Los últimos dos estados de la mente –unidireccionado y totalmente inhibido– son el terreno en el que el samadhi puede manifestarse. Según las palabras de Swami Hariharananda: “Debemos tener en cuenta que nuestra debilidad mental es solo nuestra incapacidad para retener nuestras buenas intenciones fijadas en la mente; pero si las fluctuaciones de la mente son superadas, debemos ser capaces de mantenernos sujetos a nuestras buenas intenciones y, por lo tanto, adquirir el poder mental. Mientras crezca nuestra calma (mental), también crecerá este poder. El pináculo de esta calma es el Samadhi”. (14) Particularmente, me gusta esta cita, porque la idea es clara: el yoga no se trata de restringir la mente a un estado fijo de atención, o el cuerpo a una postura complicada; se trata de la serenidad y de llenar la mente con un estado natural de bondad. Es una característica natural e intrínseca que ha sido cubierta por un exceso de pensamiento. A veces, cuando me siento a meditar, no hago nada más que sentir o percibir ese estado genuino de bondad que existe dentro de mí. Como muchas personas, me juzgo a mí mismo con excesiva severidad; prefiero la crítica antes que los elogios porque prefiero superarme a mí mismo hasta un punto de perfección, y escuchar lo que anda bien solo se interpone en el camino del progreso. Pero no todo necesita ser arreglado; a veces, es bueno dejar que las cosas simplemente sean como son. De manera que cuando me siento a meditar y percibo esa bondad genuina que vive en mí, efectivamente me inunda una sensación de calma. Es una sensación reconfortante, porque desde este punto de vista, la bondad no es un estado que intentamos ser u obtener, sino algo que ya está aquí. Simplemente, debemos permitir que esté un poco más presente.
En los dos últimos estados de la mente de la lista de Vyaas, el unidireccionado y el totalmente inhibido, ocurre el samadhi, también conocido como “el estado del yoga”. En el estado unidireccionado, puedes depositar tu atención en cualquier objeto que elijas contemplar, puede ser tu respiración, un mantra o cualquier cosa, por el tiempo que desees. No es una hazaña sencilla. Es dificultoso mantener la mente en una sola cosa, incluso por pocos segundos. En el estado totalmente inhibido, o detenido, no hay pensamientos, no hay fluctuaciones, y tampoco hay ningún objeto separado de ti en el que puedas apoyar tu mente. El sujeto y el objeto dejan de existir, habilitando la experiencia de una consciencia sin punto fijo. Donde quiera que mires, escuches, huelas o toques, solo hay consciencia. En los estados profundos de samadhi, ya no existen los objetos; solo permanece el sujeto. Esto se llama vishesha, o lo que queda luego de que todos los objetos cambiantes del mundo ya no tiñen nuestra experiencia. A veces, esto se describe como “consciencia de unidad”.
EL YOGA COMO CAMINO
El maestro del sur de la India, Sri K. Pattabhi Jois, escribió que la palabra yoga tiene diferentes significados. Algunos de ellos son: “relación”, “medio”, “unión”, “conocimiento”, “materia” y “lógica”. (15) Él fue excepcional al definir la práctica del yoga según uno de los sutras de Patanjali, el sutra 2.26, que indica que el yoga es upaya, un camino. (16) ¿Qué tipo de camino es? Uno que pone fin a la confusión de la mente, a través de una forma especial de discernimiento mental que nos guía hacia el autoconocimiento, una discriminación que nos permite distinguir la consciencia de la película que creamos sobre nuestras vidas, los pensamientos y los deseos que proyectamos en su pantalla. La práctica del yoga, por ende, es el medio de liberación del pensamiento condicionado.
