El máximo esfuerzo posible debería ser captar algún destello de la visión objetiva del Ein Sof fuera del vacío. Entonces, para comprender realmente la «psique» (Merkabá) en su máxima interioridad, debemos captar la estructura general del universo (Maasé Bereshit), porque nuestra psique es la conciencia de la existencia producto de las energías provenientes del Ein Sof.
La cábala entiende que el sistema que se manifiesta constituye una integración de sus componentes, es más, visto desde el orden cosmogónico no existen componentes independientes, sino un único sistema integrado.87 La única forma de comprender la realidad (desde la consciencia Alef) es trabajando en la integración constante de la realidad, y este trabajo amenaza directamente el funcionamiento de la psique tal como se viene trabajando hasta ahora, porque la psique divide para comprender,88 y toda división genera automáticamente incomprensión del sistema general que opera como un «Todo integrado». Se podría objetar a este trabajo de unificación constante que es un «imposible» dada la dualidad permanente que vivimos por la escisión de la consciencia y la existencia, sin embargo, para los cabalistas esta dualidad estructural en la que vivimos no debe representar un obstáculo para acceder a los niveles más elevados de la consciencia. Porque el camino de la consciencia subjetiva es infinito. Siendo la consciencia un producto de la misma existencia, la dualidad existencial no es real en términos de la consciencia Alef. En realidad, cuando ya establecemos el objeto de la paradoja, la misma paradoja ha sido resuelta. Las paradojas juegan en el campo de los extremos conceptuales, sin embargo, sabemos que los extremos conceptuales se disuelven cuando encontramos la misma raíz que los sustenta.
Por eso, solamente percibiendo el universo (y la psique dentro de este) como un todo integrado realmente podemos comprender todo el orden manifestado dentro de esta realidad. Realizar el esfuerzo desde la Biná es casi imposible (aunque algún día se pueda llegar con gran esfuerzo a la comprensión racional de las interconexiones generales de todos los fragmentos). El esfuerzo lo debemos realizar en el orden de la Jojmá psicológica operando las Sefirot como raíces arquetipales donde podemos unificar por «arriba» la realidad fragmentaria general.
21. Las posibilidades del Yo interior
«No todo ser humano tiene el privilegio de reconocer su lugar específico en el Universo».
RABÍ MOSHE CORDOVERO
No somos exclusivamente Nefesh, sino que el «Ruaj» es nuestro Yo interior que se crea a partir de las influencias culturales. Sin embargo, el trabajo de liberación interior real se debe producir en la Biná donde se encuentra nuestro nivel intelectual (la Neshamá).
No nos liberamos de los condicionamientos externos, sino que evaluamos integralmente nuestro Yo (como la unión de la esencia y los condicionamientos).
Lo que decimos cuando expresa que nuestro Yo se quiere liberar de los condicionamientos externos expresamos una idealización porque esto constituye un trabajo imposible; porque todos los condicionamientos externos incorporados a mi Yo son expresables subjetivamente como partes de mi propia identidad incorporados dentro de mi proceso de crecimiento. El «Yo» absolutamente esencial se vuelve imposible de captar dentro de una definición conceptual, pero si podemos captar el «Yo» que se oculta89 detrás de todo el sistema simbólico del Árbol de la Vida. Este «Yo» es el que coordina las diversas dimensiones (Sefirot) de la estructura.
El Yo actualizado es lo que se produce dentro de la Biná, donde se modifican constantemente nuestras autopercepciones. El acceso a estas profundidades se corresponde con el Maasé Merkabá. Sin embargo, la consciencia «Merkabá» es aquella que se desarrolla en primer lugar dentro de la Biná psicológica, pero que, luego, debe necesariamente desdoblarse de todo el Universo de Yetzirá, para alcanzar la Biná cosmogónica (raíz de las almas) porque es a partir de un nivel superior a nuestra subjetividad donde realmente podremos comprender todos los fragmentos interiores de nuestro Yo. Las dimensiones psicológicas del universo yetzirático se deben comprender desde un nivel superior, y dicho nivel superior se corresponde con el Universo de la Briá.
22. El mal dentro de la percepción del Yo
«El Bien y el Mal tienen un origen común».
