1. ¿En dónde se encuentran la consciencia y la biología? ¿Acaso la consciencia se refleja a través de nuestra constitución biológica, o es nuestra biología, en realidad, la consciencia manifestándose? Somos seres humanos, después de todo, y los yoguis usaban el cuerpo (que es biológico) para viajar hacia adentro, hacia niveles “más profundos” de consciencia. Por lo tanto, parecería que el cuerpo y la consciencia están entrelazados de alguna manera.
2. ¿Es la felicidad una experiencia psicológica? Es decir, al buscar descubrir quiénes somos profundamente a través de las prácticas yóguicas que involucran el cuerpo, la respiración y la mente, ¿podemos encontrar en nuestro interior la paz y la felicidad que existen en nuestra composición fisiológica, profundas y perennes? Me parecía que, dado que en el yoga usamos el cuerpo en todos sus posibles aspectos, la felicidad no podía ser simplemente una construcción mental, sino una parte integral de nuestra constitución física y que se puede hallar en los mecanismos internos de nuestros cuerpos. Quizás la trascendencia se encuentre más allá de los reinos del cuerpo, pero ¿qué sucede con la mera felicidad y la tranquilidad de saber quiénes somos? La felicidad como un constructo mental parece ser una imposibilidad. No podemos sostener un pensamiento en nuestras mentes por más de un segundo o dos. Entonces, ¿cómo podemos sostener mentalmente la felicidad? La felicidad quizás exista en algún lugar más profundo. En los sistemas de pensamiento hindúes, la felicidad no equivale al placer, sino al significado o el propósito. No es la felicidad lo que buscamos, sino la experiencia de nuestro propio ser esencial. Nos buscamos a nosotros mismos. ¿Es esto experimentado en nuestra fisiología? ¿O acaso la mente y el cuerpo forman un continuo, de manera que sentimos una experiencia integrada del ser porque no hay distinción entre cuerpo y mente?
Estas preguntas son, en gran parte, mi punto de partida. Y, en realidad, el sistema nervioso es una parte integral y un componente fundamental de mi exploración. Los antiguos yoguis enseñaban que la ciencia del yoga no se trata de la perfección de las posturas, sino de la perfección de la relación entre cuerpo-mente-espíritu, de manera que uno pueda comprender los profundos misterios del ser. Estas enseñanzas, sumadas a las de mi gurú del sur de la India, propulsaron mi camino y mi continua fascinación por estos temas. Lo que contiene este libro son exploraciones sobre las ideas yóguicas y la investigación científica acerca de los mecanismos neurobiológicos subyacentes que ayudan a explicar cómo y por qué el yoga tiene un impacto general positivo en nuestros cuerpos, nuestras mentes y en el mundo, y cómo podemos encontrar felicidad, significado y propósito en él.
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¿QUÉ ES EL YOGA?
Si existe una práctica espiritual que ha sido objeto de burlas, parodias y estereotipos en Occidente, esa es el yoga. ¿Y por qué no? Los yoguis occidentales somos un blanco fácil para las burlas. Con nuestros rodetes, nuestras calzas carísimas, las semillas de chía, los batidos verdes, las alfombrillas de yoga colgando de los hombros, los retiros extensos, los cristales, el “namasteo”, el om y el sentarnos en postura de loto en cualquier lugar; hay abundante material para elegir si quieren burlarse de nosotros. Hace cientos de años, los yoguis de la India también eran burlados y denigrados, durante el período de ocupación inglesa y por los primeros viajeros que no habían visto nada parecido. (1) Narraciones muy tempranas, como la de John Ovington en 1689, describen las “posturas dolorosas y antinaturales” de aquellos cuerpos untados con cenizas que pertenecían a los filósofos mendigantes conocidos como faquires, una denominación de los ascetas persas que fueron agrupados en la misma categoría que los yoguis hindúes. La orden armada y organizada de los Naga Sannyasis (2) desplegó un violento desafío contra la hegemonía de la East India Company y, desde mediados del 1700 hasta principios de 1800, los Naga Sannyasis y los faquires musulmanes organizaron rebeliones y ataques contra la East India Company en Bengala, lo que con el tiempo generó severos ajustes en todas las organizaciones ascéticas. (3)