Jois escribe:
Por ahora, digamos que el significado del yoga es upaya, lo cual quiere decir sendero, o el camino que seguimos o el medio por el cual alcanzamos algo. ¿Cuál es, entonces, el camino que deberíamos seguir? ¿Qué o a quién deberíamos tratar de alcanzar? La mente debe tratar de alcanzar lo más enaltecido […] De esta forma, el camino de establecer la mente en el Ser se debe conocer como yoga. (17)
La idea de upaya está estrechamente unida al concepto de relación que Jois menciona primero en su definición del yoga. Ya que –mediante la práctica del yoga y otras prácticas contemplativas– accedemos a una relación íntima con nuestro cuerpo, respiración, mente, emociones y sentido de propósito. Desarrollar esta intimidad con nosotros mismos nos guía hacia la autoconfianza y bienestar en relación con quiénes somos y lo que estamos haciendo aquí. Esto, naturalmente, nos llevará hacia una pregunta más profunda e importante: ¿Quién soy más allá de la suma total de mis identidades basadas en el cuerpo, las emociones, los pensamientos o las memorias? Estas son las cuestiones importantes de la vida: ¿Quién soy? ¿Qué estoy haciendo aquí? Mi maestra de noveno grado, la señora Jane Bendetson, nos presentó estas preguntas como las más significativas para nuestra autoindagación, y añadió: ¿Qué debería hacer ahora? Estas preguntas son, de hecho, la única cosa interesante que recuerdo haber aprendido en la escuela secundaria.
Ante todo, el yoga es una práctica. Los yoguis consideran que deberíamos practicar yoga de la misma manera en que nos cepillamos los dientes cada día, con la misma disciplina. Mediante la práctica de asanas de yoga (posturas) y la respiración, como discutiremos en cada capítulo del libro, limpiamos internamente nuestro cuerpo y fortalecemos los músculos, los huesos, los órganos internos, el sistema nervioso, la mente y las emociones. Un poco de práctica sirve de mucho; no necesitamos practicar durante horas y todos los días, hasta llegar al agotamiento. Solamente tenemos que hacer un poquito de práctica cada día para que se torne una prioridad en nuestras vidas, y hacemos esto hasta que se convierta en un hábito, una parte integral de nuestra rutina diaria, o una parte del ritual que compone el ritmo de nuestra vida. Cualquier práctica, ya sea espiritual, física o artística, solo brinda sus frutos cuando se realiza con regularidad y sinceridad. Uno de los sutras más famosos de Patanjali, 1.14, se trata se esto:
Sa tu dirgha kala nairantarya satkara sevito drdha bhumih.
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La práctica se establece cuando se realiza ininterrumpidamente, durante mucho tiempo, con devoción.
Quizás más importante que la idea de disciplina es lo que la disciplina crea. El neurocientífico y psicólogo Rick Hanson ha escrito extensamente sobre este tema en su libro Hardwiring Happiness, en el que describe las diferencias entre los estados mentales y los rasgos mentales. Con frecuencia, somos víctimas de nuestros estados mentales: ira, celos, juicios, venganza, pereza, apatía, aburrimiento, deseo; y a veces actuamos en base a estos estados, y nos identificamos con ellos. Pero estos estados son transitorios; van y vienen. Sin embargo, una vez que impulsan nuestras acciones, es muy probable que se repitan con frecuencia. Al realizar una práctica regular, empezamos a crear una cualidad mental de consciencia inherente, que es más confiable y más abierta que esos estados efímeros. Mediante la práctica, desarrollamos una cualidad de consciencia intrínseca que es calma, que posee perspectiva y que puede ayudarnos a pausar antes de dejarnos llevar por las emociones abrumadoras.
Desarrollar cualidades mentales saludables es, entonces, la verdadera meta de una práctica dedicada. Patanjali no define la práctica por el nivel de destreza en las posturas de yoga; la define como un medio para crear una cualidad mental de consciencia profunda que nos lleva al discernimiento. Los estados cambiantes son aquellos a los que se refería Vyaas cuando hablaba de la mente distraída, y una de las primeras cosas que el yoga nos ofrece es la habilidad para observar los estados transitorios sin perdernos en ellos. Muchos han experimentado que luego de practicar yoga, incluso por un breve período de tiempo, se enojan con menos frecuencia, o se contienen antes de hablar sin reflexionar sobre las repercusiones