Aunque yo intente comunicar todo mi Yo, jamás lo puedo comunicar al exterior. El trabajo más importante para conocer en profundidad dicho Yo interior lo tiene que realizar el núcleo más profundo del Yo mental (la Merkabá). Y para que la Merkabá funcione debemos esforzarnos en tres niveles simultáneos. En el primer nivel debemos extraer toda la información que se encuentra en la Jojmá de la Biná (inconsciente subjetivo) y llevarlo a la consciencia (la Biná de la Biná); en el segundo nivel debemos extraer toda la información energética superior de la Jojmá y bajarla a través del Keter de la Biná para llevarla a la subjetividad de nuestra Merkabá; finalmente, el tercer nivel, el más profundo y el más difícil, y allí donde justamente la psicología del misticismo judío supera a la psicología tradicional de cualquier escuela, es el del reconocimiento de las energías cosmogónicas (no las energías metafísicas de los arquetipos junguianos),76 sino las energías reales físicas de la realidad universal (el conocimiento profundo del Maasé Bereshit).
En este tercer nivel, la Psicología ya no puede avanzar porque aquí nos encontramos con las ciencias físicas y matemáticas. En el nivel superior al conocimiento de la psicología debemos operar dentro de la física y la química, porque comprenderemos que los elementos constitutivos cosmogónicos son los factores de construcción de la psique.
A medida que exista un conocimiento científico exterior a la psique, entonces estaremos operando en este tercer nivel que supera el reduccionismo psicológico a la psique individual y entiende que la estructura subjetiva está basada en las estructuras generales macro del diseño universal. Este es el nivel del Sod de la cábala.
La esencia de mi Yo quedará siempre para mi Yo, así como la esencia del Ein Sof quedará siempre para sí mismo. El Yo, pues, conoce su propia condición en su máxima soledad. El Yo está solo consigo mismo, y todo lo que los «otros» pueden hacer es percibir perspectivas de mi Yo, así como todos nosotros podemos percibir perspectivas del Ein Sof de acuerdo con nuestra propia naturaleza y de acuerdo con nuestra posición en el espacio-tiempo. Este es el modelo de funcionamiento básico del Daat (el Conocimiento). Cualquier dogmatismo (o posición fija dentro de cualquier estructura o sistema de pensamiento) paraliza el desarrollo del Daat.
Si hasta ahora la Psicología tradicional se había movido en el campo del Daat inferior hacia el centro de la psique subjetiva, ahora la psicología del misticismo judío se deberá mover hacia la integración de la psique subjetiva con el sistema general cosmogónico, comprendiendo las equivalencias energéticas entre el Yo y el No-Yo (la totalidad fuera del Yo) porque tanto mi Yo como el No-Yo se encuentran participando de la misma realidad natural del Todo manifestado. En realidad, la posición mental del No-Yo es un estado más avanzado de conciencia del mismo Yo, ya que la psique debe reconocer que es una estructura relacionada con la totalidad exterior a dicha estructura.
Comprender, como hasta ahora, la psique como un ente fuera e independiente del sistema general nos trae graves consecuencias para una comprensión real de esta, como un producto de la propia naturaleza. El interrogante debe partir de la siguiente pregunta: ¿Cuáles son los motivos de orden cosmogónico para que la psique sea como sea? En realidad, la psique es una consecuencia del orden cosmogónico, y todos los niveles de ascenso de la consciencia de la psique son manifestaciones de la autocomprensión del «Cosmos», por lo tanto, podemos decir que el Ein Sof se manifiesta dentro del vacío de forma fragmentaria porque no tiene otro modo de manifestarse; pero cuando dicho fragmento dentro del vacío alcanza un nivel de autoconsciencia, entonces el Ein Sof adquiere consciencia de existencia porque ya dentro de sí mismo poseía consciencia en el orden de la esencia, y ahora el fragmento finito revela de forma fragmentaria la consciencia general del Ein Sof.