Los occidentales agruparon a los nagas, los faquires y los yoguis (de órdenes más amigables) en una misma categoría de ascéticos violentos y peligrosos, y esta puede ser una de las razones por la cual el yoga perdió su popularidad en la India de aquella época, en los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, incluso si los yoguis eran considerados peligrosos, así como canallas sucios y mentirosos (y hay ejemplos de esta visión todavía hoy), la práctica y los principios filosóficos del yoga de alguna manera lograron sobrevivir este período complicado en la India, y resurgieron gracias a Sri Krishnamacharya, (4) Swami Sivananda (5) y el pasaje del yoga hacia Occidente a fines del siglo XIX. Desde 2014, con el Primer Ministro Narendra Modi –un ávido promotor y practicante del yoga– al timón de la India, la cuna del yoga ha comenzado a tener mayor peso en el escenario mundial. (6) La sugerencia de Modi de crear un Día Internacional del Yoga para promover la armonía mundial y la paz interior y exterior fue apoyada por cada país de las Naciones Unidas, y ha ayudado a la India a recuperar su lugar de preponderancia en el mundo del yoga. Aunque algunos dicen que la India nunca perdió su contacto con el yoga, a finales de los ochenta pasé mucho tiempo viajando del norte al sur de la India buscando profesores de yoga, y encontré muy pocos. En 1990 había solo dos o tres escuelas de yoga en Mysore; en la actualidad, hay cerca de cincuenta. Mysore hoy es considerada una de las capitales del yoga en la India, y esto se debe en gran parte a la influencia de Pattabhi Jois. El escenario del yoga en la India ha cambiado dramáticamente.
El yoga llegó a Estados Unidos en el siglo XIX y se incorporó considerablemente a nuestra cultura. Aunque al principio los norteamericanos estudiaban los textos yóguicos –Ralph Waldo Emerson amaba la Bhagavad Gita– muy pocos practicaban yoga. Sin embargo, en el breve período de un poco más de doscientos años, millones de millones de personas de todos los ámbitos de la sociedad comenzaron a practicar yoga, y no solo aquellos que pertenecían a algún camino espiritual en particular (en 2017 se estimó que 36 millones de habitantes de los Estados Unidos practicaban algún tipo de yoga). Es practicado por niños en las escuelas, por ancianos sentados en sillas, por personas que están en prisión, por aquellos que sufren TEPT (trastorno por estrés postraumático), por pacientes en hospitales y por personas que simplemente tienen una gran carga de estrés en sus vidas. (7) El yoga es un amparo, libre de prejuicios.
Y también es importante reconocer que, en este momento, en los Estados Unidos nos encontramos en el centro de un importante choque de culturas. En la década del sesenta tuvimos el encuentro de Oriente con Occidente y el movimiento hippie, una generación de jóvenes que intentaron liberarse de las cadenas de la austeridad de la guerra y de los ideales restrictivos de sus familias. He observado el crecimiento del yoga durante los últimos treinta años, y ahora podemos decir que Occidente fagocitó a Oriente, y que el abrazo libre a la espiritualidad ha virado bruscamente hacia un choque de cabeza con el consumismo, exactamente lo opuesto a lo que se supone que el yoga promete y ofrece. La India, en especial bajo la tutela del Primer Ministro Modi, ha comenzado a reclamar el yoga como parte de su herencia cultural, un legado legítimo. Pero mientras tanto, el Occidente ha adoptado al yoga como uno de sus hijos, y el yoga en los Estados Unidos se ha incorporado a la vida cotidiana de las maneras más inusuales, que incluyen la secularización de una práctica contemplativa.
Resulta muy difícil para mí separar la antigua cultura india (o hindú) de la práctica del yoga, y no estoy seguro de que convertir una práctica contemplativa y mística en una rutina de ejercicios físicos absolutamente secular sea una buena idea. Si removemos el aspecto contemplativo del yoga de su práctica, ¿puede en verdad seguir llamándose yoga? (8) Por otro lado, se ha comprobado que el yoga trasciende las religiones y las creencias religiosas, y se sabe que tanto las personas de distintas religiones como aquellos que no se consideran religiosos lo practican porque calma sus mentes, reduce el estrés y les aporta claridad interior. Un pastor que practica en mi escuela utiliza el momento en el que realiza la respiración profunda, al final de su práctica, para reflexionar sobre su sermón del domingo; un rabino encuentra en su práctica ese espacio de quietud que no encuentra en las plegarias. La tradición judeocristiana tiene múltiples ramas, en las que se busca un vínculo directo con lo divino, pero las ramas místicas son, con frecuencia, vistas como movimientos alternativos. Las tradiciones orientales no hacen distinción entre lo mundano y lo sagrado. El yoga,