RABÍ ISAAC, EL CIEGO DE GIRONA
La revisión de la historia del Yo puede hacer que el Yo perciba elementos negativos para su estructuración actual y tienda a extraer o confirmar estos condicionamientos, porque no todos los condicionamientos son negativos. Sin embargo, lo que causa «dolor» es lo que debemos corregir,90 y por lo tanto, tenemos una tendencia negativa a visualizar exclusivamente lo negativo sin potenciar y reconocer la herencia positiva de nuestra estructura familiar. Todo lo positivo que nos han brindado: el amor de nuestros padres (a pesar de todas sus equivocaciones), el amor de nuestros abuelos (a pesar de sus equivocaciones con nuestros padres), incluso todo el dolor que hemos tenido que experimentar para poder crecer; porque el «mal» debe ser incorporado como un elemento fundamental dentro del sistema de aprendizaje. Siempre se ha criticado el transpersonalismo de evadir el asunto del «mal», en cambio, la psicología del misticismo judío no puede evadirse del «mal» y sus consecuencias. Existe un carácter pedagógico en el bien y en el mal, y cuando realmente aplicamos la pedagogía al mal, en realidad extraemos lo «bueno» del mal, y en consecuencia derrotamos al mal dentro de la Biná, aunque continuemos sintiendo dolor en los niveles más bajos de la realidad. El dolor es el precio que se ha de pagar por existir dentro de la realidad física, sin embargo, cuando el «Bien superior» se hace cargo de los niveles inferiores, entonces podemos lograr una transformación radical del mal. Esta posición no anula de ninguna manera el dolor que causa el «mal» en los niveles inferiores, porque debemos afirmar que el mal es real dentro del orden más denso de la materialidad.
Si aprendemos del bien y del mal, ya nos encontramos más allá del bien y del mal. Si la totalidad de la existencia es percibida como un aprendizaje, entonces automáticamente todo se vuelve positivo; en este punto podemos decir que el «mal ha sido derrotado» porque lo hemos transformado en bien, no porque lo hemos afrontado, ya que cada vez que afrontamos el mal le otorgamos una solidez más elevada. El propio desgaste energético del enfrentamiento provoca que el mal se haya transformado en una entidad real cuando carece por completo de realidad (desde la percepción del mundo superior).
Dicho en otros términos, el mal es un producto de nuestra imposibilidad de comprensión. Cada vez que aumentemos el nivel de comprensión derrotaremos al mal, porque el mal es simplemente una percepción errónea de la realidad por nuestra ignorancia. El mal surge por falta de Daat (el Conocimiento); por ese motivo, la redención subjetiva (para la cábala) se asocia con el aumento de nuestro Daat. Un aumento constante del Daat automáticamente constituye nuestra propia redención. Debemos considerar el concepto del «Daat» (desde la perspectiva del judaísmo) como un conocimiento teórico-práctico (lamentablemente, en Occidente asociamos el conocimiento exclusivamente al marco teórico) y, en segundo término, el concepto de «Unión», porque el verdadero Daat tiende a la unión y no a la fragmentación.
Sabemos que el trabajo de modificación de nuestras percepciones es muy difícil porque estos elementos se han incorporado a nuestra identidad de tal modo que tenemos una alta dificultad para poder extraerlos.
Hay que situar el dolor o el placer que nos provocan estos mecanismos. Si el mecanismo es doloroso, no estamos en el nivel de aceptación del funcionamiento de nuestro Yo. Es preferible buscar la raíz secreta o la causa secreta de los dolores que percibimos, porque siempre debemos saber, por el conocimiento de la cábala, que las energías más potentes se encuentran detrás de esta realidad aparente. Y cuanto más ocultas estén dichas energías más potencia tienen.91 Porque al revelarlas reconocemos la potencia de dichas energías, y al conocer su nivel energético podemos trabajar con ellas. Mientras algo se mantiene oculto, nos causa un mal porque no conocemos la aplicación de la energía psíquica que necesitamos para canalizar dichas energías. Al revelar lo «oculto» lo hacemos existente a nuestra consciencia, porque mientras se mantenía en dicho estado de ocultamiento la consciencia no lo percibía y operaba de un modo desequilibrado