La esencia es el orden que se corresponde al Ein Sof dentro de su infinitud; en cambio, la existencia es el orden que le corresponde al Ein Sof cuando se divide en la multiplicidad de manifestaciones fragmentarias dentro del vacío.77
Sin embargo, y he aquí la paradoja, para que la identidad fragmentaria de cada fragmento finito se pueda sostener, se tiene que reprimir78 la sustancia del Ein Sof dentro de nuestra materialidad porque entonces no podríamos percibir una identidad fragmentaria. La conciencia del alma (Neshamá) existe cuando el «Yo» se desvincula de la realidad general fragmentándose y asumiendo mentalmente esta fragmentación. Y así cuando algo carece de un nivel elevado de Conciencia es parte del «Todo» por la materialidad; lo transpersonal es parte del «Todo» justamente por la elevación máxima de nuestro nivel de conciencia. No existe entonces una regresión a la naturaleza por la pérdida de la Conciencia, sino que, de forma inversa, se produce una sensación de Totalidad y unificación a través del aumento de todo el potencial de los niveles más altos del alma. Por lo tanto, no existe una disolución del Nefesh dentro del campo material, sino una conexión de la Neshamá con el nivel de la Jaiá dentro del campo energético más elevado.
Y a medida que extraemos la sustancia divina (consciencia de existencia) de nuestra interioridad se produce una menor preocupación y desgaste de energía psíquica, desgaste que es una consecuencia directa del sostén de la identidad fragmentaria, porque se comprende que la identidad fragmentaria es una ilusión necesaria para que el Ein Sof se pueda manifestar en el mundo de las fragmentaciones finitas.
Si liberamos la energía psíquica con la cual operamos para defender nuestra identidad fragmentaria tomando consciencia de la totalidad de la consciencia universal dentro de la manifestación, ahorramos energías psíquicas para crecer en el orden de la consciencia general, y no en el orden de la defensa egoica en el plano de la fragmentación. Lamentablemente, se desgasta una gran cantidad de energía psíquica en la defensa del nivel egoico.
Existe, pues, una manifestación sefirótica divina dentro de la realidad macrocósmica eterna, y dentro de la realidad subjetiva microcósmica (que se manifiesta tanto dentro del orden espacio-temporal como en el orden de la Eternidad) ¿Por qué el Yo nunca debe renunciar al No-Yo? Y ¿por qué el No-Yo no puede ser sostenido por el Yo de forma permanente? Este es uno de los grandes secretos de la cábala, y que podemos aplicar a la psicología.79
Es probable que cuando alcancemos la sensación de acercarnos a esa «verdad interior» se encuentre el Yo interior (la esencia de la raíz del alma). La verdad de uno muere con uno mismo, y no existe forma alguna de comunicarla al exterior, esto ya lo enseñó el sabio cabalista Najmán de Bratslav. Para los antiguos cabalistas, todas las estrategias para buscar y encontrar ese «Yo interior» se denominan con el nombre de «Maasé Merkabá». Este trabajo es completamente subjetivo.80 No hay forma de acceder a la Merkabá sino a través del ascenso de mi Yo o, mejor dicho, del cambio de percepción de mi Yo. Y la principal modificación de dicha percepción es la autopercepción. La percepción de mi Merkabá interior no se encuentra sujeta a las percepciones exteriores, sino a mis propias percepciones, como saber si mi Yo que asciende a la Merkabá es el propio Yo a través de su autoconocimiento profundo.
Por lo tanto, no es posible acceder a una comprensión del ascenso a través de las comparaciones del mundo inferior (mundo de la Bet). Al contrario, todas las comparaciones de mi Yo, en realidad, lo que manifiestan es el bajo nivel de mi Yo. La única forma de saber si mi Yo se encuentra operativo en el mundo superior (Alef) es la de percibir que estoy trabajando en el proceso de extracción de todas mis potencialidades interiores (a pesar de todos los obstáculos exteriores e interiores); por el contrario, entre los cabalistas sabemos que todos los obstáculos están diseñados con el objetivo específico de extraer todas las potencialidades. La heroicidad real del ser humano, y de todas las formas de existencia, es la de elevarse mesiánicamente sobre los niveles inferiores en dirección al Ein Sof. La mayor grandeza del ser humano es su potencia de perfectibilidad constante a pesar de sí mismo (porque para el judaísmo con ese objetivo hemos sido creados). En realidad, el problema se encuentra