Descendamos a nuestro nivel animal (Nefesh) como proponía Freud, o subamos hacia el Ein Sof (Iejidá) operando la unificación con el Todo superior, parece ser que esto constituye la pérdida de la consciencia subjetiva antes de la aparición de la consciencia, es decir, el retorno al estado Alef. Sin embargo, esto es imposible en términos reales, porque la propia Consciencia nos sitúa en el marco de la existencia dual. La única forma aparente de una unificación real estaría dada por la disolución de toda subjetividad en el marco del Ein Sof (en otros términos, la desaparición del vacío).
La realidad en la que existimos a partir de la consciencia es la fragmentación, y dentro de esta fragmentación operamos con una dualidad inevitable con relación al marco existencial percibido por parte de nuestra consciencia subjetiva.
Por lo tanto, lo que ha creado una dicotomía entre lo superior con lo inferior es nuestra propia «Consciencia», que desea reintegrarse al Todo, pero que ya no puede reintegrarse a través del camino de la pérdida de la Conciencia, sino por un aumento constante hacia el infinito. No nos podemos unir al Todo por lo inferior de la naturaleza animal (Freud) ya que no tenemos más escapatoria que seguir ascendiendo en nuestros niveles de consciencia, escindiéndonos más y más de la existencia, hasta alcanzar el máximo grado de actualización material de nuestras potencialidades. El único camino es el ascenso mesiánico hacia el Ein Sof, porque esta es la naturaleza de la consciencia, su máxima ampliación.
A partir de la existencia de un Kli subjetivo debemos trabajar no solo para la ampliación de nuestra subjetividad, sino para la ampliación del Kli general cosmogónico. Si la Teshuvá (como concepto de perfectibilidad constante) representa la expansión de mi Kli subjetivo, el Tikun Olam representa la expansión del Kli general de todas las manifestaciones de las energías existentes dentro del vacío.
Aparentemente, el camino tendrá que ser el recorrido radical de la «dualidad» de la Conciencia/Existencia para llegar a una «Consciencia» divina, es decir, a la sensación de Keter.
El único modo de reintegrarme dentro del orden general cosmogónico sería mi propia desaparición subjetiva, siendo esto una imposibilidad real en el campo material. Sin embargo, la Consciencia subjetiva se resiste a dicha reintegración (la muerte física o energética) porque la Consciencia al ser consciente de la existencia desea continuar existiendo en términos subjetivos.
A partir de la existencia de la autorrevelación de la conciencia, no tenemos más alternativa que vivir dentro de la dualidad, porque la dualidad es producto de nuestra propia consciencia y de la duplicidad estructural objetiva entre el vacío/y el Ein Sof. Sin embargo, a pesar de que tenemos que existir constantemente dentro de una dualidad permanente, nuestra Conciencia puede operar dentro de la realidad con «Consciencia Alef»68 donde percibimos la realidad objetiva como si la consciencia no nos pondría en una posición dual. Los niveles más altos elevados de nuestra alma (Jaiá y Iejidá) pueden operar en las máximas unificaciones posibles en dirección al Ein Sof.
Porque sabemos que detrás de toda dualidad existe una esencia sustancial de sentido que une ambos polos de la dualidad, ¿qué significa realmente la consciencia Alef? Si percibimos detenidamente el símbolo de la letra Alef, podemos ver que en su interior existen dos letras Iod (una superior y otra inferior); por lo tanto, la Consciencia Alef es, por una parte, la consciencia de unidad y la simultánea aceptación de la dualidad potencial, por otra parte, porque si ya soy capaz de percibir la Alef, es que existe un mundo inferior (la Iod inferior de la letra Alef) que puede percibir el mundo superior (la Iod superior de la letra Alef).
