fijo? Realmente, la libertad se ejerce en la medida en que podemos desvincularnos de nuestro propio centro subjetivo.
Pero conocemos un secreto, y es que el libre albedrío lo que busca en realidad es la conexión con la esencia del alma; por lo tanto, la naturaleza de nuestra alma se encuentra predeterminada por completo, y todo el trabajo de nuestra existencia es utilizar el libre albedrío para liberar la esencia del alma de todos los condicionamientos históricos que sufre. Todas las causas de los desequilibrios interiores provienen de la guerra interior entre el alma que conoce interiormente su propia naturaleza frente a los condicionamientos que sufrió el Yo en todos los niveles.
La psicología del misticismo judío desea hacer «conscientes» los condicionamientos culturales (Yesod), los condicionamientos instintivos (Maljut), pero sobre todo los condicionamientos subjetivos (Tiferet), porque al centrar al sujeto en su propia subjetividad este pierde contacto con la realidad y solamente proyecta su Yo en la realidad misma.
Si le extrajésemos al Yo todos los condicionamientos sociales, nos quedaríamos realmente con el «Ello» freudiano o, como decimos en la cábala, con el alma animal (Nefesh). Sin embargo, ya no existe forma de dividir el «Ello» y el «Yo» freudianos, porque ahora operamos sobre un Yo integral. La interrelación entre el Ello y el Yo freudianos se encuentra tan consolidada en una única unidad que podemos perder los límites exactos entre ambos campos, ya que lo ideal es integrar los diferentes niveles del alma. Y este es el verdadero trabajo de la psicología del misticismo judío, el trabajo de integración de todos los fragmentos del Yo. Y si consideramos que cada Sefirá en sí misma debe ser considerada una dimensión en particular, entonces debemos integrar todas las dimensiones en una estructura única. La estructura única (oculta) que se encuentra detrás del Árbol de la Vida es el verdadero «Yo». Es quien