Pero si Keter está en Maljut, se puede cometer el error de Spinoza de confundir a Dios con la Naturaleza, y… ¿por qué motivos Spinoza se equivocó aquí? Simplemente porque confundió a Keter con el Ein Sof. Si Keter es el vacío donde se manifiesta la totalidad divina, no es el Ein Sof en sí mismo. Lo que dijo en realidad Spinoza se deriva de la concepción mística judía donde la «Shejiná» se encuentra dentro de la realidad material. Spinoza confundió entonces la Shejiná (la manifestación del Ein Sof dentro de la materialidad) con el Ein Sof en cuanto una totalidad absoluta e infinita, y esto lo llevo directamente hacia el panteísmo. Porque, en realidad, cuando el misticismo judío hace referencia al concepto de «Shejiná» se encuentra en una posición claramente panteísta. Sin embargo, cuando advertimos que la Shejiná es una parte fragmentaria de la manifestación del Ein Sof dentro de la realidad material podemos comprender que el judaísmo no sea panteísta. De este modo, podemos decir que el misticismo judío redujo su concepción panteísta a la sefirá de Maljut.
Si Dios en la materia se encuentra representado por la Shejiná (el aspecto receptor femenino de la Divinidad), entonces Spinoza tenía razón cuando afirmó que «Dios es la Naturaleza»; sin embargo, dentro del misticismo judío sabemos que la Shejiná es la manifestación de Dios dentro de la Naturaleza, es decir, «Dios es y no es la Naturaleza».
El Ein Sof entonces se revela dentro de toda la manifestación del vacío, pero se encuentra más allá de dicho vacío. Ahora bien, si el concepto de «Naturaleza» de Spinoza abarcaría incluso a las energías cosmogónicas del Ein Sof, entonces estaríamos obligados a decir que Spinoza tenía razón. El interrogante es: ¿A qué denominaba Spinoza como la «Naturaleza»? ¿Al campo material dentro del vacío, o a la totalidad de las energías infinitas y eternas en el nivel del Ein Sof? Estos interrogantes quedan en suspenso en este trabajo que corresponde a un estudio filosófico futuro y que no se debe enmarcar en una obra de psicología.
16. Las Sefirot como los diez «arquetipos» objetivos de toda la realidad
«El Árbol de la Vida es un organigrama que armoniza nuestras tendencias y que busca equilibrar nuestras pulsiones y energías».
MARIO SATZ
Las fuerzas dimensionales arquetípicas de la Jojmá son las Sefirot. En realidad, las Sefirot (Dimensiones) son las raíces energéticas de todos los arquetipos. La Jojmá es la matriz arquetipal de todos los arquetipos del inconsciente colectivo. Por ese motivo, los cabalistas han establecido diversas figuras arquetípicas en cada una de las dimensiones (Sefirot), por ejemplo, en Maljut (La materialidad del Reino) establecieron como arquetipo al Rey David por su permanente vinculación con la guerra material y los instintos naturales; en la Yesod (la pulsión sexual y la relación con el entorno social) establecieron como arquetipo a Yosef (José) debido a que fue sexualmente tentado por una mujer egipcia y porque desarrolló su identidad dentro de la cultura egipcia y se mostraba exteriormente a los demás (en su nexo social) como un súbdito egipcio siendo en su interioridad de origen israelita. El arquetipo de la dimensión de Hod es Aron, el primer sacerdote, ya que Hod simboliza la «palabra», y Aron siendo hermano de Moisés era quien hablaba con el faraón y controlaba las palabras, mientras que el arquetipo de la dimensión de Netzaj (el lenguaje emocional) será Moisés porque será quien comunique sus sentimientos interiores, y exteriorice sus emociones (a pesar de ser muy malo para pronunciar las palabras, no como su hermano Aron). El arquetipo de la Tiferet es Jacob (o Israel) debido a que es el Yo en su autonomía. Jacob (el tercer patriarca) tenía una identidad heredada de su padre (Isaac) y de su abuelo (Abraham), sin embargo, aún no era él mismo, no había encontrado su propio Yo, y al encontrar su verdadera identidad interior independiente de su familia, es cuando logra su autonomía (estructura su identidad) y es de ese modo como Jacob se transforma en Israel. Por lo tanto, es interesante que el único arquetipo que se modifica es el de la